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25. Dos guerras
ОглавлениеFidel combatía dos guerras: una abierta, contra Batista; la otra oculta, contra los aliados. Quería voltear al régimen: de ahí la urgencia de acumular fuerza militar, pero también de hacerlo solo y de resultas, cortar las alas a otros líderes. Para el primer fin trabajó en su patria y en el exterior: pretendió siempre más armas y hombres de los militantes urbanos; golpeó a las puertas venezolanas donde la dictadura estaba cayendo. El otro fin lo alcanzó de diversos modos. Antes que nada empleó violencia contra quien todavía se batía por la vía electoral. Cuando Carlos Márquez Sterling se dijo dispuesto a participar en elecciones si eran vigiladas por observadores internacionales, Fidel hizo asaltar las sedes de su partido: no quería observadores extranjeros, que minaban la soberanía nacional, gritó indignado, él, que usaba a la prensa extranjera para la causa. Si hubiera habido elecciones y Márquez las hubiera ganado, admitió luego, adiós revolución. Después Fidel excomulgó a Pazos. Sabía de sus ambiciones presidenciales, por lo que cuando supo que en Miami había firmado un pacto con siete partidos comprometiéndose a disolver al ejército rebelde en el ejército regular tras la caída del régimen, bajó el pulgar: ¿cómo privarse del ejército con el cual planeaba edificar el nuevo orden? Para enterrar la maniobra, postuló a la futura presidencia a Manuel Urrutia, juez que se había batido contra Batista: al reparo de su respetabilidad, era inatacable.91
Fidel buscaba entre tanto aliados para gobernar el país tras el triunfo. Hacían falta cuadros competentes, disciplinados, organizados: sólo un partido los tenía y era revolucionario, el PSP. Los comunistas habían rechazado la vía armada pero ahora que daba frutos, cambiaron de parecer: en octubre de 1957 uno de sus dirigentes subió a la Sierra y fue el inicio de una nueva historia. Para Fidel fue un triunfo. ¿Mahoma, él, no había ido a la montaña? La montaña ahora venía hacia él. Tenían ideales en común, pero en caso de victoria habría sido él quien construyera el socialismo en Cuba así como él lo entendía y no el partido: poco materialismo científico, mucha catolicidad hispánica.92
Las piezas del rompecabezas estaban encastrándose: Fidel era la única alternativa a Batista. Pero haber vencido tantas batallas políticas no era haber vencido la guerra: faltaban algunas piezas. Aquella que era clave, era obvia: la guerrilla debía bajar de la Sierra. Pero de hacerlo no se hablaba: en sus laderas estaba el ejército. Hacían falta armas. Fue entonces, en enero de 1958, que se presentó la ocasión: en Caracas, donde Fidel era un ídolo de la juventud que como él combatía desde hacía años a una dictadura, cayó el régimen; se formó una junta militar decidida a restablecer la democracia; era obvio que desearan lo mismo para Cuba. ¿Por qué no ayudar a Fidel? Así se enviaron varias toneladas de armas con un puente aéreo entre febrero y diciembre de 1958. En marzo llegaron otras desde Costa Rica: armas para la democracia, especificó el presidente Figueres convencido por un sacerdote, el padre Benjamín Núñez: tenía confianza en Fidel. Cuando llegaron, Fidel enloqueció de alegría: amaba las armas, las probó todas, testeó los explosivos desventrando animales de granja. Ahora venceremos la guerra, decía. No recibimos armas desde el extranjero, dijo más tarde. Era falso.93