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CUESTIÓN NOVENA 134

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De por qué se lavan los vestidos con agua potable mejor que con la del mar

Conversan TEÓN, TEMÍSTOCLES y PLUTARCO

1. Teón, el gramático, mientras comíamos invitados en casa de Mestrio Floro 134bis, le expresó a Temístocles 135, el estoico, su extrañeza de por qué Crisipo 136, que en muchas ocasiones hizo mención de afirmaciones ilógicas y extrañas, como es la de que «un pescado en sal, si se humedece con salmuera, se vuelve dulzón» 137, y la de que «los copos de lana responden menos a los que los desenredan por la [F] fuerza, que a los que los deslían con suavidad», y la de que «estando en ayunas se come con menos ganas, que habiendo comido antes» 138, de ninguna de ellas dio una explicación. Y Temístocles, después de decir que Crisipo las proponía simplemente a modo de ejemplo de la facilidad e irracionalidad con que nos dejamos arrastrar por lo verosímil y, a su vez, desconfiamos de lo que va contra [627A] lo verosímil, dirigiéndose a él le pregunto: «Pero, querido, ¿qué empeño tienes en plantearte problemas sobre estos temas? Pues si nos has salido investigador y estudioso de las causas, no acampes tan lejos de lo tuyo, sino di por qué causa Homero puso a Nausícaa lavando en el río 139, no en el mar, aunque estaba cerca. Y eso que, desde luego, éste es más cálido y, evidentemente, más claro y mejor para lavar.

2. Y Teón dijo: «Pero lo que nos has planteado lo resolvió Aristóteles hace tiempo mediante los elementos terrosos. Pues en el mar están diseminados lo espeso y lo [B] terroso y esta mezcla produce su salobridad 140. Por lo cual, también, el mar sostiene mejor a los nadadores y soporta los pesos, en tanto que el agua dulce cede por su ligereza y debilidad, pues es pura y sin mezcla. De ahí que se infiltre por su sutileza y, al atravesar el tejido, quite las manchas mejor que la del mar. ¿O no te parece que Aristóteles dice esto de forma convincente?»

3. «De forma convincente, dije yo, pero no verdadera, pues veo que espesan el agua con ceniza, soda 141 y, si éstos no están al alcance, muchas veces con polvo, ya que consideran que las materias terrosas pueden por su aspereza limpiar mejor la suciedad, en tanto que la propia agua por su sutileza y debilidad no lo realiza de igual modo. [C] Ahora bien, la densidad del agua del mar no impide en absoluto hacer esto ni colabora menos a la acción purificadora por su aspereza. Pues ésta, ensanchando y abriendo los poros, arrastra la suciedad. Pero, como todo lo graso es difícil de lavar y produce manchas, y el mar es graso, ésta sería fundamentalmente la causa de que no lave bien. Y que es graso también lo dice el propio Aristóteles 142. Las sales, en efecto, tienen grasa y a las lámparas las hacen arder mejor, y la propia agua de mar rociada sobre las llamas brilla con ellas, y de las aguas la que más arde es la del mar. Y, según creo yo, por esto es también la más cálida.

[D] »O, si lo queréis, de otro modo. Como el enfriamiento es el fin del lavado y lo que más rápidamente queda seco es lo que más limpio aparece, por tanto el líquido que lava debe irse con la suciedad, como el eléboro 143 con la enfermedad. Así, pues, el sol absorbe fácilmente el agua dulce por su ligereza, en tanto que la salada, retenida en los poros por su aspereza, es más difícil de secar.»

4. Y Teón, interrumpiéndome, dijo:

—Nada de valor dices, pues Aristóteles en el mismo libro 144 afirma que los que se lavan en el mar se secan antes que los que emplean el agua dulce, si se ponen al sol.

—Así lo dice, repliqué, pero pensaba que tú creerías, [E] más bien, a Homero, que afirma lo contrario. Odiseo, en efecto, tras su naufragio, se deja ver ante Nausícaa

horroroso, afeado por el salitre 145,

y a las doncellas dice:

doncellas, teneos a esa distancia, mientras yo mismo me lavo el salitre de los hombros 146,

y, bajando al río, limpiaba de su cabeza la espuma

limpiaba de su cabeza la espuma del mar 147,

con lo que el poeta comprendió extraordinariamente lo ocurrido; pues, cuando salen del mar y se ponen al sol, el calor se lleva por completo lo más fino y ligero de la humedad, mientras que lo salado y áspero es lo que se queda [F] pegado encima y permanece en los cuerpos como una costra salada, hasta que se la limpian con agua potable y dulce.

Obras morales y de costumbres (Moralia) IV

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