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Vicky

—Dígame —respondo al teléfono sin mirar quien me llama, lo hago adormilada y bastante confundida.

—Vicky… —me sobresalto al distinguir la voz de Aris diciendo mi nombre con la voz entrecortada y emocionada.

—Sí —respondo inquieta, incorporándome en la cama.

—Es…, es Junior, cielo.

Hago un silencio.

—¿Junior? ¿qué pasa? —consigo preguntar con el corazón latiéndome de manera desbocada en la garganta y a punto de salir despedido por la boca. Inspiro, cierro los ojos y me quedo de nuevo en silencio para escuchar a Aris, al tiempo que retengo todo el aire en mi interior y mientras suplico mentalmente que a Junior no le haya pasado nada. Que Junior no se haya ido. Que Junior no nos haya dejado. Que Junior no me haya dejado. «Por favor, por favor, por favor», me repito interiormente como si de una letanía se tratara.

—Junior… —vuelve a decir. Silencio. Trago saliva.

—Junior ha despertado, cielo —escucho al fin decir a Aris con la voz ronca por la emoción, después rompe a llorar y yo no puedo evitar hacerlo con él.

Suelto el aire que he estado reteniendo en mis pulmones sin ser consciente de que lo estaba haciendo y noto como mi corazón sigue latiendo de manera acelerada, pero al menos esta vez ya lo hace de nuevo en mi pecho. Llevo la mano que tengo libre hasta mi boca y sigo llorando emocionada, consiguiendo de ese modo deshacer ese nudo que he tenido en la garganta y que a punto ha estado de ahogarme.

—Busco el primer vuelo y voy —alcanzo a decir entre hipidos.

Salto de la cama, para buscar una pequeña maleta, abrir el armario y coger algo de ropa y así poder volar hasta él lo antes posible.

Son las cuatro de la mañana y estoy en Londres. Regresé aquí un año después de lo ocurrido. Finalmente me convencieron y yo misma entendí que era lo mejor al ser consciente de que no podía seguir entre aquellas cuatro paredes esperando para ver que ocurría con la vida de Junior y frenando la mía.

Regresé a mi trabajo y a mi vida aquí tras la insistencia de todos. Retomé mi vida en Londres haciéndoles prometer a todos y cada uno de ellos que me avisarían si se producía cualquier cambio, por mínimo que fuera, daba igual la hora o el momento. Ellos me llamarían y yo volvería al lado de Junior en cuanto tuviera la oportunidad.

Regresé convencida de que Junior algún día despertaría, que no se rendiría. Y tal y como yo les aseguré, él ha despertado. No se ha rendido. No lo ha hecho.

Regresé prometiéndome y prometiéndole, a él, que volvería a su lado siempre que pudiera y eso es lo que he estado haciendo durante todo este tiempo. Volver a su lado cada fin de semana.

Me he subido a un avión cada viernes para entrelazar mis dedos con los suyos, acariciar su pelo y besar sus labios y no dejar de hacerlo hasta el domingo, ese día en el cual me subía a otro avión para regresar a Londres y continuar con mi vida, mientras la suya se consumía en una cama.

Me he subido a un avión cada viernes para que me llevara hasta él, vigilar su pecho y así asegurarme de que seguía respirando.

Me he subido a un avión cada semana para volar hasta él, con la esperanza de estar allí cuando él abriera por primera vez los ojos y que cuando lo hiciera lo primero que viera fueran los míos.

Me he subido a un avión cada viernes llena de esperanzas, para regresar a Londres cada domingo con el corazón un poquito más roto, con todas y cada una de esas ilusiones un poco más perdidas. Unas esperanzas que lograba recargar a lo largo de la semana para volver a su lado repleta de ellas, como si fueran la batería de un teléfono móvil.

Cierro la maleta, confirmo que he recibido el billete en mi correo electrónico para el vuelo que he conseguido en un par de horas, llamo un taxi que me lleve hasta el aeropuerto y salgo de mi apartamento pensando en que no estaba equivocada al confiar en que Junior no iba a rendirse, que conseguiría salir de esta. Que Junior no me dejaría. Lo sabía. Siempre lo supe.

—El proceso de recuperación no será fácil. Nos queda un trabajo duro por hacer durante bastante tiempo. Pero de lo que sí estamos casi seguros es de que apenas le quedarán secuelas. Junior es fuerte y joven, todo esto juega a su favor. Estamos bastante convencidos de que volverá a ser casi la misma persona que era antes de lo ocurrido. Aunque debo advertirles de que nadie que ha superado un coma tan largo vuelve a ser el de antes. Solo les pido un poco de paciencia y también de prudencia. Sobre todo, paciencia. Lo importante es que Junior ha despertado. Otros se quedan en el camino. Es decir, nunca lo hacen.

