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Reforma burocrática y reforma gerencial

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Bresser Pereira (59) señala que desde la Revolución Industrial se producen dos reformas administrativas fundamentales: la Reforma Burocrática o Reforma del Servicio Civil y la Reforma Gerencial. La primera marca la transición hacia la dominación racional-legal de la que nos habla Weber, y representa un momento fundamental del proceso histórico de racionalización burocrática. Mediante ella se instala una administración profesional y se crean una serie de instituciones que constituyen la administración pública burocrática. La segunda, por su parte, partiendo de la existencia de un Servicio Civil, desarrolla un conjunto de instituciones y de principios que hacen viable y dan origen a la administración pública gerencial. Dicho autor, afirma además que en los años ochenta, la preocupación fundamental de la “primera ola” de reformas fue la de promover el ajuste estructural de las economías en crisis, particularmente de aquellas altamente endeudadas y en desarrollo. Ya en los años noventa, cuando se percibe que ese ajuste no podría, en términos realistas, llevar al Estado mínimo, se produce la “segunda ola” de reformas. En tanto que en la primera ola la supremacía de la perspectiva económica lleva, en relación al Estado, esencialmente a una política de downsizing, en la segunda ola las reformas tienen carácter institucional. En 1999, Bresser Pereira decía que el proyecto fundamental era reconstruir o reformar el Estado recuperando su capacidad de gestión de gobierno. La “propuesta socialdemócrata” de Bresser Pereira, Maravall y Przeworski, a partir del análisis que hicieron sobre la crisis del Estado, consiste exactamente en reconstruir institucionalmente el Estado (60).

La Reforma Gerencial buscaba crear nuevas instituciones legales y organizacionales que permitieran que una burocracia profesional y moderna tuviera las condiciones de gerenciar el Estado brasileño. Esta reforma no subestimaba los elementos de patrimonialismo o de clientelismo que aún subsistían y subsisten en nuestro medio. Sin embargo, partía del supuesto de que a finales del siglo XX, cuando las técnicas de control gerencial y democrático ya fueran ampliamente desarrolladas, la mejor forma de combatir el clientelismo era ser gerencial; es decir, dar autonomía al administrador público, valorándolo por su capacidad de tomar decisiones, incluso de carácter político, en lugar de someterlo a un control burocrático vejatorio.

La reforma del Estado, y particularmente la Reforma Gerencial, consiste –señalaban los autores mencionados– más en una reforma institucional que en una reforma de gestión. Esta se basaba en la creación de instituciones normativas y de instituciones organizacionales que hicieran viable la gestión. En rigor, señalaban, toda reforma es una reforma institucional, que provoca cambios sustantivos en la estructura legal y organizacional. Hasta principios de los años noventa, cuando se hablaba de reforma administrativa en América Latina, se estaba hablando propiamente de Reforma Burocrática. Las “reformas administrativas” no eran otra cosa más que el esfuerzo en el sentido de implantar un servicio público profesional y fortalecer la burocracia, combatiendo así al patrimonialismo. De naturaleza distinta, pero igualmente equivocada, señalaban, es la confusión que existe entre la reforma administrativa y los cambios o mejoras de la gestión. Es una esperanza vana de administradores poco experimentados, imaginar que podrán alcanzar una fórmula para administrar que camine por sí sola, siempre en equilibrio. En la gestión, lo que se corrige hoy, se deshace mañana, o se torna obsoleto debido al surgimiento de hechos nuevos, exigiendo nuevas decisiones administrativas. Por esto, no cabe hablar de reforma de gestión. La tendencia creciente a la implantación de la gestión para la calidad en las administraciones públicas es un hecho auspicioso, pero que sólo se hace efectivo en la medida en que se realizan los cambios institucionales y sus correspondientes cambios culturales.

Sociología de las organizaciones Públicas

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