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ОглавлениеEsquemas de psicoterapia con grupos1
En este trabajo me propongo exponer en forma esquemática y representar gráficamente, tratando de subrayar las diferencias, tres modelos teóricos en los que se basa la práctica psicoterapéutica grupal. Estos modelos son resultado de una labor de discriminación y crítica científica de las corrientes más en boga en nuestro medio.
Se trata de un aporte que intenta contribuir al esclarecimiento de un campo donde se entrecruzan distintos, abundantes y a veces contradictorios esquemas referenciales, que obstaculizan la práctica y la comprensión teórica de este tipo de tarea correctora.
Un punto de cierta relevancia en la configuración de este problema lo constituye la no totalmente agotada discusión acerca de la relación entre la psicoterapia grupal y e1 psicoanálisis. El empuje arrollador con que esta última disciplina impregno la psicología contemporánea, desbordando en ocasiones, en e1 campo de la ciencia social (Roger Bastide, 1961, Enrique Pichon Rivière, 1971) por una parte, y por la otra, el hecho de que gran número de terapeutas tienen formación psicoanalítica individual, explicaría el hecho de que se intentara “adaptar” el grupo a su corpus conceptual. Acuerdo, entonces, con Carlos Sluzki en (Watzlawick, 1971) cuando afirma “pero en razón de su óptica fundamentalmente intrapsíquica, las posteriores tentativas de aplicación del modelo psicoanalítico a otros campos (los fenómenos grupales, las conductas sociales, etc.) padecieron de inconvenientes inherentes a toda transpolación. El psicoanálisis, usado como lenguaje e instrumento interdisciplinario, mostraba algunas deficiencias insalvables”.
Aceptando esta premisa, la posibilidad que cabe explorar es contribuir a formar un corpus teórico propio a partir del objeto concreto de estudio, a saber, el grupo. Esta última posibilidad no impediría que se integren en ese nuevo corpus también los conocimientos provenientes del psicoanálisis. Otro aspecto también relevante en toda actividad psicoterapéutica pero especialmente importante en psicoterapia grupal lo constituye la dotación de presupuestos ideológicos con que se la encara, es decir, la visión comprometida que se tiene de la realidad; por ejemplo: cómo se visualizan las relaciones interpersonales o la relación individuo-sociedad o relaciones de producción y distribución del producto. En fin, decidirse por el ejercicio de este tipo de psicoterapia implica tomar una posición definida; significa optar por sus valores intrínsecos de cooperación y de una conciencia de nuestra interdependencia con los demás y con el conjunto en la tarea común.
Consecuente con el propósito exploratorio antes mencionado, y siguiendo sugestiones de otros autores (Espiro, N., 1972), se describen tres modelos:
a) Modelo de Psicoterapia Analítica en Grupo. (Fig. 1)
Es decir, el paciente en regresión establece una relación histórico-genética con otro miembro.
Sus exponentes más reconocidos son una parte de 1a Escuela Americana, entre quienes importa mencionar a Paul Schilder por la valiosa influencia que ejerció en amplios medios dedicados a este tipo de terapia. Como trabajo representativo de este modelo para ser discutido se tomó el de S. R. Slavson (1959) de New York: “¿Es verdad que hay dinámica de grupo en los grupos terapéuticos?”. La lectura de este trabajo –en apretada síntesis– permite apreciar que el autor parte del supuesto del “hombre aislado”, como lo definiría críticamente J. Bleger (1971), supuesto incluido en la conocida oposición individuo-sociedad. Partiendo entonces de la premisa de la preeminencia genética del individuo frente a la sociedad argumenta que el individuo para socializarse debe resignar parte de su yo y su superyó en el grupo, representado por su líder; según sus palabras “se desegotiza”. Esta aseveración que explica el conjunto desde el individuo y el individuo desde la teoría psicoanalítica ubica a este autor con aquellos que postulan dicha teoría como ciencia central de la ciencia social (Bastide, R. 1961). Por lo tanto, en este modelo se diferencia tajantemente los grupos sociales habituales de los grupos terapéuticos. Reconoce en los primeros la existencia de dinámicas (sinergia-interacción-interestimulación-inducción mutua, etc.) en razón de la existencia de un objetivo común. En cambio en los segundos –existirían por parte de los pacientes del grupo iguales objetivos (curarse), aunque no objetivo común; cada cual se “cura” como puede–, estas dinámicas deben ser coartadas en status nascendi a los fines de la terapia. De este modo pretende aislar y así poner en evidencia las motivaciones intrapsíquicas incluidas en la esfera histórico-genética individual de cada miembro del grupo, descartando taxativamente la acción determinante del campo social circundante. Dado que, como se ha dicho, deben evitarse las dinámicas que puedan aparecer (sinergia), se entiende que la cohesión entre los miembros forzosamente debe estar a cargo del terapeuta a través de su liderazgo. Se podría concluir sintéticamente afirmando que en este modelo el psicoanálisis es el esquema referencial nuclear y que la operativa sería psicoanalizar individualmente a los miembros del grupo; de ahí que se manejen conceptos como la transferencia, la resistencia y la regresión.
