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IV. Autenticidad de su obra

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Y llegamos al problema más conflictivo de las Quaestiones convivales, el de saber si responden a conversaciones realmente mantenidas o no. Los que apoyan su historicidad se basan en que las precisas indicaciones ofrecidas por Plutarco sobre sitios, fechas y personajes72 en bastantes de los banquetes muestran que nuestro autor fue tomando notas de dichas conversaciones73 y, posteriormente, con el aditamento de fuentes literarias74 y la precaución de no afirmar nada que no correspondiera al carácter y formación de las personas puestas en escena, confeccionó su obra.

Y, a la inversa, los detractores de la historicidad, apoyándose en la carta de Cicerón75 y en que, al lado de las precisas indicaciones, existen «cuestiones» desprovistas de la más mínima alusión a sitios y personajes76, estiman que Plutarco, para la composición de su escrito recurrió, sobre todo, a las notas tomadas de sus lecturas, lo que, en última instancia, no significa que todas las «cuestiones» sean fingidas77.

Pues bien, tras el análisis interno efectuado por nosotros en estas páginas, tal vez se esperase que aportáramos una solución definitiva al problema, pero lamentablemente no podemos ofrecerla. Contra una historicidad a ultranza parecen abogar el caso ya citado de los jardines de Sóclaro y también la estructura de la obra, que despide olor a libro más que a la propia vida. En su favor parecen hablar las observaciones de la autora polaca Abramowiczówna de que Lamprias, en I 2, expresa su propia opinión y no la de Plutarco78, y el tema relativo a la visión antes estudiado.

Por otro lado, la utilización de fuentes literarias, puesta de manifiesto por Hubert79, no desmiente la historicidad, como bien ha mostrado Ziegler80. Súmese a todo ello que la afirmación de Plutarco, en la Introdución al libro II (629E), de que va a reproducir las conversaciones tal y como le vinieron a la memoria, se ve corroborada por los hechos, pues, aunque algunas cuestiones muestren entre sí una ilación clara, en el resto no se ve hilo conductor que agrupe en modo alguno las cuestiones. Además, que los banquetes eran una ocasión propicia para favorecer todo tipo de conversaciones entre los comensales, según su extracción social, como dice Plutarco en las Introducciones a los libros V (673A), VII (697E) y VIII (717A), no tiene nada de sorprendente en el mundo griego antiguo, ni tenemos por qué dudar de su veracidad.

Nuestra opinión personal es que, en los Symposiaká, hay un poco de todo difícilmente discernible. Se mezclan, creemos, recuerdos con auténticas disputas de escuela, cuyo denominador común es la justificación de una vida dedicada al platonismo y su profunda y sincera devoción a su fundador. La crítica interna, efectuada por nosotros a lo largo de estas cuartillas, muestra los fines y fuentes de la obra y, en último extremo, que las conversaciones —por su rígida estructura-jamás tuvieron lugar como Plutarco las transmite, sino que fueron sometidas a una profunda reelaboración; pero, como Fuhrmann81 lamentara, no puede confirmar si son o no históricas y, con toda honestidad, así lo hemos de reconocer.

Obras morales y de costumbres (Moralia) IV

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