Читать книгу La vida me debe una vida contigo - MJ Brown - Страница 13

Оглавление

3

Vicky

—Vicky, cariño, deberías irte a casa para descansar —escucho decir a mi madre en un susurro y sintiendo sus caricias sobre mi espalda. Abro los ojos y los froto para intentar ubicarme, una vez que lo consigo, intento recordar dónde y por qué estoy aquí.

—Ya lo hago —le digo con los ojos entreabiertos y estirando mi cuerpo. Esta maldita silla y esta angustia me tienen el cuerpo agarrotado. Pero no voy a quejarme, no. Si lo hago insistirán en que me vaya a casa y no quiero. Si Junior está aquí, yo también. No voy a separarme de él.

—Llevas semanas durmiendo en esta silla. No creo que sea lo mejor. —Ahora es mi padre el que habla, y también lo hace acariciándome la espalda.

—Quiero estar aquí cuando Junior despierte. Quiero ser la primera persona a la que vea cuando él abra los ojos —respondo con apenas un hilo de voz. Estoy tan cansada que apenas tengo fuerzas para hablar.

—Vicky, cariño. Los médicos han dicho que esta situación puede alargarse. —Es Aris el que me habla ahora, agachado frente a mí con las manos apoyadas en mis rodillas y con sus ojos clavados en los míos.

—No pienso irme de aquí. No pienso dejarlo solo. No voy a hacerlo —protesto desafiándole con la mirada—. Si fuera yo la que estuviera prostrada en una cama, él tampoco se separaría de mí —sentencio. Él pasa su mano por mi pelo en un acto de cariño y también con cierta compasión.

—Escúchame, Vicky. Deberías retomar tu vida. Regresar a Londres. Volver a tu trabajo. Te prometo que cuando Junior despierte te llamaremos. Te lo prometo. Serás la primera persona a quien avisaremos. —Es Elena quien me habla ahora. Ella acaricia mi cara y, después, hace lo mismo con mis manos, lo hace con delicadeza y con cariño. Mucho cariño.

Niego con la cabeza.

—No voy a irme. No quiero que nadie me llame cuando Junior despierte. No voy a volver a mi trabajo. No voy a regresar a Londres. No voy a hacer nada sin Junior. Nada —respondo de manera brusca.

Me levanto de esa silla donde paso los días y también las noches, atravieso ese pasillo que tan bien conozco ya y que, además, me lleva hasta la máquina de café que hay al fondo de él. Necesito tomarme uno. Estoy cansada y hasta las mismísimas narices de que todo el mundo me diga lo que tengo que hacer.

Vega me sigue. Me giro hacia ella alzando mis manos en señal de stop

—Necesito estar un rato a solas. Por favor —le suplico a mi amiga. Ella ignora mi súplica y sigue mis pasos por el largo pasillo que me lleva hasta la ansiada máquina de café.

—Vicky vas a caer enferma, cariño. Tienes ojeras. Has perdido peso. Y si sigues aquí también perderás el trabajo —me dice con una caricia en el un brazo.

—No me importa —respondo con la mirada perdida en el café que cae en el vaso en un intento de relajarme. Cualquier cosa me vale en estos momentos para evadirme de toda esta pesadilla.

—Pero a nosotros sí —susurra ella, acercando una mano hasta un mechón de pelo que se me ha soltado de la coleta para colocármelo tras la oreja.

—Me da igual lo que penséis vosotros —rebufo. Soplo el café y doy un sorbo.

—No creo que a Junior le gustara verte en estas circunstancias y estoy convencida de que él desaprobaría todas y cada una de las decisiones que estás tomando.

—Junior no puede decir nada al respecto, no vayas por ahí Vega, por favor.

—Estamos preocupados por ti nada más —insiste.

—Lo sé y os lo agradezco, pero necesito que me dejéis un poco de espacio, ya soy lo suficientemente mayorcita como para tomar mis propias decisiones —termino de beberme el café de un trago, deposito el vaso de papel en la papelera y enfilo de nuevo el largo pasillo hasta la habitación donde está Junior.

—Decidido hoy nos iremos todos a casa. Esta noche nadie se quedará aquí. En el hospital tienen nuestros números de teléfono y si se produce algún cambio nos lo harán saber —escucho decir a Aris, cuando Vega y yo nos acercamos de nuevo hasta la puerta de esa habitación en la cual llevo prácticamente viviendo varios días. Por no decir que, en realidad, vivo en ella.

Apenas falto tiempo de aquí. Apenas suelto su mano. Solo me separo de él cuando voy a casa para darme una ducha y cambiarme de ropa. Eso apenas me lleva una hora. Hay días que incluso menos. El resto del tiempo lo paso a su lado. Observando cómo su pecho sube y baja cuando respira. Vigilando que no deje de hacerlo. Con mis dedos entrelazados con los suyos. Y esperando. Esperando algún cambio, por pequeño que sea.

Junior está en coma tras aquel maldito golpe.

Tras aquella maldita caída sobre la lona.

Tras aquel fatídico día en el que iba a dejar el boxeo.

Desde entonces velo por él, día y noche.

Los primeros meses los pasé en la sala de espera ubicada frente a la UCI, con la nariz pegada a esa cristalera que se empeñaba en separarme de él. En separarnos. Esperando a que despertara y, por qué no admitirlo, también esperando a que no lo hiciera. Quería estar a junto a él tanto si ocurría una cosa como otra. Yo no quería que estuviera solo. Yo lo único que quería era estar a su lado.

Ahora mis guardias las hago sentada en una silla, bastante incómoda, por cierto, que hay junto a la cama de la habitación que le fue asignada unos días después de salir de la UCI.

A los tres meses de aquel fatídico día y, una vez que fue estabilizado y que el peligro mayor pasó, Junior salió de la Unidad de Cuidados Intensivos, sin tantos aparatos que sostuviera esa vida que durante un tiempo estuvo pendiente de un hilo y respirando por sí solo. Ahora solo queda seguir esperando a que Junior despierte, los médicos están convencidos de que lo hará, pero lo que no saben es cuándo ocurrirá. Por lo que ahora solo queda esperar..., esperar…, esperar…

En esta situación llevamos casi un año. Doce meses desde que él cerró los ojos y no volvió a abrirlos, desde que su pregunta se quedó sin respuesta. Un año…

La vida me debe una vida contigo

Подняться наверх