Fig. 1a. Los pacientes se arraciman en derredor del terapeuta que asume un liderazgo no directivo y sobre el que confluye una gama de sentimientos resultantes de los fenómenos transferenciales y contratransferenciales.
Fig. 1b. Cuando aparece un vínculo con otro miembro del grupo, esto se interpreta como una transferencia horizontal.
b) Modelo de psicoterapia del grupo. (Fig. 2)
Sus exponentes son, en gran parte, psicoanalistas de la escuela inglesa y latinoamericanos: Foulkes-Anthony (1964), Bion (1963), Grimberg-Langer-Rodrigué (1961) Zimmermann (1969). El esquema referencial básico de este modelo es el psicoanálisis en su vertiente kleiniana. Al igual que en el modelo anterior, opera con los conceptos psicoanalíticos clásicos como regresión, resistencia y transferencias. Raúl J. Usandivaras (1960) propone la hipótesis de que en la filogenia del ser humano existía un tipo de agrupamiento con las características del grupo terapéutico; y que este “regresa” a esa etapa de los comienzos de la aparición del hombre. Cabe señalar que de esta forma se asimila la idea de grupo con la idea de que cada individuo que lo conforma pierde los límites de su individualidad. No muy alejada de esta concepción, José Bleger postula la persistencia variable como matriz o estructura básica en la vida de un grupo de una modalidad de relación (o no-relación en el sentido de no-individuación) a la que llama sociabilidad sincrética para diferenciarla de la sociabilidad por interacción discreta, es decir entre individuos diferenciados. Esta desindividuación de los miembros del grupo explicaría el proceso por el cual el sujeto pasa a integrar como objeto o parte, una mente del grupo. Dada, de tal manera, esta mente unitaria produce fantasías inconscientes del grupo que el terapeuta detecta y decodifica del conjunto de las manifestaciones de los pacientes, tomadas ellas como las asociaciones libres de las terapias individuales. De ahí se deducen su contenido, los mecanismos de defensa actuantes y el tipo de transferencia, neurótica o psicótica, prevalente en cada momento de acuerdo con el nivel regresivo alcanzado. Bion, a los fines de tomar indicios evolutivos de las vicisitudes de un grupo describió fantasías inconscientes prototípicas: son sus conocidos supuestos básicos. Éstos, en arreglo a su contenido se denominan de dependencia, de lucha y fuga, y de apareamiento. Guillermo Ferschtut (1969), a su vez, afirma que “Integrar un grupo presupone en mayor o menor grado la perdida momentánea de algunos rasgos de la identidad individual y simultáneamente la asimilación de otros de la identidad grupal”. Este autor postula, en ese trabajo, la constitución de una mentalidad grupal que produciría un pensamiento grupal. Este pensamiento tendría características peculiares, similares al funcionamiento del pensamiento de un sujeto psicópata.
