Читать книгу Fidel Castro - Loris Zanatta - Страница 57
29. Dominus
ОглавлениеLos meses finales de la guerra, cuando los rebeldes rechazaron la ofensiva del ejército y se lanzaron hacia La Habana, están envueltos en un aura sagrada: el nuevo régimen erigió aquellos hechos en mito fundacional. Pero el clamor es excesivo: en el plano militar, los rebeldes emitieron el soplo suficiente para disolver un ejército en desguace; en el plano político, soltaron el golpe que mandó a la lona a un púgil ya atontado. La envergadura militar de la revolución fue poca cosa. El genio de Fidel fue político: baste decir que quienes condujeron el último asalto a Batista fueron en su mayoría orgullosos anticomunistas que soñaban el retorno al régimen constitucional. Fue el caso de los rebeldes de la Sierra del Escambray en el centro del país, vinculados al DR.
Fracasada la huelga, urgía una ofensiva militar: Fidel lo tenía claro. Ascendido en el vértice de mayo a comandante en jefe del entero movimiento revolucionario, impuso su voluntad; los otros partidos la ratificaron. ¿Temían su caudillismo? Ahora tenían un rey, que dictó las reglas: bienvenida la unidad, en tanto sostengan la vía armada. Para aceitar el acuerdo, evitó mencionar la flamante alianza con los comunistas y anunciar medidas radicales: cada cosa a su tiempo. Auténticos y ortodoxos, ahora ya a la merced de Fidel, aceptaron a su candidato Manuel Urrutia como futuro presidente cubano. Con los pocos que se obstinaban en perseguir la vía electoral, fue amenazante: no lo aceptaré. Márquez Sterling, que había sido su docente y lo recordaba como un joven desequilibrado, prometió elecciones libres en caso de victoria en aquellas convocadas por Batista. Los hombres de Fidel intentaron matarlo.104
En tanto, sin embargo, había que defenderse: aplastada la huelga, Batista se aprontaba a la ofensiva final. Así lo creía. Fin de Fidel, la había llamado. Para resistir, Fidel contaba sobre el factor moral. Sabía que el ejército, sin el sostén estadounidense, estaba cansado de defender a un régimen desacreditado contra una guerrilla popular. Por lo tanto apuntó a la frustración. Caso típico fue el mayor Quevedo: había sido compañero suyo de estudios, lo contactó. Fue tan convincente que se pasó a su lado: como tantos, acabará en el exilio maldiciéndolo. Cuando liberó a los prisioneros con la mediación de la Cruz Roja, sedujo a todos. ¿Ven? Batista mata, Fidel tiene espíritu humanitario: todos pensaron aquello que él quería que pensaran.105
En junio, el ejército atacó sin lograr romper el frente. Tras setenta días de lucha teníamos novecientos hombres, dijo Fidel; la columna de Guevara, ciento cuarenta; la de Cienfuegos, noventa. ¿Posible que alcanzaran contra el ejército regular? La verdad es que fue posible porque el régimen ya no se mantenía de pie. Fue entonces que se produjo el primer choque con Washington: Fidel cortó los servicios a la base de Guantánamo y Raúl secuestró a cuarenta y nueve estadounidenses. ¿Para qué? Para algunos, Fidel golpeó cuando las bombas fabricadas en los Estados Unidos destruyeron casas matando a inocentes. ¿Pero por qué justo entonces, cuando los Estados Unidos estaban dejando caer a Batista? Él gritó al complot: era una maniobra de Batista y de Smith para justificar la intervención militar de los Estados Unidos. Inverosímil. Fidel puso a prueba el guion que desde entonces siempre utilizó contra Washington: a la protesta respondió que las amenazas eran inútiles contra “hombres dispuestos a morir en defensa del pueblo”. La Casa Blanca tuvo la primera ocasión para aprender: cuanto más atacara a Fidel, tanto más habría hecho su juego. Su fama de redentor se nutría de la invocación moral del pobre contra el rico.106
En realidad, desde Radio Rebelde, Fidel ya había apuntado el dedo contra los Estados Unidos: eran el sostén de los dictadores, enemigos de los “sinceros demócratas”. Eisenhower se indignó. La decisión de apuntar a Washington tenía cierta lógica: ahora Fidel estaba solo en el comando, podía ser menos prudente y tenía un nuevo aliado, el PSP, detrás del cual se recortaba Moscú. Eran los primeros pasos de Fidel dentro de la Guerra Fría, en busca de la protección que sabía que necesitaría contra los Estados Unidos. Pero la razón principal era que amenazaban su triunfo: insistían en buscar una tercera vía entre él y el régimen, debían ser acusados de ser los padres ocultos de la dictadura, los cubanos debían odiarlos. No por ello renunció a seducir a la opinión pública estadounidense, a introducir una cuña entre ella y la Casa Blanca. Una cosa, dijo, son “las intrigas de ciertos individuos”, otra los Estados Unidos con los que deseaba relaciones amigables. Funcionó: para liberar a los rehenes, Eisenhower negoció. Ya se había convencido que Fidel era un peligro pero ¿qué alternativas había?107