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El funcionamiento de la dictadura estalinista:
una lógica de clan

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Al llegar a la cima, Stalin impuso su lógica de “clan”, policial y despótica. Una etapa decisiva en ese camino fue el nombramiento, a fines de 1930, de su colaborador más cercano, Viacheslav Mólotov, al frente del Consejo de Comisarios del Pueblo. “Por fin realizaremos –le escribió a su compadre– una perfecta unidad de las cumbres del Estado y del Partido, y eso reforzará nuestro poder”. Stalin desarrolló su concepción de un Estado limitado a un grupo restringido de “personas de confianza”. Los congresos se espaciaron,16 el Politburó –órgano director del Partido– se reunió cada vez con menor frecuencia en sesiones plenarias:17 las decisiones más importantes, que comprometían el futuro del país, eran tomadas en reuniones informales, que realizaba Stalin con sus colaboradores más cercanos en su oficina. Su sed de control conjugaba el rechazo de toda delegación de poder y un intervencionismo permanente y minucioso en todos los asuntos considerados importantes. Desde ese punto de vista, su dictadura personal parece estar en las antípodas de la dictadura hitleriana, fundada en el “principio carismático” del Führer y en un estilo de mando “neofeudal”, que les dejaba un gran margen de maniobra a los Gauleiter nazis en sus feudos regionales.

El perfeccionamiento de la dictadura personal de Stalin pasó por la eliminación de una gran parte de las élites políticas, económicas y militares provenientes de la primera generación bolchevique, la des­trucción de todos los vínculos políticos, personales, profesionales o administrativos generadores de solidaridades, que no se hubieran ori­ginado en una adhesión incondicional a su política y por la promoción de una nueva generación de dirigentes, que le debían su carrera y le eran absolutamente fieles. Ese proceso se desarrolló, en lo esencial, en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, y muy especialmente en 1936-1938, años del Gran Terror. La renovación de los cuadros fue espectacular: varias decenas de miles de responsables políticos, económicos y militares fueron detenidos y ejecutados. Al comienzo de 1939, 293 de los 333 secretarios regionales del Partido y 26.000 de los 33.000 altos funcionarios de la nomenklatura ocupaban sus puestos desde hacía menos de un año. Sin embargo, la eliminación y el reemplazo del 80% de los cuadros y dirigentes comunistas solo representaban uno de los aspectos de ese episodio, el más sangriento del estalinismo. Como lo mostraron los archivos recientemente desclasificados, el Guía, respaldado por Nikolái Yezhov, el comisario del pueblo del Interior, no solo fue quien ordenó los tres grandes procesos de Moscú contra los más importantes dirigentes bolcheviques que se habían opuesto a él en el pasado (Zinóviev, Kámenev, Bujarin, Rykov), sino que planificó los doce “operativos represivos secretos de masa” destinados a “eliminar para siempre a todos los elementos socialmente dañinos que socavan los cimientos del Estado Soviético” (Directiva de la orden Nº 00447 del 30 de julio de 1937).

En dieciséis meses (agosto 1937-noviembre 1938), más de un millón y medio de ciudadanos soviéticos fueron arrestados y condenados (más de la mitad, 800.000 personas, a la pena de muerte) por una jurisdicción de excepción, en el marco de esos “operativos de masa” programados sobre una base de cuotas regionales que indicaban la cantidad de individuos que se debía “hacer pasar a la 1ra categoría” (pena de muerte) o a la 2da categoría” (diez años de campo de concentración).

El siglo de los dictadores

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