Читать книгу Obras morales y de costumbres (Moralia) IV - Plutarco - Страница 21

CUESTIÓN QUINTA [C]

Оглавление

De por qué se dice lo de «Eros hace a uno poeta»

Conversan SOSIO SENECIÓN Y OTROS

1. Por qué se dice lo de

Eros enseña a uno a ser poeta, aunque antes careciese de

musa 100

se investigaba en casa de Sosio, después de haberse cantado unos versos sáficos, donde Filóxeno 101 afirmaba que incluso el Cíclope curaba su amor con musas melodiosas. Se afirmó, por cierto, que el amor es diestro en favorecer la audacia y la innovación en todo, y así Platón lo llamó «lanzado» y «atrevido en todo» 102. Pues, desde luego, hace locuaz al silencioso, solícito al tímido, y atento y [D] laborioso al despreocupado y negligente. Y de lo que uno más se admiraría: un hombre avaro y meticuloso, cuando cae en el amor, lo mismo que el hierro templado y ablandado al fuego, se torna delicado, flexible y más dulce, de suerte que no parece del todo ridículo ese dicho humorístico de que «la bolsa de los enamorados está atada con hoja de puerro» 103.

Y se afirmó también que el enamorarse es semejante al emborracharse, pues hace a los hombres ardientes, alegres y relajados, y cuando se convierten en tales, se dejan dominar por acentos musicales y especialmente rimados. [E] Incluso afirman que Esquilo componía sus tragedias mientras bebía y se entonaba 104. Y mi abuelo Lamprias 105, a la hora de beber, era más ingenioso y elocuente que nunca. Y solía decir que, de modo semejante al incienso, por el calor se elevaba como el humo. Y, realmente, con ser mucho el placer con que miran a sus amados, los encomian con no menos gusto que los miran, y es que el amor, siempre locuaz, lo es mucho más en los elogios. Ya que, al estar ellos tan convencidos, quieren que también todos se convenzan de que están enamorados de hombres hermosos y buenos. Y ésta también fue la razón que impulsó al lidio Candaules a arrastrar hasta su habitación a un sirviente para que contemplara a su propia esposa 106. Pues [F] quieren que otros les sirvan de testigos. Por ello, también, cuando escriben encomios de los hermosos, los adornan con cantos, versos y odas, como si embelleciesen estatuas con oro, a fin de que llegue a oídos de cuantos más mejor y se recuerde. Y, por supuesto, si dan a sus amados un [623A] caballo, un gallo o alguna otra cosa 107, quieren que el regalo sea hermoso y esté adornado exquisita y espléndidamente, y, sobre todo, cuando presentan un discurso lisonjero, desean que parezca agradable, brillante y distinguido, cual es el lenguaje poético.

2. Sosio, sin embargo, tras ensalzarlos, dijo que no se haría un intento fallido si se partiera de lo que Teofrasto dijo en Sobre la música 108, «pues hace poco, añadió, leí su libro y dice que tres son las motivaciones de la música: el dolor, el placer y la exaltación, ya que cada uno de estos sentimientos altera y desvía la voz de su tono habitual: las penas, en efecto, poseen un tono lastimero y quejumbroso propenso al canto, por lo cual a los oradores en [B] los epílogos y a los actores en los lamentos los vemos acercar suavemente su voz al canto y forzarla. Las alegrías extremas del alma de los más excitables por su temperamento, no sólo agitan el cuerpo, sino que también lo invitan a un movimiento rítmico, cuando saltan y aplauden, si es que precisamente no pueden danzar:

delirios y gritos de exaltados con violenta agitación del

cuello,

según Píndaro 109. Los hombres de gusto, en cambio, cuando [C] se encuentran bajo este sentimiento, aprestan sólo su voz para cantar y declamar con rima y musicalidad. Pero especialmente la exaltación aleja y aparta al cuerpo y la voz del tono habitual y acostumbrado. De ahí que los delirios báquicos se sirvan de ritmos, y emitir oráculos en verso 110 sea posible a los inspirados por la divinidad, y a pocos en estado de delirio se les pueda ver hablar sin rima y musicalidad. Y siendo esto así, si tú quisieras examinar y comprender perfectamente al amor desdoblándolo bajo los rayos del sol, «encontrarías que no hay otro sentimiento que contenga penas más punzantes, ni más intensas alegrías 111, ni mayores éxtasis y delirios, sino que, como la ciudad de Sófocles, el alma del hombre enamorado está llena:

[D] A la par de inciensos

y a la par de peanes y gemidos 112.

»Por ello, no es nada extraño ni sorprendente que el amor, que contiene en sí y comprende a todas cuantas son las motivaciones de la música: pena, placer y exaltación, sea, además de ruidoso y locuaz, favorable y propenso, como ningún otro sentimiento, para la composición de cantos y versos.»

Obras morales y de costumbres (Moralia) IV

Подняться наверх