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Prólogo
ОглавлениеEn este libro Samuel Arbiser nos relata distintas experiencias y nos transmite sus reflexiones sobre los temas que convocaron su interés a lo largo de una destacada trayectoria como psicoanalista, atento a la realidad en la que se desempeñaba su trabajo. El lector encontrará que el libro no sólo le transmite esa rica experiencia, sino que lo lleva a reflexionar sobre nuestro pasado y nuestro futuro psicoanalítico. Samuel Arbiser logra esto manteniéndose cercano a su experiencia clínica y a las reflexiones que a partir de un sólido apoyo en ella puede realizar sobre diversos tópicos de interés social, teórico o cultural. No busca desarrollar ideas en boga y diría que ni siquiera busca utilizar un lenguaje demasiado técnico o sofisticado: confía más en aquella forma de expresión que le permite mejor reflejar su experiencia clínica y la forma en la que a partir de esa experiencia se le hacen inteligibles diversos problemas, utilizando un lenguaje técnico cuando es necesario, pero sin ocultar detrás de él al psicoanalista y al hombre que está pensado sobre las situaciones que le tocó vivir y resolver. Esto constituye un desafío para el lector, que se ve invitado también a relacionarse con sus propias experiencias con el psicoanálisis y a dejarse interpelar por las certezas e incertezas sobre las cuales Arbiser, con lenguaje personal y directo, le va proponiendo reflexionar. ¡Y vaya si esta forma de plantear la experiencia analítica tiene poder de interpelación!
A través de las páginas vemos reaparecer ideas fundamentales que forman parte de los aspectos más creativos y originales que tuvo el desarrollo del psicoanálisis en nuestra región rioplatense. En este volumen encontramos el diálogo de Arbiser con maestros y predecesores, tales como Pichon Rivière y David Liberman, entre otros. Asimismo nos cuenta qué conceptos tuvieron especial resonancia en él, cómo los utilizó y a qué nuevos desarrollos lo llevaron. Quisiera destacar la importancia de este diálogo interior entre nuestros orígenes y filiación local y las influencias que nos llegan desde múltiples centros de producción teórica psicoanalítica.
Si prestamos atención a la evolución de las ideas psicoanalíticas en el Río de la Plata, podemos observar a grandes rasgos un primer momento de clara hegemonía kleiniana, hasta las décadas de 1970 (Montevideo) o 1980 (Buenos Aires), seguido por un período de pluralismo teórico y técnico, con una visible presencia del pensamiento francés, y en especial lacaniano. Pero esta caracterización no es exacta, pues pasa por alto lo más original y creativo que se dio en nuestra tradición psicoanalítica y que tiene que ver con el surgimiento de autores profundamente originales, como los mencionados más arriba y muchos otros. Lo que ocurre es que el predominio kleiniano no fue sustituido por un pluralismo verdaderamente abierto al diálogo teórico y a la confrontación con la evidencia clínica, sino a la sustitución de una influencia dominante por múltiples influencias con vocación hegemónica, cada una de las cuales tendía a conservar incuestionadas e incuestionables sus propias premisas, reproduciendo ortodoxias excluyentes de las ideas que no se ajustaban a esas premisas. Las enseñanzas de los autores más innovadores, como Pichon Rivière, Bleger, Liberman y tantos otros, fueron sin embargo incorporadas por muchos analistas, cuyo pensamiento y modelos operativos se vieron influidos por aquella obra, pero más desde el lado de sus teorías implícitas o privadas, como las llamó Sandler, que desde las teorías oficiales o que se hacían públicas en las instituciones. Este libro tiene la virtud de sacar a luz esas ideas que suelen quedar implícitas y mostrar su valor y su relevancia para el momento actual. Marca también un camino hacia el futuro, pues no es posible desarrollar un pensamiento propiamente rioplatense o nacional si no somos capaces de reencontrarnos con nuestra tradición y decir en qué y por qué la abandonamos, o la mantenemos y desarrollamos.
Los trabajos que nos presenta Arbiser son un ejemplo de lo que he dicho más arriba, pues nos muestran que es posible mantenerse abierto a nuevas ideas provenientes de otras latitudes, conservando a la vez un firme anclaje en nuestras raíces históricas, haciendo que viejas tradiciones y nuevas ideas entren en un diálogo fecundo, generador de nuevos desarrollos. Este modo personal de hacer “trabajar” la teoría psicoanalítica es el que aparece a lo largo de este libro y se destaca en los materiales clínicos, en los que el autor convierte situaciones difíciles de resolver en un desafío para encontrar nuevos caminos que permitan reflexionar sobre nuestro trabajo clínico desde un nuevo ángulo. Quisiera a continuación relatar algunos puntos donde me parece que el autor logra con especial fuerza de convicción mostrar cómo algunas reflexiones que estaban presentes desde el comienzo del psicoanálisis argentino continúan vigentes hoy e incluso enriquecen ideas actuales de gran interés a nivel de toda la comunidad psicoanalítica.
