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Interpretación y estilos
ОглавлениеSurge ahora la pregunta acerca de si al considerar el proceso analítico como una sucesión de diálogos, dejaba indemne nuestra tradicional forma de concebir la interpretación. Obviamente, esta pregunta conlleva a una más ambiciosa y controvertida, referida a la acción terapéutica del psicoanálisis. Debemos reconocer que la diversidad de escuelas psicoanalíticas reconocidas, admite posturas que visualizan su praxis de manera muy distinta, y a veces hasta polares. De esto modo, podemos reconocer aquellas que postulan el psicoanálisis como una tarea de desciframiento de un lenguaje oculto (modelo arqueológico), hasta aquellas que enfatizan la reedición de la experiencia emocional reactivada regresivamente por el proceso terapéutico, en búsqueda de una salida inédita para un viejo conflicto repetitivo.
Por otra parte, no es fácil hablar de interpretación en un sentido unívoco, puesto que la variedad que se describe de ella suele ser tan numerosa como compleja.
Tomemos como ejemplo un estudio epistemológico de las interpretaciones freudianas, realizado por Lores Arnaiz (1977/9). En él enumera:
interpretaciones de reconstrucción histórica;
interpretaciones de reconstrucción vivencial;
interpretaciones de traducción lingüística;
interpretaciones de traducción simbólica;
interpretaciones funcionales;
interpretaciones transferenciales.
Aunque muchos de estos tipos de interpretaciones constituyeron jalones en la historia del psicoanálisis de acuerdo a los momentos por los que atravesaba la teoría, o las actuales preferencias teóricas de algunos psicoanalistas, creo que en mayor o menor medida el conjunto mantiene aún vigencia. Ocurre que –de acuerdo a mi propia óptica– el psicoanálisis a lo largo de su desarrollo conceptual, en la medida de su intento de dar cuenta de su práctica, fue precisando y complejizando su cuerpo teórico, lo cual no significó necesariamente el rechazo de sus primeros enunciados. En ese sentido la primera tópica enfatizó el trascendental descubrimiento freudiano: la dinámica consciente-inconsciente articulada con la dinámica instintos sexuales-instintos del yo, herramientas básicas para el abordaje de las psiconeurosis. Con el tiempo, las insuficiencias en la teoría y el acceso a nuevas patologías llevaron a la necesidad de postular el narcisismo y las identificaciones que condujeron a la segunda tópica. Posteriormente, más allá de Freud, cuando el foco de la teorización pasó a las relaciones objetales aparece el concepto de self. Sin embargo, es importante destacar que todas estas modificaciones no implican dejar de lado al inconsciente y a las instancias psíquicas, sino que se fueron subsumiendo en dimensionalidades parciales de una estructura teórica en permanente complejización. La concepción del proceso analítico como diálogo implica su consideración como un circuito comunicativo, constituyendo la interpretación una parte de este circuito; interpretación en la que está involucrada la performance del analista, la amplitud de su repertorio y su flexibilidad para poner en uso instrumental sus posibilidades de decodificar el material del paciente, procesarlo y encodificar una respuesta-interpretación. Todo esto depende del grupo interno (series complementarias) del analista en interacción con el grupo interno del analizando, dentro del campo dinámico formado por sus respectivos grupos internos, enmarcados en un encuadre específico. En los tratamientos psicoanalíticos no sólo juega en el analista el componente sintáctico, sino también el semántico y el pragmático de la comunicación humana. Por ejemplo, en el área pragmática el manejo particular y adecuado de los elementos del encuadre que requiere, según los casos, unas veces firmeza y otras flexibilidad, pero siempre coherencia. En el área semántica poder mantener en claro el sentido del análisis y poder rescatarse ante los inevitables desvíos. En el área sintáctica la importancia de la selección y combinación de los términos de la interpretación.
La audacia creativa de D. Liberman para incursionar en la interdisciplina al servicio del desarrollo de la ciencia psicoanalítica abrió, para quienes compartían este punto de vista, la posibilidad de informarse sobre teoría de la comunicación, semiótica y lingüística, lo cual permitió explorar el camino para evaluar con los instrumentos provistos por estas disciplinas, la evolución de los procesos psicoanalíticos. Con el estudio de los protocolos de sesiones realizadas en distintas épocas pudo comprobarse que los aciertos interpretativos, o la evolución favorable, podían ser visualizadas, observando un enriquecimiento y formas más complejas en las estructuras gramaticales del habla de los analizandos. Así, sería posible estudiar y administrar aquellas intervenciones-interpretaciones del analista óptimas para lograr la mayor efectividad terapéutica en un determinado caso. L. Prieto (citado por Liberman), nos enseña que el código lengua, por ser un código de doble articulación, admite múltiples opciones de combinar señales para emitir mensajes, y las distintas posibilidades combinatorias configuran los diversos “estilos”. Liberman amplía las postulaciones de Prieto, al trasladarlas al circuito especial en que consiste el diálogo psicoanalítico. El analista no sólo registra las señales del código dígito-verbal del habla del paciente sino que también las selecciona y combina con lo paraverbal (mímica verbal) y lo extraverbal (códigos analógicos); con todo lo cual arma un segundo significante a fin de detectar el mensaje latente que el paciente, inadvertidamente, emite. Además el analista tiene también opciones para encodificar su propio mensaje en señales-interpretación. Esta propuesta de discriminar las vicisitudes del diálogo analítico en términos de estilos, constituye un esfuerzo para achicar la amplia brecha que existe entre una psicopatología eminentemente teórica, herencia de la psiquiatría clásica por un lado, y la casuística clínica por el otro; lo que permitiría crear categorías más cercanas a la base empírica –la sesión psicoanalítica– admitiendo asimismo cierto nivel de generalización (Arbiser, 1978).
