Читать книгу Ars docendi - Markus Daniel Meier - Страница 13
2. El modelo del transmisor-receptor: ajustando las antenas
ОглавлениеPero ¿qué hay exactamente en la botella en la imagen anterior? La enseñanza se puede entender como la divulgación de información. Un modelo más elaborado es entonces el modelo de transmisor-medio-receptor. Aquí, las lecciones ya no se comparan con la metáfora de una sustancia que se vierte de un recipiente a otro, sino con un dar y recibir de ambas partes. Esquemáticamente, esto se puede resumir de la siguiente manera.
FIGURA 3
MODELO INFORMÁTICO DE LA ENSEÑANZA
Fuente: elaboración propia.
En este modelo, el emisor está equipado con un “conjunto semántico”, como un lenguaje (especializado), en el que debe transformar activamente su conocimiento para que se vuelva transmisible. El mensaje codificado de esta manera se envía a los destinatarios, por ejemplo, verbalmente en un curso o por escrito en un artículo. Ahora los receptores tienen que descifrar activamente el mensaje utilizando su propio juego de caracteres. Cuanto mayor sea la intersección entre el conjunto de caracteres usados por el emisor y el receptor, más probable es que el receptor decodifique lo que el remitente ha enviado. En términos concretos, esto significa que debe encontrarse un equilibrio entre la complejidad lingüística del cifrado que es apropiado para el mensaje y la capacidad de decodificación del destinatario. Esta habilidad casi se puede caracterizar como una de las competencias centrales del arte de la enseñanza o ars docendi.
Un lenguaje de instrucción que “pasa por encima de las mentes de los estudiantes” es un obstáculo para la enseñanza tanto como lo es un lenguaje excesivamente simplificado y poco complejo utilizado para crear armonía grupal e ilusiones de comprensión.
En este modelo, rompiendo con el modelo del embudo, no solo envía información el profesor remitente, sino que también el alumno destinatario envía información de vuelta. Profesor y alumno no están limitados al idioma, sino que pueden, intencionalmente o no, enviar tanto mensajes lingüísticamente codificados como no verbales. Un ejemplo común de retroalimentación lingüística son preguntas formuladas por el emisor: “¿Qué quieres decir?”, y fallas que indirectamente dan retroalimentación al remitente: “¡Eso es demasiado difícil, profe, no entiendo!”. A menudo, estas respuestas tampoco son lingüísticas, como manipular el teléfono móvil o mirar por la ventana. También hay un contexto situacional y estructural, como el currículo de la asignatura o el tiempo o el espacio del evento, que también influye en la comunicación.