Читать книгу Historia de los siete murciélagos, leyenda árabe - Manuel Fernández y González - Страница 7

IV.

Оглавление

Índice

Embebecido en esta plegaria no se apercibió el caudillo árabe de que las huríes habian desaparecido al reparar en él, huyendo á ocultarse en el fondo de la laguna. Pero cuando dirigió su vista al sitio donde se habian sentado, no encontrándolas creyó que sólo habian sido un delirio de su mente, y volvieron sus pensamientos tristes, como en una noche oscura, despues del pasajero brillo de un relámpago, vuelven las tinieblas.

—¡Oh! ¡mi alma! ¡mi alma! dijo Aben-Zohayr; he llevado mis kabilas al combate y vuelvo sin ellas á mi aduar: mis camellos se espantarán al verme volver sin mi corcel Rhadjih, y mis perros me ladrarán cuando noten la falta de mis hermanos, que no comerán más conmigo bajo el cuero de mi tienda el pan y la sal. No, no volveré. El árabe que huye cuando sus hermanos han muerto, es un cobarde; el caudillo que abandona los cadáveres de sus guerreros, incurre en el enojo del caudillo fuerte, del invencible, del grande sobre todos los valientes. ¡Oh! ¡mi alma! ¡mi alma!

Acordóse entonces de que habia olvidado la azalá de alajá (oracion de la noche) y su espíritu se contristó, porque Aben-Zohayr era un varon temeroso de Dios, y llegó á la fuente, hizo la ablucion y oró prosternado al pié de la palmera. Luego se levantó, rompió su espada que arrojó léjos de sí, y volviendo su corazon á Dios, le ofreció en expiacion de su cobardía, hacer en aquella gruta donde le habia conducido su ventura, la vida apartada y penitente de morabhita[4]. Comió algunos dátiles que cogió del suelo, quitó de su caballo una piel de tigre que le servia de silla, y extendiéndola en la gruta sobre un haz de yerba, arrojóse sobre ella y rendido por la fatiga se durmió.

Historia de los siete murciélagos, leyenda árabe

Подняться наверх