Esas son las palabras que escucho cuando entro como un torbellino, arrastrando mi maleta, en la consulta donde están Aris y Elena junto al equipo de médicos que han estado atendiendo a Junior durante todo el tiempo que ha estado en coma. La palabra «casi» se repite en mi cabeza de manera insistente.

—Quiero verlo —acierto a decir aún sofocada tras correr por ese pasillo que se me ha hecho tan largo, por no decir interminable, mientras me retuerzo el pelo con las manos para después recogerlo en una cola de caballo con la goma que siempre llevo en una de mis muñecas.

—Todo a su tiempo, señorita —responde uno de los médicos, levantando una mano para pedirme así que mantenga la calma.

—¿Y usted es? —me pregunta otro, alzando una ceja.

—Vicky —respondo al mismo tiempo que lo hacen Aris y Elena—. Su prometida —aclaro entre dientes, mientras tomo asiento, aunque nadie me ha invitado a hacerlo. Las miradas de Aris y Elena se clavan en la mía.

—Íbamos… —cojo aire y rectifico—. Vamos a casarnos —susurro, mientras yo clavo la mía en la de ellos y retuerzo el asa de mi bolso entre mis manos nerviosas.

Nunca le he contado a nadie que Junior me pidió matrimonio aquel fatídico día antes de subir al ring. Trago saliva, entorno los ojos y cojo la mano de Elena, Aris hace lo mismo con la que me queda libre.

Y así, agarrados los tres de las manos, sintiendo la fuerza de unos en otros, nos subimos a una montaña rusa de sentimientos y esperanzas, mientras seguimos escuchando hablar a los médicos.

—Junior está bastante desorientado, en estos momentos, cosa muy normal en estos casos —aclara uno de ellos.

—Su cerebro ha estado demasiado tiempo sin actividad. Están haciéndole numerosas pruebas y por ahora los resultados obtenidos son favorables, el TAC no muestra nada anormal —continúa otro—. Pero debo advertirles que es probable que Junior no recuerde nada, puede que lo recuerde todo, o bien, que solo recuerde algunas cosas, el tiempo nos dirá que es lo que ha pasado con sus recuerdos. Por lo general, este tipo de pacientes suelen inconscientemente seleccionar algunos de ellos. Lo llamamos memoria selectiva.

»Esos recuerdos que quedan activos suelen estar relacionados con su infancia, el resto de ellos no desaparecen, pero se quedan almacenados en algún rincón de su cabeza. Con tiempo y también trabajando con las terapias adecuadas vuelven a recordar casi todo, por no decir todo—. El médico hace una pausa. Bebe un poco de agua de un vaso que tiene sobre la mesa. Doy un pequeño suspiro y me humedezco los labios, yo también tengo sed.

»Pero cada paciente es un mundo. Y aún no sabemos cómo evolucionará y responderá Junior.

»Es posible que ni siquiera recuerde quien es él y quienes son ustedes. Que no recuerde que iba a casarse. O tal vez lo recuerde todo y pueda retomar su vida donde la dejó. —Aris hace un amago de hablar, pero el médico le pide alzando una de sus manos que le deje continuar. Elena no dice nada. Elena solamente llora.

Yo me revuelvo en mi asiento cuando escucho al doctor decir todo esto y me estremezco solo de pensar en el hecho de que Junior no recuerde nada de su vida anterior al coma y me pregunto cómo afrontaremos la situación si así fuera, cómo nos enfrentaremos a ella.

—La parte física también es complicada, ha perdido masa muscular por la inactividad durante tanto tiempo, necesitará sesiones de rehabilitación que serán dolorosas; no les voy a mentir, tendrá que aprender a caminar de nuevo y tengo que ser sincero con ustedes una vez más, tal vez no vuelva a hacerlo, tal vez su vida quede relegada a una silla de ruedas.

Elena gime y yo lo hago con ella. Aris traga saliva de manera brusca y, por un momento, creo que él también se derrumbará y llorará como un niño junto a nosotras, sin embargo, no pierde su compostura. Y las palabras que dice a continuación me confirman que él está mucho más entero que nosotras y también más seguro de que Junior saldrá de esta situación.

—Sé que volverá a caminar y también sé que lo recordará todo. Junior es fuerte y logrará salir de esta. Nosotros le ayudaremos a hacerlo —dice de manera firme. Aprieto su mano para así hacerle saber que yo estaré a su lado, que yo le ayudaré en ese proceso.

—Estoy casi convencido de que así será, pero deben entender que yo tengo que hablarles también de las peores circunstancias que se pueden dar. Deben estar preparados para todo —concluye el doctor.

La vida me debe una vida contigo

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