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Grupo interno

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Pichon Rivière (1971) reconoce en Freud al verdadero creador de la psicología social, aunque postula que su formación biológica y su consecuente teoría instintiva lo privó de dar pasos más decisivos en esa dirección. De todos modos, a mi entender la noción pichoneana de grupo interno entronca con el Freud de Introducción del narcisismo, Duelo y melancolía, Psicología de las masas y Análisis del Yo y El Yo y el Ello, para citar sólo aquellas obras del creador del psicoanálisis donde el concepto de identificación adquiere un sentido fundante y constitutivo del psiquismo del sujeto. Asimismo el parentesco con las contribuciones de Melanie Klein y sus seguidores, en sus postulados de un mundo interno de relaciones objetales en interrelación con los objetos externos es no sólo visible, sino una clara línea de derivación. Sin embargo, aunque en trabajos anteriores (op. cit., 1985 a y b) ya lo haya expuesto, vale la pena insistir acerca de los puntos de divergencia con estas contribuciones. Mientras que para Klein el motor de la dinámica psíquica surge de las ansiedades, y en última instancia de la vida instintiva, incluyendo el montante de envidia constitucional, jugando los objetos del mundo exterior un papel regulador, simplemente contingente, en la noción de grupo interno, en cambio, la dinámica la proveen también las fuerzas actuantes del campo social (Kurt Lewin, 1939) en el que cada sujeto está inmerso y en el cual debe satisfacer sus necesidades. De esta forma se establece una compleja relación dialéctica entre mundo interno y externo, tanto recíprocamente facilitantes como condicionantes. Es decir, la configuración del grupo interno es cambiante y dependiente de su interacción con el campo social así como la visualización de este último estará condicionado por la configuración del grupo interno. Concluiría que la postura teórica kleineana pone más énfasis en lo constitucional y en lo decisivo de las tempranas experiencias vitales. En cambio, utilizando la noción de grupo interno, esto no se desdice totalmente; sólo se hace más laxo en función de las posibilidades que brindan las experiencias vitales posteriores en cuanto pueden reforzar o rectificar los equilibrios condicionantes más o menos estables alcanzados durante el desarrollo evolutivo. El tratamiento analítico mismo constituye, en última instancia, una experiencia vital privilegiada que puede tomar un camino iatrogénico o terapéutico de acuerdo a que en el campo transferencial-contratransferencial se refuercen o rectifiquen respectivamente los mencionados equilibrios. Hablar en términos de equilibrio implica una reformulación del concepto clásico de los puntos de fijación en cuanto su consideración de estancamiento libidinal. Los equilibrios adaptativos incluyen a éste y son más abarcativos en tanto involucran el ajuste con otras instancias psíquicas y además con la realidad. David Liberman (1976, p. 65) expresa estos puntos en estos términos: “El conflicto actual, produce un estado de malestar y tensión, y determina una regresión hacia antiguas formas de adaptación que se denominan puntos de fijación; estos permanecen latentes durante el desarrollo y constituyen los factores predisponentes a uno u otro tipo de neurosis”.

En las pocas ocasiones en que aparece en su obra escrita, Pichon Rivière (op. cit., 1971, p. 172) se refiere a “estructuras vinculares que incluyen al sujeto, al objeto y sus mutuas interrelaciones” y al grupo interno “como la interacción entre objetos internos, en permanente interrelación dialéctica con los objetos del mundo exterior”. Podría definirse entonces al grupo interno como una concepción del psiquismo visualizado como un sistema de identificaciones en una conformación grupal que puede confrontarse e interactuar en una compleja dinámica con los diversos grupos sociales en los que cada sujeto está incluido.

En auxilio de esta descripción podría recurrirse al esquema gráfico aportado por Wisdom (1961). Este autor espacializa el self, según el modelo atómico, consignando un núcleo y diversas órbitas. Esto permitiría una visualización de un mundo objetal interno conformado grupalmente y en el cual los objetos nucleares y orbitales estarían en una constante movilidad trocando sus posiciones de acuerdo a su propia plasticidad y las posibilidades que el campo social admite. Los ingredientes identificatorios incorporados en el transcurso del desarrollo evolutivo entrarían en distintas combinaciones para constituir los objetos orbitales y nucleares en búsqueda de distintas formas de equilibrio con las fuerzas del mundo exterior. Si el sujeto está capacitado para tolerar y manejarse con las ansiedades resultantes de esta dinámica, su lectura de la realidad y su adaptación a la misma, será activa “transformando la realidad y transformándose con ella” (Pichon Rivière en Zito Lema, p. 86), en un movimiento en espiral de la retroalimentación. Si no se dan estas últimas condiciones, las ansiedades invaden y deben controlarse provocando la paralización del sistema con el consiguiente empobrecimiento de los intercambios entre el self y el mundo.

Por consiguiente, siguiendo este razonamiento, el camino terapéutico en un tratamiento psicoanalítico podría representarse, en términos muy amplios, como aquel que al permitir resolver las ansiedades –en la nueva perspectiva vivencial que abre el campo transferencial-contratransferencial– ponga el sistema nuevamente en movimiento.

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