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Un año para construir el Estado totalitario
ОглавлениеEn primer lugar, Adolf Hitler se dedicó a cumplir la promesa contenida en el último de los “25 puntos” del NSDAP:22 “La creación de un poder central poderoso”. Para construir el Estado totalitario, cuyos contornos dibujaba desde hacía más de diez años, el ex prisionero de Landsberg le tendió una trampa diabólica a Hindenburg, que no tenía demasiados momentos de lucidez, aunque en ella caerían también los medios conservadores que solo habían elegido a Hitler para alejar la amenaza comunista… Con la idea de enviarlo sin miramientos nuevamente a sus acuarelas una vez cumplida su tarea. El cálculo del nuevo canciller era sencillísimo: conseguir una disolución y convocar a nuevas elecciones legislativas. ¡Y justo antes de que estas tuvieran lugar, producir un hecho para asegurarse de que fueran las últimas que se realizaran!
El 2 de febrero de 1933, cuarenta y ocho horas después de la entrada de Hitler a la Cancillería, Hindenburg firmó el decreto de disolución del Reichstag y fijó la fecha del 5 de marzo para las nuevas elecciones. Pero cuando la campaña electoral llegaba a su punto más alto, en la noche del 27 al 28 febrero, el cielo de Berlín se tiñó de rojo: ¡el Reichstag estaba en llamas! Al amanecer, solo quedaban sus cenizas. Se acusó a los comunistas, ya que uno de ellos, un holandés llamado van der Lubbe, descubierto in fraganti, había confesado rápidamente. Sin saber que se habían encendido tres focos al mismo tiempo que el suyo…23
Esa misma noche, se cerró la trampa. Hitler le hizo firmar al presidente de la República la Reichstagsbrandverordnung (literalmente “ordenanza del incendio del Reichstag”), en virtud del artículo 48 de la Constitución de Weimar, que autorizaba al jefe de Estado a tomar todas las medidas necesarias para el restablecimiento del orden público. Entre ellas, la suspensión de los siete artículos de esa misma Constitución que garantizaban los derechos fundamentales del ciudadano alemán. Como consecuencia de ello, desaparecían ipso facto los principios de hábeas corpus, libertad de expresión y libertad de prensa, pero también el derecho de asociación y de reunión, al igual que la confidencialidad del correo y del teléfono, la protección de la propiedad privada y del domicilio. El mismo día, arrestaron a 10.000 personas, principalmente a comunistas, pero también a socialdemócratas y opositores de todo tipo. Para ellos se abrió en Dachau, en las afueras de Múnich, el primer campo de concentración del nuevo régimen, inaugurado el 22 marzo de 1933. La Reichstagsbrandverordnung, que supuestamente era provisional, siguió en vigor hasta 1945.
Sin esperar el resultado de las legislativas, Hitler le pidió a Hindenburg, y lo obtuvo, que la bandera negra, roja y oro de la República de Weimar fuera reemplazada por la cruz gamada,24 emblema del NSDAP desde 1920. El 5 de marzo, las elecciones le dieron a este último el 44% de los votos y 288 escaños y a sus aliados de la derecha y del centro la mayoría en el Reichstag… si bien no la de dos tercios que le permitiría, aritméticamente, obtener plenos poderes y abolir la república. Pero la intimidación haría el resto. Mientras los “camisas pardas” rodeaban la Ópera Kroll donde, a falta de un hemiciclo disponible, se había reunido el nuevo Reichstag, los diputados se sometieron, renunciando. El 23 de marzo de 1933, por 441 votos contra 84 (los de los comunistas) y 122 abstenciones, Adolf Hitler obtuvo plenos poderes gracias a una ley de habilitación llamada zur Behebung der Not von Volk und Reich, literalmente “por la eliminación de la miseria del pueblo y del Reich”. Una carta blanca absoluta, tres veces renovada, en 1937, en 1941 y luego en 1943, que le permitía al canciller ignorar al Reichstag, que quedó rebajado a un sello de goma.
