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CUESTIÓN SEXTA
ОглавлениеSobre los abusos de Alejandro en la bebida
Conversan FILINO, PLUTARCO y otros
1. La conversación trataba sobre el rey Alejandro, en el sentido de que no es que bebiera mucho, sino de que empleaba mucho tiempo en beber y conversar con sus amigos. Pero Filino 113 les demostró que ellos decían tonterías, [E] basándose en las Memorias Reales 114, en las que de modo muy continuo y frecuente aparece escrito: «está durmiendo este día a consecuencia de la bebida», y, a veces, «también el siguiente». Por ello, era más bien perezoso para las relaciones sexuales, pero fogoso y apasionado, lo que precisamente es propio del calor corporal. Y se dice, incluso, que de su piel emanaba un olor muy agradable, hasta el extremo de inundar sus túnicas de una fragancia aromatizante, lo que en sí mismo parece también ser propio del calor. Por ello, igualmente, los lugares más secos y cálidos de la tierra producen la canela y el incienso 115. [F] Teofrasto 116 afirma, por cierto, que la fragancia se origina por cierta cocción de cosas húmedas, cuando por el calor se elimina lo perjudicial y superfluo. Y parece también que Calístenes 117 se granjeó su enemistad, porque le desagradaba compartir su mesa a causa del vino puro, ya que incluso al llegarle la gran copa llamada de Alejandro [624A] la rechazó, afirmando que no quería por beber de Alejandro precisar de Asclepio. Esto, en suma, en lo que toca a los abusos de Alejandro en la bebida.
2. Y afirman de Mitrídates 118, el que guerreó con los romanos, que en los certámenes que celebraba estableció premios para quien más bebiera y comiera, y que él venció en ambos, y que, en definitiva, era el que más bebía de los hombres de su época, por lo que llegó a apodársele Dioniso. Nosotros dijimos que esto, lo referente a la causa del apodo, era una de esas cosas que se creen a la ligera, pues cuando él era niño un rayo quemó sus pañales, pero no tocó su cuerpo; una señal del fuego simplemente le quedó en la frente, que él ocultaba bajo el cabello; y, ya de [B] mayor, al caerle, de nuevo, mientras dormía, un rayo en su habitación, le pasó al lado y atravesó el carcaj colgado encima abrasando las flechas. Por ello, los adivinos revelaron que su fuerza principal radicaría en el ejército de arqueros e infantería ligera, en tanto que la gente lo denominó Dioniso a consecuencia de los rayos recibidos por ambos en circunstancias similares 119.
3. Después de esto, la conversación recayó, de nuevo, sobre los que beben mucho. Entre ellos colocaron al púgil Heraclides, coetáneo de nuestros padres, a quien los alejandrinos llamaban cariñosamente «Heraclidita» 120. Éste, como carecía de un compañero de bebida que le resistiera, invitaba a unos al aperitivo, a otros a la comida, a otros [C] a la cena y a algunos, por último, a una bacanal. Y cuando se retiraban los primeros, los segundos se le unían, y así, sucesivamente, los terceros y cuartos. Y él, sin hacer pausa alguna, se las había con todos y soportaba hasta el fin los cuatro festines.
4. Y a uno de los que vivían con Druso, el hijo del César Tiberio, un médico que doblaba a todos a la hora de beber, se le cogió tomando previamente en cada ocasión, para no emborracharse, cinco o seis almendras amargas. Pero, privado de ellas y vigilado de cerca, no aguantaba [D] ni lo más mínimo 121. Por cierto que algunos creían que las almendritas tienen la cualidad de irritar y purificar la carne, hasta el extremo de que incluso suprimen las pecas de la cara. Por ello, cuando se toman previamente, con su amargor irritan los poros y causan una picazón por la que extraen de la cabeza la humedad evaporada.
A nosotros, en cambio, más bien nos parecía que la capacidad del amargor era desecante y disipadora de los líquidos. Por ello, para el gusto el amargo es el más desagradable de todos los sabores (pues las venillas de la lengua, según afirma Platón 122, como son suaves y más débiles, se tensan contra lo natural por la sequedad al disiparse los líquidos) y las heridas cicatrizan con los fármacos amargos, como el poeta afirma:
[E] Y encima puso una raíz amarga,
analgésica, tras triturarla con las manos, la cual 〈todos los dolores le suprimió; la herida se secaba〉 y cesó la
hemorragia 123.
En efecto, llamó correctamente desecante en poder a lo que es amargo para el gusto. Y parece también que las cremas de las mujeres, con las que eliminan el sudor, como son amargas para el gusto y astringentes, resecan gracias a la intensidad de su aspereza 124.
«En consecuencia, afirmé, siendo esto así, es natural que el amargor de las almendras ayude contra el vino puro al resecar las partes internas del cuerpo y no permitir que se dilaten las venas, con cuya dilatación y alteración, [F] afirman, sobreviene el emborracharse. Y un gran testimonio de mi afirmación es lo que ocurre con las zorras, pues si, tras haber comido almendras amargas, no beben, mueren al abandonarles los líquidos por completo.»