Читать книгу Tagherot - Mateo Fernández Pacheco Martín - Страница 10

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Diógenes no fue el primero con este nombre ni el último. Hay un Diógenes de Apolonia que vivió en el siglo v antes de Cristo y nació bien en Creta, bien en Frigia. Este es el filósofo del aire: las emociones del ánimo nacen de la mayor o menor facilidad que tiene el aire de mezclarse con la sangre. También hay otros Diógenes, de Esmirna; Diógenes de Oionanda; Diógenes de Seleucia; y siete santos mártires, entre ellos el obispo de Arrás, degollado por los vándalos; otro santo del mismo nombre martirizado en Macedonia; uno más perseguido por Diocleciano y otros asesinados en África y en Tomis del Ponto. En el siglo ii de nuestra era vivió un tal Diógenes Antonio que escribió una novela de veinticuatro libros y que se titula De las cosas increíbles que se ven más allá de Thule. También hay un general cartaginés que peleó con el romano Escipión Emiliano.

El Diógenes más conocido es el que llevaba un farol encendido en Atenas en pleno día: «Busco un hombre», decía. Dormía envuelto en su túnica, dentro de un tonel, y comía, bebía y conversaba en cualquier lugar. Según Montaigne, también hacía otras cosas como masturbarse, orinar y defecar sin importarle gran cosa la presencia de otras personas. Cuando le preguntaron por qué comía en las calles y en las plazas, respondió que también sentía hambre en esos lugares.

Diógenes tenía un cuenco para beber, pero después de ver a un niño que lo hacía en el hueco de la mano, lo arrojó al arroyo. Era pobre, expatriado, mendigo, excéntrico y cínico. La raíz de esta última palabra tiene relación con la palabra «perro» en griego, como insulto. Había nacido en el 414 antes de Cristo, y su padre era falsificador de moneda, él mismo le ayudaba, por lo que fue desterrado. En realidad esto es mentira, el oráculo de Delfos dijo a Diógenes: «Reforma las costumbres», paracharaxalto nómisma, que algunos tradujeron por «Vuelve a acuñar moneda».

El cínico fue discípulo de Antístenes en Atenas, pero le hacía la puñeta afirmando que no creía en lo que enseñaba, y que él era una trompeta (el maestro) para que la oyeran los demás, pero no se oía a sí mismo, pues su vida no estaba de acuerdo a su doctrina. Se dice que Diógenes era en realidad un esclavo comprado por un corintio, Xeniades, a unos piratas.

De Atenas pasó a Corinto después y allí vivía en un bosque de cipreses en la colina de Kraneión, donde tumbado o sentado tomaba el pelo a sus discípulos o a los curiosos. El ser un mendigo no le privó de tener un esclavo llamado Manes, no entendemos para qué. Diógenes era libre de espíritu, apreciaba a los humildes y detestaba a los poderosos. Este hombre singular murió o se suicidó con cerca de noventa años y, según algunos, el mismo día que murió Alejandro. En su tumba se colocó sobre una columna un perro esculpido con mármol de Paros.

A la India, con Alejandro, llegó también Pirrón, otro filósofo, nacido en Elide o Elis, en el Peloponeso. Allí se encontró con los yoguis, con los sabios gimnosofistas, maestros que alcanzan la sabiduría por medio del cuerpo. Pirrón era un escéptico, un buscador: el pensamiento se expresa mediante la duda, la inexistencia de verdades absolutas; por tanto, es imposible saber si una proposición es verdadera o falsa. Los hombres están sujetos a elementos subjetivos que condicionan su manera de interpretar la realidad. Les diré algunos: la salud, el miedo, la vejez, el odio, la abundancia y la pobreza, el amor, el dolor, la alegría. La epojé, la duda, puede llevar al escepticismo y este a la aphasia, el silencio. Sabemos de Pirrón por un discípulo, Timón. Según este, conocía a los atomistas y megáricos, a los sofistas y a los socráticos. Moralmente, la razón se funda en la costumbre. Por último, la verdadera dicha está basada en la adiáfora, en la ataraxia y en la apazeia, es decir, en la indiferencia, la inacción y en definitiva, la impasibilidad.

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