Читать книгу Tagherot - Mateo Fernández Pacheco Martín - Страница 12
ОглавлениеEl último libro del Nuevo Testamento es el Apocalipsis. Esta palabra en griego se puede traducir como «quitar el velo» o «revelar». Se escribió a finales del siglo i, seguramente entre los años 95 y 96, de esto tengo más dudas, cuando el malvado emperador romano Domiciano torturaba y asesinaba a los cristianos. Fue escrito por Juan en la isla de Patmos, donde estaba desterrado; este Juan puede o no ser el autor del cuarto Evangelio. Ciertas iglesias cristianas no lo incluyeron en el canon hasta el 950 de nuestra era.
Para poder entender algo o mucho de los textos deberíamos conocer los símbolos, que pueden ser cifras, figuras de animales, colores, imágenes del cosmos, así como otros que vienen del Antiguo Testamento. No les voy a decir todos, pero sí algunos.
Cuando se habla de «tres y medio», se está hablando de un tiempo delimitado, finito, terrenal.
Cuando se habla del «cuatro», se representa el universo, los cuatro confines de la tierra y de los astros. Cuando se quiere expresar una masa infinita de personas, los elegidos, se cuentan 144 000.
El color blanco significa pureza, dignidad, hay un caballo blanco.
El color negro, miseria, hambre, desgracia, hay un caballo negro.
El color rojo es violencia, guerra, sangre derramada; también hay un caballo bermejo.
El color amarillo, verduzco, es granizo y fuego. Este caballo no me gusta nada.
Hay otros colores que no suponen que haya ningún caballo, el color púrpura, el color escarlata: son los colores de la lujuria y el desenfreno.
La mujer, el dragón, la ramera y la bestia son otros símbolos interpretados por los exégetas preteristas, los historicistas, los futuristas y los idealistas. En el Apocalipsis figuran los gobernantes corruptos y malévolos, crueles, representados como bestias, como escorpiones y también como señales funestas en el cielo y cursos de agua extraviados y caóticos. Sin embargo, los leones dormidos, los árboles frondosos son los símbolos del maltratado pueblo cristiano. El fin está cerca, y luego habrá cielos y tierra nueva para los buenos, en la Gloria, tras la segunda venida de Jesucristo; algunos dicen que Jesús ya volvió.
Se cree que el autor del Libro es el hijo de Zedebeo, pero puede ser otro Juan, llamado el Anciano. Marción, hereje del siglo ii, negó que el Libro fuera de san Juan, así como la secta de los álogos. Era una impostura para Cirilo de Jerusalén, Gregorio de Nazianzo y para Teodoro de Mopsuesta.
El Apocalipsis se escribió en cualquier caso en Patmos, una de las islas Espóradas, al sureste de Icaria, cerca de Samos, frente a la costa turca. Espóradas significa dispersas. La visión de la isla pudo impresionar a Juan. En una foto en blanco y negro vemos un islote volcánico, rocoso y desolado, árido, en mitad de la desesperación. Cerca, flotan en el Egeo: Kos, Kalymnos y Leros.
Una mujer, Jezabel, viene a turbarnos. Según el Apocalipsis es la mujer de un rey de Israel, Acab, y lo incita a la inmoralidad, a la adoración de falsos dioses, de ídolos. Mientras, vive y hace vivir una vida de promiscuidad sexual. Un profeta, Elías, anuncia que manchará con su sangre la viña de Naboth (había persuadido a su esposo para que acabara con él y se quedara con la tierra). El caso es que tras una vida de fornicación, sacrificios a los ídolos y otros pecados, Jehú, un nuevo tirano, manda a los eunucos que la arrojen por una ventana del castillo o palacio, es arrastrada hasta la viña y allí es devorada por los perros. No sé dónde he leído que en tiempos de Juan «existía una influencia satánica considerable en Asia Menor».
En el último libro de la Biblia aparecen ángeles que tocan las trompetas del fin, y caen sobre la tierra mortíferas plagas, dragones de siete cabezas y diez cuernos y diez diademas, la Gran Prostituta embriagada de la sangre de los mártires, Satanás, y también el Cordero y el Libro de los Siete Sellos. Intervienen los veinticuatro Ancianos, y se muestran entre truenos y relámpagos los cuatro seres vivientes llenos de ojos, el arco y la corona.
Que Dios nos perdone.