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Qué dicen los expertos
ОглавлениеSobre alimentación y cáncer
Entre las muy diversas fuentes expertas que he utilizado para la elaboración de este libro, destaco al epidemiólogo Carlos Alberto González, de la Unidad de Nutrición y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología, posiblemente uno de los más prestigiosos investigadores españoles (de origen argentino) en la realización de estudios que relacionan alimentación y tumores cancerígenos. Carlos González ha sido el coordinador para España del proyecto EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition), que lleva ya quince años realizando un seguimiento a casi medio millón de personas en diez países de Europa.
Este eminente investigador insiste en que la prevención del cáncer no pasa por productos o recetas milagrosas, sino solo por un estilo de vida y una alimentación más saludables. Sus palabras resuenan contundentes: «Hay una abrumadora evidencia de que la dieta reduce el riesgo de cáncer». Y, cuando se le pregunta por el estilo de vida que él recomienda para prevenir el cáncer, responde: «Eliminar el tabaco, consumir alcohol de forma moderada, hacer actividad física cada día, evitar el sobrepeso y la obesidad y, sobre todo, seguir una dieta mediterránea».
Sobre alimentación y envejecimiento
En la misma línea, Rosa López Monjil, coordinadora del grupo de trabajo de nutrición de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, afirma que «hay muchas investigaciones que han demostrado que llevar una alimentación saludable y mantener un estilo de vida activo se asocia con un menor deterioro físico y psíquico y con menos riesgo de padecer enfermedades».
Asimismo, Miguel Ángel Martínez, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), apunta que «conseguir un patrón de alimentación sano pasa, en primer lugar, por reducir [la ingesta]». Y puntualiza: «En muchos experimentos hechos con animales, la frugalidad de la dieta es lo que más se ha asociado con la longevidad. Por eso, en un mundo donde se rinde tanta pleitesía al hedonismo y habitualmente se come mucho más de lo que se necesita, lo primero es la reducción. […] Sobre todo, conviene reducir la ingesta de productos refinados y muy procesados, como bebidas azucaradas —no solo los refrescos, también los zumos envasados—, bollería industrial, dulces, mantequilla, nata, etc.». En cambio, insiste en que hay que aumentar el consumo de «frutos secos, aceite de oliva virgen, verduras y hortalizas frescas de todo tipo, legumbres o pan y cereales integrales. Y apostar más por el pescado que por la carne».
La mayoría de los estudios científicos insisten en que tomemos conciencia del hecho de que una dieta adecuada, el ejercicio y el buen descanso constituye la mejor prevención si queremos alejar de nuestra vida las enfermedades cardiovasculares y la diabetes, así como reducir el riesgo de padecer muchos tipos de cáncer.
Sobre cómo influye nuestra alimentación en la salud de nuestros hijos
Podemos ir aún más allá, y plantear que lo que comen los padres afecta también a la salud de los hijos concebidos. Según unos estudios publicados en la revista Nature,4 en el desarrollo de la diabetes de tipo 2 y la obesidad pueden influir factores no genéticos, como los hábitos de alimentación de los progenitores. Según Margaret Morris, que encabezó la investigación: «Hasta ahora se sabía que los padres obesos o diabéticos tienen un alto riesgo de transmitir esas patologías a sus hijos, pero es la primera vez que se demuestra científicamente cómo un factor no genético (el régimen alimentario paterno o materno) puede desencadenar un proceso diabético en la descendencia». Así, se ha constatado que los padres que comen en exceso y abusan de una dieta de alto contenido en grasas y alimentos refinados y azucarados aumentan el riesgo de concebir hijos con propensión a desarrollar diabetes de tipo 2 y obesidad.