Читать книгу Tagherot - Mateo Fernández Pacheco Martín - Страница 6

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Capitulo 3

No todo el mundo sueña con algo que no existe. Puede que nunca haya corrido sobre la superficie de la tierra el unicornio, un caballo de fábula con un cuerno recto en mitad de la frente; es de color blanco, tiene la cabeza roja y los ojos azules. Parece un ser frágil, pero está dotado de fiereza (el cuerno es para algo); casi siempre escapa en el bosque con un salto prodigioso. Para Ctesias, que vivió más o menos en el año 400 antes de Cristo, era un asno salvaje; con el cuerno se hacían unos vasos que impedían el envenenamiento de los que en ellos bebían.

Plinio creía que era un caballo, pero con cabeza de ciervo y patas de elefante y, además, mugía de manera espantosa. Aristóteles, que sabía de todo, lo asocia al órix del Alto Egipto y al asno de la India.

Para justificar la inexistencia de algo inexistente, pero que muchos han citado o han visto con sus propios ojos, se cita al rinoceronte, que es una bestia pesada, y al narval, primo del delfín, y que no tenía cuerno, sino colmillo. Todo esto son tonterías. La verdad es que por supuesto que corrían por los campos al menos seis tipos de unicornios, según el naturalista del siglo xvii Jhonston, que no era ningún tonto, y dos de ellos tenían melena; los antiguos hebreos hablaron de este animal con la palabra r´em o reem, que se tradujo luego por monókenos, unicornis o rhinoceros. En realidad lo que significaba era bos taurus primigenius, el buey salvaje. Bueno, da lo mismo.

Al licorne, que es el nombre de este ser mítico en francés, no se le puede encerrar, muere de tristeza, según atestiguaron los santos Gregorio e Isidoro. Pudiera parecer de juguete, pero es peligroso, agresivo. A él lo que le gusta es reposar bajo los árboles entre las altas hierbas, escuchando el zureo de las palomas. Ahora bien, si el elefante, que según Plinio era su mayor enemigo después del hombre, lo provocaba, afilaba el cuerno en una piedra apropiada y se lo clavaba en el vientre, qué dolor, como una estocada.

Existen dibujos antiguos que representan a una doncella tendiendo los brazos al animal que escapa de los cazadores, ¿para qué los queremos? Este caballo loco alterna con mujeres semidesnudas al borde de lagos encantados, en bosques de lujurioso follaje. Perdón. En ocasiones aparece un guerrero que le da muerte, no se sabe por qué, mientras descansa adormilado junto a la doncella.

Después de cortarle el cuerno, con él se fabricaban cuchillos y vasos; si cortabas algo y surgía un licor de alarma, estaba claro; si bebías y no te envenenabas es que era un buen vaso, auténtico. Era la mejor manera de no morir en las comidas y dejar el reino o el ducado al cabrón de tu sobrino. Si a pesar de todo, uno se encontraba regular, debía tomar los Polvos de unicornio como antídoto, según dice Cervantes.

Vayamos más allá; el animal que vive tranquilo en lo más recóndito del bosque solo puede ser cazado por una doncella virginal, inocente, pura y casta. Tonta era la que pretendía ir de caza si no reunía estas condiciones, pues el ser del que hablamos, salía de entre los árboles y la atravesaba con su cuerno brutal, así son las cosas. Si piensa usted que una de las características de su manera de ser es la nobleza, o aun más, la noble altivez, puede dibujarse un escudo o un blasón con la figura del unicornio que luce en el escudo inglés.

¿Han estado en París? En el Museo de Cluny están los seis tapices llamados de la Dama y el Unicornio. En el primero, el animal está junto a una bandera con las patas delanteras en alto, saliente. Detrás, en una tienda que protege a la doncella figura la frase: A mon seul désir. Los otros cinco tapices son alegorías de los sentidos. Así, en el número cuatro, con la mano izquierda la doncella acaricia el cuerno mientras con la otra mano sostiene el estandarte.

Otra cosa: en 1450 Jean de la Rochefocauld y su esposa Marguerite de Berbezieux encargaron otros seis tapices para adornar las paredes de su castillo de Verteuil. Allí estuvieron quinientos años hasta que un traidorzuelo, Larcade, se hizo con ellos por poco, los llevó a los Estados Unidos y logró venderlos en 1923 por un millón de dólares de la época. Los compró un gran potentado con un riñón de oro, John D. Rockefeller. En estos tapices, aparece el del cuerno, solo, encerrado, cruzando un arroyo, atacando a un perro, acosado por leones, muerto por fin.

Un pintor francés, Gustave Moreau, que fuera maestro de Matisse, representó a dos unicornios complacidos junto a dos damas en un bosque frondoso. Una de ellas está de pie, con un vestido suntuoso, y pasa el brazo sobre el cuello del animal; la segunda doncella está reclinada sobre un lecho de flores, prácticamente desnuda, y otro animal y ella se miran con ternura a los ojos, al fondo se ve un lago en el que a muchos les gustaría bañarse.

Monoceros, el Unicornio, es también una constelación del hemisferio austral dibujada por Bartschius en 1624 en el globo celeste.

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