Читать книгу El siglo de los dictadores - Olivier Guez - Страница 35
4 Adolf Hitler,
el demonio de Alemania Éric Branca
ОглавлениеMoscú, octubre de 1955. Dos alemanes con abrigos gastados suben bien custodiados a un tren con destino a Berlín. Salen de diez años de cautiverio en la Unión Soviética, seis de ellos, en el gulag. El primero, Otto Günsch, fue el último edecán de Hitler; el segundo, Heinz Linge, su mayordomo. Fueron ellos quienes quemaron, el 30 de abril de 1945, los cadáveres del Führer y de Eva Braun en el patio de la Cancillería rodeada por el Ejército Rojo. Günsche tiene cuarenta y dos años; Linge, treinta y ocho.18 Al verlos, se les daría sesenta. Antes de enviarlos a Siberia, el NKVD los había interrogado individualmente, día tras día, noche tras noche. Los incomunicaron y, para mantenerse con vida, habían tenido que decir todo lo que sabían del hombre al que ambos habían servido sin descanso, día y noche, uno durante cinco años y el otro, durante diez. Fue una tortura mental permanente, ya que la menor contradicción al relatar sus recuerdos se consideraba una mentira y era pasible de muerte. Esa táctica, establecida por el propio Stalin, tenía un solo propósito: disponer, para su uso personal, de informaciones de primera mano sobre la psicología de su difunto adversario. Este interés maníaco exigía no dejar en la sombra ningún aspecto de la personalidad de Hitler, desde sus lecturas, hasta los detalles de su vida muy privada, pasando por sus gustos alimentarios y las anécdotas de todo tipo que permitieran acercarse lo más posible a la verdad…
Esa investigación era una prueba de la fascinación patológica que sentía el dictador soviético por el hombre que en 1941 había acercado a la Wehrmacht a tiro de cañón de Moscú y, al año siguiente, había plantado la bandera de la cruz gamada en la cima del monte Elbrús, y produjo uno de los documentos más insólitos sobre el dictador nazi: el “Informe Hitler 462 A”, entregado a Stalin el 29 de diciembre de 1949. Eran 413 páginas dactilografiadas que solo fueron accesibles a los historiadores en 1991, al mismo tiempo que se abrieron los archivos del Partido Comunista soviético: se publicaron por primera vez en Alemania en 2006 y en Francia al año siguiente.