Читать книгу Tagherot - Mateo Fernández Pacheco Martín - Страница 8

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Hace más o menos 2500 años vivió en una colonia jónica de Asia Menor, Éfeso, un hombre llamado Heráclito. Se llamaba Jonia al Ática después de la invasión de los pueblos jonios, pero sobre todo a la región al otro lado del mar, en la actual Turquía, que abarcaba desde el río Hermus al norte hasta el Meandro al sur y sus islas adyacentes. La Liga Jónica estaba formada por doce ciudades: Focea, Clazomenas, Eritras, la isla de Quíos, Teos, Lebedas, Colofón, Éfeso, la isla de Samos, Priene, Míos y Mileto.

Se llama también jonia a una de las divisiones del pueblo griego, que pobló Eubea y la mayor parte de las islas del Egeo.

Aunque hay otros Heráclitos poetas e historiadores, el más conocido, o el menos, es el filósofo presocrático. Éfeso era el puerto natural de Sardes, la capital de Lidia. Los persas toleraban de una u otra manera la presencia de estos colonos, que eran sobre todo comerciantes. Desde el siglo xi antes de Cristo, vivían los griegos en esta región. El padre de Heráclito era rey, o más bien magistrado en la ciudad. Su hijo renunció a sucederle en este cargo a favor de su hermano. El filósofo, que luego fuera llamado el Oscuro, no sentía mucho aprecio por sus conciudadanos. Según él: «Los perros ladran a los que no conocen, el nombre del arco es vida, pero su obra es muerte, uno es todo, una armonía invisible es más intensa que otra visible».

Para Heráclito la vida es un juego que nunca termina, un niño que juega a los dados sin parar, o también, que mueve las piezas de un tablero. Es un incesante comienzo y término de las cosas, una relación entre vida y muerte.

No tenemos que entender todo, parece que Sócrates dijo que «lo que se entiende de su obra es excelente y lo que no se entiende creo que también lo será, pero necesita un buen intérprete».

Nada es, todo cambia, ser y no ser coinciden. Para el jonio lo único verdadero es el cambio, y los sentidos nos engañan. La naturaleza del mundo es el devenir, la noche y el día, la vigilia y el sueño. Sin dolor, no existiría el placer. Todo sale del fuego y vuelve al fuego, que es generador y destructor. Siempre ha existido el mundo y siempre existirá, sin principio ni fin. Este fuego puede ser también el éter, el aire cálido, la luz y la llama, tal vez el impulso, el alma. Después de todo, son nombres. ¿Qué podemos hacer? El hombre debe resignarse al orden universal: «Todo lo que es debe ser». El mundo es cambio, sucesión; los objetos son o parece que son.

Este pariente nuestro también dijo que «el camino que sube y el que baja es uno y el mismo» y, además, que «sobre los que se bañan en los mismos ríos fluyen siempre distintas aguas».

«Somos y no somos, porque vivir significa transformarse».

No hay que hacer caso a los que dicen que Heráclito a los sesenta años se cubrió de estiércol y se dejó devorar por los perros, ni a los que afirman que murió en los bosques donde se alimentaba de hierbas. Para él, sus conciudadanos no valían gran cosa, les llamaba «los durmientes».

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