El concepto de “grupo interno”, desarrollado en forma fragmentaria y en diversos lugares por Pichon Rivière, es retomado por Arbiser para mostrar que constituye un instrumento útil para comprendernos a nosotros mismos y a nuestro trabajo analítico. Somos “personas en situación”, nos recuerda Arbiser, e internalizamos ecológicamente nuestros vínculos que sólo pueden ser comprendidos en la dialéctica entre el mundo interno y el mundo externo. A partir de estas ideas Arbiser desarrolla una perspectiva vincular del psicoanálisis que va más allá de lo que propiamente podría denominarse psicoanálisis del vínculo, para aportar una perspectiva que abarca el conjunto de nuestra práctica y de nuestro campo teórico. Desde esta perspectiva vincular se hace evidente hasta dónde estamos interrelacionados con los otros pero también necesitamos discriminarnos de ellos y reconocer nuestras diferencias. La alteridad no es solo un fenómeno externo sino también interno, ya que en cierto sentido somos un “otro” para nosotros mismos. En el grupo interno, nos recuerda, se juegan los diferentes roles fundamentales (padre, madre, hijo) así como las diferencias que nos integran/separan a/de los demás (especularidad versus alteridad, nivelación generacional versus brecha generacional, simetría sexual versus diferencia de sexo, e inmortalidad versus mortalidad). Samuel Arbiser muestra también cómo la noción de grupo interno puede combinarse con la noción de complementariedad estilística propuesta por D. Liberman. La forma en la que nos hablamos a nosotros mismos en nuestro grupo interno no puede separarse del estudio, emprendido por D. Liberman, de la forma en la que nos comunicamos con los demás. Hablar de comunicación es también hablar de la forma en que la psicopatología y los movimientos de curación se hacen carne en nuestro lenguaje. Como nos recuerda Arbiser, uniéndose en esto a Horacio Etchegoyen, el papel de las palabras está intrínsecamente unido al de los afectos que nos ligan al mundo, no sólo a nivel inconsciente, sino también preconsciente y consciente.
Estas nociones que Arbiser rescata de nuestra tradición y a las que aporta nuevos desarrollos van más allá de falsas oposiciones tan extendidas en el mundo psicoanalítico actual como lo son las nociones de intrapsíquico/relacional, representación/objeto, interno/externo y apuntan a comprender al ser humano desde una perspectiva vincular, que toma en cuenta tanto la organización del self como grupo o mundo interno como mundo intersubjetivo o social. Por eso señala que no se trata de ir del psicoanálisis a la psicología social o de hacer el recorrido inverso, sino de mantener abierta una doble vía que permita la circulación en ambos sentidos. Estos conceptos juegan un papel importante para superar falsas antinomias y para abrir caminos para el futuro. Como hacen notar Sidney Blatt y Patrick Luyten esta doble polaridad del self hacia sí mismo y hacia los demás es la que mejor permite el diálogo fecundo del psicoanálisis, no sólo con lo que surge de su propia clínica sino también con los estudios del desarrollo y con las neurociencias. En ese sentido la tradición abierta por Pichon Rivière y sus colegas de esa época, y retomada por Arbiser, no solo se muestra vigente en el presente sino también como un camino abierto hacia el futuro.
A través de casos clínicos y de comentarios sobre distintos tópicos relacionados con la cultura y la sociedad actual Samuel Arbiser nos muestra las ideas antes referidas puestas en práctica. Sus ejemplos clínicos nos hacen presente a un analista que antes que nada establece una relación humana con sus pacientes y hace que sus problemas no pierdan esa inmediatez dramática que señalaba Bleger. Arbiser no está interesado en mostrar sólo ideas generales sino también la originalidad de cada situación vivida y lo que en ella escapa el enfoque estándar, y exige una búsqueda de soluciones adecuadas a la singularidad de persona y de la situación que está tratando. Esto lo vemos en la forma en la que reencuadra un tratamiento para poder realmente acceder al núcleo de la psicopatología subyacente del paciente. Lo vemos también sorprenderse ante fenómenos que escapan a la interpretación habitual y dejar abiertas interrogantes cuando es necesario. En todo esto nos transmite una sabiduría vital que va más allá de las formulaciones teóricas o técnicas transmitidas en los textos habituales y lo lleva a dejar la palabra a la resonancia interna que se da en él cuando busca articular lo que proviene de sus lecturas con lo que aprendió en sus análisis, en su vida y en su práctica. El libro nos permite así ver cómo los conceptos vinculares, situacionales y dramáticos que el autor incorporó del psicoanálisis argentino en el que se formó se transformaron en una forma de trabajo técnico y de resonancia humana.
Ricardo Bernardi