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III.

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Era este mancebo y gentil á maravilla; tenia los ojos negros y radiantes, la tez blanca y la barba bermeja, por lo que le llamaban Al-Hhamar (el Rojo); su corazon estaba sin mancha, y su prudencia sólo podia compararse á su valor; diestro y afortunado caudillo, como Aben-Aby-A'mer-Almanzor[17], le precedia en el combate el terror, la muerte moraba en el filo de su espada, y en pos de él volaba la victoria.

Nieto de reyes, ciñó á su frente las coronas de Jaen, Guadix, Arjona y Baza, y cuando su enemigo el desgraciado Aben-Hud, murió por la traicion del alevoso alcaide de Almería Abderraman; proclamado por los parciales de este, señor de la tierra; el walí de Jaen, Aben-Chalid, ganó por su parte á los granadinos, y al fin en la luna de Ramazan del año 635 de la Egira, Al-Hhamar ciñó sobre las coronas que poseia, la de Granada arrancada por el crímen de otro de las sienes de Aben-Hud.

Engrandecido por las bondades de Allah, Aben-Al-Hhamar era el único sosten de los muslimes en España.

Reformó las leyes en Granada, la hermoseó, y cuando despues de la conquista de Sevilla, volvió armado caballero por el noble rey de Castilla Ferdeland[18], se dedicó al engrandecimiento de los reinos que le habia dejado la espada vencedora del afortunado rey de los nazarenos, y despues de haber edificado mezquitas, fundado hospitales y fortalecido á Granada, construyó para su residencia el alcázar de la Alhambra[19].

Oid porque, segun algunos cuentan, se construyó aquel palacio, maravilla de las maravillas, el de los techos de sándalo y las cúpulas de oro, donde vaga la hada de los amores y al que defiende una coraza impenetrable de torres.

Historia de los siete murciélagos, leyenda árabe

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