Читать книгу La marca del ángel - Perry S. W. - Страница 19

Оглавление

Elise se agacha junto a una encrucijada vacía, vigilante como la cierva del bosque. Está atenta a la presencia del diablo.

El diablo tiene muchos disfraces. Si puede adoptar la forma de una mujer o incluso de un ángel, entonces, ¿no le sería muy fácil tomar la forma del cochero que pasó por allí momentos atrás o de quien sea que venga después por el camino?

Solo hay unas pocas personas de las que Elise puede estar segura de que no son el diablo, y la viuda Alice Welford es una de ellas.

En los días previos a que Mary los llevara al Sombrero del Cardenal, Alice Welford los había cuidado a ella y a Ralph cuando Mary no podía o no quería. No, ni siquiera el diablo habría podido ingeniarse un disfraz de Alice.

Luego estaban aquellos a los que Elise había conocido en la jaula del diablo. Los descarta en su memoria: primero, las dos mujeres que permanecían abrazadas desde el amanecer hasta el ocaso. Una tenía las cuencas vacías donde deberían haber estado sus ojos. Llevaba un cascabel colgado de una cuerda alrededor de su cuello; tintinaba con suavidad mientras se mecía de un lado a otro y le sonreía a ciegas a la nada. Luego estaba el joven flacucho y encorvado que se pasaba la palma de la mano por la mejilla sin cesar. Y también puede descartar al anciano de barba escasa y que tenía una sola mano, quien le había preguntado su nombre cuatro veces antes de que ella se diera cuenta de que se le olvidaba en el instante en que se lo decía.

Y, por último, la única persona que, para su sorpresa y deleite, conocía: Jacob Monkton, el muchacho de cara redonda de Scrope Alley.

—¿El ángel también te salvó, Jacob? —le había preguntado ella con inocencia.

Pero él simplemente la había saludado con ruiditos agudos, como si unos espíritus enojados estuvieran pellizcando su piel. Así se comportaba Jacob. La mayoría de la gente en Southwark lo llamaba “tarado”, aunque Elise sabía que era incapaz de matar a una mosca.

“No, ninguno de ellos podría haber sido el diablo”, piensa Elise, mientras se escabulle por la encrucijada y se adentra en los arbustos que hay más allá.

Pero eso no significaba que el diablo no estuviera en camino.

La marca del ángel

Подняться наверх