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Alimentación y cáncer de mama

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La estrecha relación entre alimentación y cáncer es algo que vienen evidenciando numerosos estudios desde hace décadas. Junto a los estudios de este tipo que ya hemos visto en el apartado anterior, podemos destacar, además, algunos de los más recientes, como el realizado por el Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM)14 y el Instituto de Salud Carlos III de Madrid, en el que han comprobado los patrones alimentarios de más de dos mil mujeres entre 2009 y 2014.

Los resultados de este extenso trabajo han sido claros: la llamada «dieta occidental», basada en un consumo elevado de alimentos muy procesados, grasas saturadas (trans), azúcares o harinas refinadas y bebidas azucaradas, es la peor dieta que podemos instaurar en nuestra vida cotidiana, y puede llegar a aumentar el riesgo de cáncer de mama en más de un 40 %. En cambio, los hábitos basados en la tradicional «dieta mediterránea», con un mayor consumo de frutas y verduras frescas, cereales integrales, legumbres, pescado y aceite de oliva, no solo reducen en un 30 % el riesgo de cáncer de mama, sino que, además, resulta especialmente beneficiosa en los tumores de mama más agresivos (los triple negativos),para los cuales no existe tratamiento preventivo con quimioterapia.

El estudio del GEICAM es el primero que relaciona dieta y cáncer de mama. Los resultados muestran un claro efecto protector de la dieta mediterránea en el subtipo de tumor triple negativo, que es generalmen te más agresivo.

Otra investigación, esta vez de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB),15 publicada en la revista Carcinogénesis, en 2010, comprobó que el consumo de aceite de oliva virgen (AOV) consigue frenar la progresión del cáncer de mama. Los científicos demostraron que el AOV se asocia a una mayor benignidad de los tumores mamarios disminuyendo la actividad del oncogén P21Ras, gen que favorece la proliferación descontrolada del proceso canceroso y estimula el crecimiento del tumor. Además, el AOV reduce la actividad de las proteínas Akt, las cuales evitan la apoptosis (el suicidio programado celular) de las células tumorales. Estos efectos del aceite de oliva hacen que el balance entre proliferación y apoptosis en la célula tumoral resulte a favor de la muerte celular, lo cual ralentiza el crecimiento del tumor.

Sin embargo, estos resultados no deberían sorprendernos tanto hoy, ya que una investigación anterior, llevada a cabo en Grecia, en la década de 1990, constató que las mujeres que consumían regularmente aceite de oliva virgen tenían un 40 % menos de tumores de mama que las que consumían otras clases de aceites o grasas saturadas.

Respecto al efecto beneficioso de la ingesta cotidiana de otros alimentos específicos en este tipo de cánceres, un estudio realizado por investigadores del Instituto Mario Negri de Milán, en 2013, y publicado en la revista Annals of Oncology, confirmó que el consumo regular de manzanas reduce de forma significativa el riesgo de padecer varios tipos de cáncer de mama, además del cáncer bucal, de esófago, colorrectal, ovárico y de próstata.

Asimismo, en 2009, un grupo de investigadores australianos llevaron a cabo un estudio16 que constató que las mujeres chinas que consumían a diario un mínimo de diez gramos de setas (maitake, shiitake, reishi y champiñón del sol) reducían las probabilidades de desarrollar cáncer de mama en un 64 %. Y las que, además de setas, tomaban regularmente té verde reducían el riesgo de tumores mamarios en un 89 % (algo que no es capaz de conseguir ningún otro hábito alimentario, y mucho menos la medicación antitumoral actual). De hecho, este estudio australiano no hacía más que confirmar los resultados de otro anterior,17 publicado en 2006 y dirigido por la doctora Shiuan Chen, del Beckman Research Institute, en Duarte (California), que había constatado que las mujeres chinas que consumían unos cien gramos (o menos) de setas y champiñones al día reducían de manera considerable la probabilidad de padecer cáncer de mama.

Crucíferas como coles, coliflor, brócoli, rúcula, berro,

rábano, nabo y mostaza, aceite de oliva virgen,

manzanas, setas, nueces, ajo… Los alimentos que

ayudan a prevenir el cáncer son innumerables.

En la misma línea, en Estados Unidos, investigadores del Moores Cancer Center (integrado en los servicios de salud de la Universidad de California, en San Diego) constataron, en junio de 2014,18 que las dietas con una menor ingesta de azúcares y harinas refinadas contribuyen a disminuir de manera considerable el riesgo de recurrencia de cáncer de mama entre las mujeres con un factor de riesgo añadido, porque su tejido tumoral es positivo para la proteína IGF-1 (que estimula el crecimiento de las células y, por tanto, puede favorecer el desarrollo tumoral).

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