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CUESTIÓN OCTAVA

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De por qué las personas de edad leen mejor de lejos que de cerca

Conversan LAMPRIAS, PLUTARCO y otros

1. A estas explicaciones descubiertas por nosotros para la cuestión anterior, parecía contraponérsele lo relativo a la vista. Pues las personas de edad leen los escritos apartándolos [D] lejos de sus ojos, mientras que de cerca no pueden.

Y esto lo insinúa Esquilo al afirmar:

Y tú [léelo] de lejos, pues de cerca sin duda no podrías.

Y, aunque viejo, sé un experto escriba 127.

Y más claro afirma Sófocles lo mismo respecto a los ancianos:

Y, en efecto, una lenta comprensión de las palabras con dificultad a través del oído obstruido avanzaba, y, aunque de lejos ve, de cerca, sin embargo, es totalmente

ciego 128.

Así, pues, si precisamente los sentidos de los ancianos responden mejor a la intensidad y brusquedad, ¿cómo es [E] que al leer no soportan la luz de cerca, sino que retirando el libro algo más lejos, atenúan la luminosidad que disminuye al mezclarse con el aire, lo mismo que el vino con el agua?

2. Pues bien, había quienes contestaban a esto, que retiran el libro de los ojos no por hacer la luz más tenue, sino como para recoger y abarcar más luz y llenar de aire radiante el espacio que media entre los ojos y los escritos. Otros, en cambio, se adherían a los que hacen converger los rayos de luz, pues, cuando de cada uno de los ojos se extiende un cono visual que tiene su vértice en el ojo y cuyo asentamiento y base abarcan lo percibido, es natural [F] que cada uno de los conos por separado se extienda hasta cierto punto 129; pero, cuando se encuentran más lejos y convergen el uno con el otro, hacen una sola luz; por ello, también, cada una de las cosas percibidas aparece como una, no como dos, aun cuando se hagan visibles a ambos ojos a la vez; la causa, sin duda, es la convergencia en el mismo lugar y la concentración de los conos, que de dos hacen una la visión. Y siendo esto así, las personas [626A] de edad, al colocar cerca los escritos, como los rayos no están aún fundidos, sino que con cada uno de ellos separadamente los tocan, los perciben con menos fuerza. Mas al retirarlos más lejos, como la luz está ya mezclada y se hace mayor, los distinguen mejor, como los que con las dos manos cogen al tiempo lo que no pueden con una.

3. Y mi hermano Lamprias que, por cierto, no había leído la teoría de Jerónimo 130, pero en la que él mismo por su talento dio, dijo que vemos por las imágenes que nos vienen de los objetos a la vista, que primero salen de gran tamaño y compactas, por lo que molestan de cerca a los ancianos, quienes poseen una visión lenta y rígida; pero, [B] al elevarse hasta el aire y coger distancia, las partes terrosas se rompen y caen, en tanto que las ligeras, aproximándose a la vista, se ajustan a los conductos sin molestia y con suavidad, de modo que alterándose menos las reciben mejor. Pues también los olores de las flores desde lejos nos llegan más perfumados, pero si te pones demasiado cerca, no perfuman tan limpia y puramente. Y la razón es que muchos elementos terrosos y turbios acompañan al olor y destruyen el perfume, si se recibe desde cerca; en cambio, de lejos, los elementos turbios y terrosos se desprenden y caen, pero su pureza y calor, debido a su ligereza, se conservan íntegros para la percepción 131. [C]

4. Nosotros, por nuestra parte, observando el principio platónico 132, decíamos que un flujo luminoso procedente de los ojos se mezcla con la luz que rodea a los cuerpos y adquiere consistencia, hasta el punto de que de dos se hace un solo cuerpo en todo absolutamente compatible; y el uno se mezcla con el otro en razón de su simetría y cantidad; pues no debe el uno, dominado por el otro, quedar suprimido, sino abocar conjuntamente en una sola capacidad, debido a que ambos se juntan en un punto medio con armonía y unión. Pues bien, como lo de las personas de edad avanzada, ya haya que llamarle corriente a lo que pasa a través de la niña del ojo o bien flujo luminoso o rayo 133, es débil y endeble, no se produce una unión con [D] la luz del exterior ni mezcla, sino una disolución y destrucción, a no ser que, retirando a gran distancia los escritos de los ojos, atenúen la excesiva luminosidad de la luz, de forma que no aparezca ante la vista abundante ni pura, sino de la misma naturaleza y proporcionada. Esto, precisamente, es la causa de lo que acontece a los animales nictófagos; pues su visión, que es débil, se ve inundada y dominada por la luz diurna, por no poder mezclarse con una luz abundante y fuerte a consecuencia de su débil y pequeño [E] principio; pero, ante una luz oscura y débil, como la de una estrella, despide un rayo suficiente y proporcionado, de suerte que éste colabora con aquélla y con su ayuda realiza la percepción.

Obras morales y de costumbres (Moralia) IV

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