Читать книгу Tagherot - Mateo Fernández Pacheco Martín - Страница 14
ОглавлениеEn la Antigüedad, creo que algunas personas disponían de mucho tiempo o, tal vez, era la necesidad la que hacía espabilar a los pueblos. Uno de los primeros lenguajes, si no el primero, es el jeroglífico, empleado por los egipcios desde aproximadamente la IV dinastía; esto no fue ayer por la mañana, sino hace cinco mil años. La I dinastía empieza en el año 5500 antes de Cristo, año más o menos, según Petrie. A partir de ahí se suceden treinta que se reparten en cincuenta siglos. El primer faraón, por tanto, o el jefe de aquel tiempo remoto, vivió hace siete mil años junto al Nilo.
En los jeroglíficos egipcios cada signo no tiene un valor independiente, sino simbólico. Al interpretarlos de otra manera basados en textos de Amiano Marcelino (siglo iv), se llega a conclusiones disparatadas o monstruosas. A partir del siglo xvii surgen numerosos intérpretes que complican aún más la cuestión: Pierio Valerius, Miguel Mercati, Warburton, Zoega. Este último cifró los signos en 958 caracteres divididos en siete órdenes. En el fuerte de San Julián de Rosetta, en 1798, durante la ocupación francesa, un capitán de artillería, Bouchard, encuentra una piedra o una losa con inscripciones de arriba abajo de un mismo texto en alfabetos jeroglíficos, demóticos y griegos. Corresponde a lo que dijeron los sacerdotes de Tolomeo Epifanes en el 196 antes de Cristo. Es estudiada por Champollion, que da con la clave para su interpretación, y abierta esta puerta, otros egiptólogos avanzan en las escrituras hieráticas y demóticas.
En 1866, Lepsius halla otra losa con un texto íntegro de un decreto escrito en tres lenguas, el llamado Decreto de Kanopos.
Les daré una pequeña relación de sabios interpretadores de jeroglíficos: Barchardt, Budge, Deveria, Erman, Guiyesse, Lauth, Maspero, Revillont, Schiaparelli, Stern. Los signos están esculpidos en la piedra, grabados y también pintados. Para escribir usaban el cálamo, una pluma de ave o de metal. Si ustedes son muy curiosos pueden intentar descifrar la escritura etiópica, que lo está a medias, o la cursiva etiópica, que hasta ahora sigue sin entenderse. Pero también pueden leer el Libro de los Muertos, Totenbuch der eegypter nach dem hieroglyphischen papyrus in Turin, publicado por Lepsius en 1842. Está basado en el manuscrito que se encuentra en esta ciudad, con setenta y nueve tablas, y que en egipcio se llama Pert-em-hru. Puede traducirse por La salida del día, o más bien El Libro de irse alejando en el día o El Libro de irse alejando de día en día. Se conocen al menos tres versiones, la de Tebas, la de Saita y la Heliopolitana.
Tal vez lo más interesante de los jeroglíficos egipcios sean los signos ideográficos; por ejemplo, un muro inclinado representaba la acción de caer; un instrumento musical, el placer y la alegría de vivir; el firmamento era un tablero y debajo de este, una estrella. En casi todos los jeroglíficos había pájaros, y según estos miraran, así se leía, normalmente de derecha a izquierda. Además de grabados y esculpidos, los escribas dibujaban en papiros con tinta. El papiro es una planta que puede alcanzar los ocho metros de altura. En Londres, en el Museo Británico, además de la piedra Rosetta, tienen un rollo de papiro de casi cuarenta y un metros, descubierto por un tal Harris y que trata sobre los triunfos de Ramsés III.
Este papiro no se lo enseñan a casi nadie.