Читать книгу Tagherot - Mateo Fernández Pacheco Martín - Страница 22
ОглавлениеEn el otoño del año 70 antes de Cristo, nació en un pequeño pueblo llamado Andes, y que ahora se llama Piétola, Publio Virgilio Marón, hijo de un alfarero al por mayor y de una liberta de nombre Magia. Su padre hizo un pequeño capital fabricando vasijas, y Virgilio pudo estudiar en Cremona, en Milán y en Nápoles a los clásicos griegos. En aquel tiempo no ocurría lo que ocurre ahora, así que además adquirió conocimientos de medicina, filosofía, astronomía y matemáticas. Virgilio era un portento, pero regresó entonces a su pueblo, cerca de Mantua, para administrar las tierras de su padre.
Allí escribió las Églogas, poco antes de tener que cruzar el río Mincio perseguido por soldados ladrones que ambicionaban su hacienda.
De modo que Virgilio fue a Roma y logró el favor del emperador Augusto y de su ministro Mecenas, que ordenaron le fueran devueltas sus tierras y además lo cubrieron de dinero. El poeta sabía lo que hacía y consiguió conmover a Augusto hasta las lágrimas con un poema dedicado a un joven muerto en la flor de la edad, Marcelo, de la familia Octavia. Este canto se llama Tu Marcellus eris, y al terminar el emperador regaló una suma escandalosa de sestercios al poeta. Un sestercio es una moneda romana de plata o bronce. La de plata vale dos ases y medio y pesa un scrupulus, es decir, 1 gramo con 137 milésimas. Otra cosa es el sertetium, campo al este de Roma, más allá de la puerta Esquilina, donde se daba muerte a los ciudadanos que habían caído en desgracia, cortándoles la cabeza, o a los esclavos rebeldes, crucificándolos. Siempre ha habido clases.
Como ser bondadoso tiene premio, Virgilio, que según todos además era sincero, agradecido y tolerante, recibió el sumo aprecio de su época. Parece que pertenecía al tipo de escritor maniático que nunca acaba, que pule, limpia, suprime, añade y rectifica lo escrito hasta que el texto está perfecto, aunque también se dice que sus versos eran espontáneos y llegaban sin esfuerzo.
Este hombre compuso una égloga dedicada a Galo, es decir, a su amigo Cayo Cornelio Galo. Este desdichado amaba desesperadamente a Volumnia, liberta de Volumnio Eutrapelo, a la que llamaba Lícoris, aunque antes había sido conocida por Cíteris. La verdad es que esta huyó con un nuevo amante que partía a la guerra contra los germanos en una expedición comandada por Agripa en el 716 (de Roma fundada). Galo también tenía tiempo para ser jefe del ejército del litoral, al que atacaba Sexto Pompeyo.
A partir de 714 Virgilio se dedicó en cuerpo y alma a componer la Eneida que habla del nacimiento, la grandeza y el esplendor de Roma. Para inspirarse, como podríamos hacer nosotros, viajó y vivió en Grecia, en Creta y Corfú, en Patrás y también en Atenas. De allí se lo llevó en mala hora por aguas turbulentas y traicioneras Augusto, que regresaba de sus campañas de Oriente, y al desembarcar en Bríndisi se encontró mal y subió al paraíso en el año 19 antes de que Jesús naciera en Belén.
Sus restos fueron llevados a Nápoles e incinerados cerca de Puteoli. En su tumba se colocó una inscripción que decía:
Mantua me genuit; Calabri rapuere; tenet nunc Parthenope. Cecini pascua, rura, duces, que se puede traducir como «Mantua me vio nacer, Calabria me retiene, ahora pertenezco a Nápoles. Canté a los pastores, a los campesinos y a los caudillos».
Virgilio está bajo un laurel que crece sobre la bóveda de ladrillo en la que fueron depositadas sus cenizas. No, aunque se arranque el laurel, vuelve a crecer espontáneamente. Es lugar obligado de peregrinación para los que quieren ser poetas. Está en el camino de Pansilipo, cerca de Nápoles. Cuando el Dante murió, el laurel se secó ese mismo día, pero Petrarca sembró otro, y Boccaccio en ese lugar decidió dejar el comercio y dedicarse a la lírica. En el nicho principal estaban en tiempos colocadas nueve columnillas de mármol representando a las musas, pero hace ya rato que han desaparecido.
Después de años de crueles guerras civiles, Virgilio compuso por sugerencia de Mecenas las Geórgicas, cantos que incitaban al regreso de los guerreros al cultivo de la tierra. De estas es aquel principio:
«Ara desnudo y desnudo siembra
en el invierno el labrador descansa».