Una vez abolida la Constitución de Weimar, ninguna fuerza legalmente constituida se opuso ya a la Gleichschaltung (“sincronización”) impuesta por Hitler, fuera de la oposición absolutamente teórica del presidente Hindenburg, cuya salud se degradaba día a día. El 31 de marzo, desapareció la estructura federal del Estado alemán y se procedió a una reorganización hipercentralizada, que llevó al nivel de los Länder los principios de la ley de plenos poderes. El 7 de abril, un decreto sobre la “restauración de la función pública” le permitió al gobierno expulsar a los funcionarios judíos o considerados enemigos del régimen. El 2 de mayo de 1933, se puso a los sindicatos ante la alternativa de ser disueltos o incorporarse al Frente Alemán del Trabajo (Deutsche Arbeit Front, o DAF) que los sustituyó, pero que también sustituyó a las organizaciones patronales, ante el espanto de los industriales que habían apoyado a Hitler.
El DAF, dirigido por el ingeniero químico Robert Ley, un orador apreciado por Hitler, que cerraba los ojos ante su alcoholismo y su tendencia al prevaricato, se ocupaba del control del cuerpo social por parte de la dictadura nacionalsocialista. Ilustraba el principio de la Volksgemeinschaft (“comunidad popular”) destinada a garantizar el progreso social “eliminando las causas de la lucha de clases”. Su columna vertebral era la organización del tiempo libre en el Reich, Kraft durch Freude (“La fuerza a través de la alegría”), que lanzó varios barcos de crucero de clase única, hizo construir muchos complejos balnearios (entre ellos, la gigantesca ciudad de Prora, en la isla de Rügen, en el mar Báltico) y permitió que millones de alemanes viajaran en forma gratuita y practicaran toda clase de deportes (incluso equitación y vuelo a vela, hasta entonces reservados a una élite)… La contrapartida de todo esto fue un sólido adoctrinamiento, por supuesto. En su pasivo: el Volkswagen (el “auto del pueblo”, también llamado KDF-Wagen), financiado a partir de 1936 con un préstamo forzado, del que se privó al 90% de los suscriptores como consecuencia de la declaración de guerra, que reservó ese vehículo para el ejército.
Paralelamente, el aparato represivo se racionalizó con la creación de la Gestapo (policía secreta de Estado) bajo el mando de Goering (antes de que Heinrich Himmler obtuviera, en 1936, el título de jefe de todas las policías) y la creciente cantidad de campos de concentración. El 14 de julio de 1933, el edificio se completó con la constitución del NSDAP como partido único, así como todas las organizaciones de juventud que existían se reunieron en la Juventud Hitleriana y los movimientos paramilitares provenientes de la República de Weimar en las SS o las SA.
Las SS, nacidas en 1925 como simple “sección de protección” (Schutzstaffel) del Führer, fueron dirigidas por Himmler a partir de 1929 y rápidamente se convirtieron en un Estado dentro del Estado, con sus propios servicios de policía y de inteligencia, y a partir de 1939, con un cuerpo de élite militar (las Waffen-SS), que lucharía en todos los frentes, no sin arrogarse un papel decisivo en la formación ideológica de los alemanes y en la implementación de la política racial propuesta por Hitler según los términos de las leyes de Núremberg de 1935.25 En cuando a las SA (Sturmabteilung o “Secciones de asalto”), que en 1933 contaban con 200.000 hombres y sin las cuales Hitler nunca habría ganado la calle frente a los comunistas, su papel declinó bruscamente después de la Noche de los Cuchillos Largos del 30 de junio de 1934, cuando el Führer se deshizo brutalmente de su jefe, Ernst Röhm, uno de sus camaradas de la primera hora, acusado de preparar un complot para destituirlo.
La realidad era sin duda más compleja. Röhm, partidario de la “revolución permanente”, le había advertido hacía mucho tiempo a Hitler sobre el “aburguesamiento” del Partido. Su prestigio entre sus adherentes más populares, especialmente los que provenían de las filas comunistas, empezó a preocupar al ejército, cuyo sostén era vital para el nuevo régimen… Pero al eliminar a ese personaje molesto, Hitler no había pensado solamente en su respetabilidad, incluso internacional: también respaldaba a Himmler y a los partidarios del racismo biológico a los que Röhm se había enfrentado desde el principio. Este giro político fundamental, cuyas implicancias ulteriores saltan a la vista, fue totalmente ignorado en aquel momento, al igual que otro aspecto, no menos capital, de la Noche de los Cuchillos Largos: la decapitación de la derecha alemana conservadora, encarnada por el ex canciller Schleicher, asesinado en la noche del 30 de junio al mismo tiempo que varios dirigentes de la corriente católica… Un detalle que los medios económicos tomaron en esa época como parte de las pérdidas y beneficios, demasiado felices al ver que el nuevo hombre fuerte eliminaba lo que quedaba de su ala izquierda.