Maldavsky (1986) sugiere que el tema de los estilos replantea en el terreno de la metapsicología la problemática poco estudiada de la estructura y dinámica del sistema preconsciente, y de la primera y segunda censura inherente a este órgano destinado a hacer consciente lo inconsciente. Dice al respecto (p. 160) “que el preconsciente está estructurado a la manera de una combinatoria de estilos, y que cada estilo corresponde a un modo particular de seleccionar y combinar los términos al hablar y escuchar”. Además define a los estilos como (p. 157) “modos de entender el tiempo, espacio, objeto y causalidad, así como historias y secuencias específicas”.
Liberman, al describir al “yo idealmente plástico” procura un modelo de combinatoria estilística correspondiente a lo que en psicopatología podría llamarse idealmente “normalidad”. La articulación de la primera tópica de Freud (1900), dimensionalidad extendida desde un polo perceptivo al polo motor, con los seis factores y funciones de la comunicación humana descriptos por Roman Jakobson (1960) le provee un despliegue y discriminación de funciones parciales del yo crecientemente inclusivas que permiten su correlación con los estilos y con las categorías psicopatológicas clásicas.
A continuación se enumeran sucintamente los factores y funciones de comunicación humana:
a. Un factor fuente y sus respectivas funciones reflexiva y expresiva, que se corresponden con los estilos reflexivo (yo pienso) y lírico (yo siento).
b. Un factor destino y su respectiva función conativa (centrado en el receptor) cuya hipertrofia configura el estilo épico.
c. Un factor contexto y la función referencial reforzado en el estilo narrativo (como se observa en el paciente obsesivo en cuyas frases no puede distinguirse la idea principal de las secundarias).
d. Un factor canal y la función fática sobresaliente en el estilo dramático con suspenso. (Acá se trata de mantener abierto el canal, en tanto el contacto con el objeto evita la eclosión de la angustia).
e. Un factor mensaje y la función poética en el estilo dramático con impacto estético (y en el mensaje publicitario logrado).
f. Factor código y función metalingüística en la desestructuración del habla.
El yo idealmente plástico consiste, pues, en el ajuste armonioso de las funciones yoicas surgidas de la mencionada articulación y que se transcriben en el cuadro siguiente que condensa los aportes de Liberman.
1 | 2 | 3 |
La capacidad de disociarse, observar sin participar y así percibir totalidades (percepción microscópica): el Yo se achica y el objeto se agranda. | La capacidad de acercar la función perceptual al objeto y ver un detalle haciendo abstracción de la totalidad, pero sin confundir la parte con el todo. | La capacidad de captar los deseos propios y llevarlos a la acción, y para ello tomar una decisión luego de haber calibrado el equilibrio entre necesidad y posibilidad. |
Paciente reflexivo, que busca incógnitas sin crear suspenso (esquizoide). | Paciente lírico (depresivo). | Paciente épico (persona de acción) |
4 | 5 | 6 |
La capacidad de adaptarse a las circunstancias, al tipo de vínculo, ya sea en sentido vertical u horizontal. Capacidad de utilizar el pensamiento comoensayo y la capacidad para estar solo. | La capacidad de tener un monto de ansiedad útil preparatoria para llevar a cabo una acción una vez establecido el vínculo, tomada la decisión y observadas las circunstancias. | Óptimas posibilidades para enviar un mensaje en el cual acción, idea y expresión del afecto se combinan adecuadamente. |
Paciente narrativo (persona lógica). | Paciente que dramatiza, busca incógnitas y crea suspenso (persona atemorizada y huidiza). | Paciente que dramatiza y crea impacto estético (persona demostrativa). |
Algunas de estas funciones pueden hipertrofiarse en detrimento de las otras, situación que puede correlacionarse con rasgos patológicos y estilos en la comunicación. En este sentido la interpretación óptima será aquella que provee al analizando las funciones carenciadas. A esto se le llama complementariedad estilística e implica la respuesta más ajustada al punto de urgencia, la ansiedad prevaleciente y las defensas involucradas en cada momento.