Fig. 2. Los miembros participan en 1a formación de una superestructura llamada mente del grupo, que produce fantasías inconscientes. La cohesión es intensa y mantenida merced a la desindividuación
c) Modelo de psicoterapia centrada en el grupo. (Fig. 3)
Este modelo está inspirado en los trabajos pioneros de Enrique Pichón Rivière (1971) sobre los grupos operativos surgidos de la llamada experiencia Rosario (1958), experiencia que se nutre de esquemas referenciales provenientes de la sociología, de la teoría del campo (K. Lewin 1978), de la teoría de la comunicación (Ruesch, J - Bateson, G., 1951) y de la teoría psicoanalítica en sus diversas versiones (Freud-Klein-Fairbairn). De la integración y síntesis de esa diversidad de fuentes realizada por el gestor de los grupos operativos surge este modelo, ahora aplicado a la terapia en pequeños grupos que, dado su objetivo terapéutico, apunta a la tarea de la curación. Partiendo de la crítica del hombre aislado (Bleger, J.) y, asumiendo una concepción que admita la inclusión indisociable del hombre en el contexto social formando parte de sus diversos grupos de pertenencia, se entiende que los grupos terapéuticos no son una “especie” distinta de los demás grupos sociales. Por lo tanto el grupo terapéutico es considerado una experiencia social in vivo, donde sus participantes pueden experimentar, vivenciar, apreciar y ensayar la diversidad de maneras de establecer operaciones de contacto (George Bach, 1959) con los demás dentro de un encuadre adecuado. Este último apunta debe privilegiar la visualización de las conductas de sus miembros. Por lo tanto, adhiero a la máxima de Marsh citada y, a su vez objetada por Grimberg-Langer-Rodrigué (1961, p. 29) que reza: “El enfermo mental no debe ser considerado como un paciente sino como un estudiante que ha fracasado en el gran tópico de la civilización”. Los autores que objetan esa máxima argumentan, por su parte, que ésta contiene “una negación de la envidia y la rivalidad”.
Fig. 3. La cohesión está dada por el objetivo común. La interrelación se establece a través de una compleja red comunicativa. Coordinador y observador: funciones distintas, labor en equipo.
A diferencia de los modelos anteriores, en éste el acento está puesto en la interacción de las personas integrantes del grupo. No significa esto asumir una posición radicalmente “interaccionista” en la que las personas se diluyen y pierden la nitidez de sus contornos. Dada la inclusión ‘natural’ del ‘hombre’ en grupos, de lo que se trata, más bien, es de deslindar ordenadamente los distintos niveles de análisis. De este modo podemos considerar un nivel general, otro particular y finalmente uno singular. Lo general alude a los principios generales de todo sistema, en este caso el grupo; lo particular a las manifestaciones concretas que adquieren estos principios en cada una de las situaciones dadas; y lo singular a la conjugación última de estos principios con lo idiosincrásico de cada miembro del sistema, en este caso, lo intrapsíquico. La aludida interacción es la consecuencia de las relaciones de interdependencia que se crean en cualquier grupo humano cuando dicho grupo tiene objetivos comunes y objetivos colectivamente perseguidos. Se destaca intencionalmente en esta definición del grupo la característica de la interdependencia, en vez de definirla por sus características ‘fenotípicas’ (Lewin, K.). Estos objetivos en el grupo terapéutico así concebido pueden ser explícitos o implícitos, siendo uno de ellos, inherente a su misma existencia, a saber: su supervivencia, su conservación y la apropiación del mismo como instrumento de los fines terapéuticos perseguidos por los miembros. De este modo se pueden diferenciar dos diferentes aspectos de la tarea: uno la tarea de mantenimiento y la otra el abordaje mismo de las problemáticas emergentes en la misma interacción (Kurt Lewin, citado en Anzieu D. y Martín J. I). La existencia de objetivos motiva necesariamente una direccionalidad en la tarea determinada por el logro de los mismos. Esta dinámica tiene como resultado la creación de un código particular, cultura del grupo, en arreglo al cual se pueden discriminar las conductas de los miembros en tanto favorecen o entorpecen la tarea. Se llama problema-tarea al relevamiento, clarificación y resolución de los distintos problemas que se presentan como obstáculos para la consecución de los objetivos. Las actitudes cambiantes o fijas de los miembros en los distintos momentos en relación a este devenir, define los diversos liderazgos o roles que apuntan a la consecución de pertenencia, pertinencia y cooperación. Los papeles, roles o liderazgos se reparten en razón del interjuego entre adjudicaciones, asunciones y solicitaciones de roles. En términos provenientes de la lingüística estructural cada rol se materializa en la conjunción de la sincronía, dependiente de los fenómenos del grupo considerado como campo social dinámico y de la diacronía de cada uno de sus miembros, es decir de sus series complementarias. En otros términos: un papel determinado se logra en virtud de la necesidad que surge en el campo social dado y es asumido en función de la historia evolutiva personal propia del miembro correspondiente decodificada por el paradigma psicoanalítico.
La técnica, por parte del coordinador, consiste en intervenir con indicaciones, señalamientos e interpretaciones a los efectos de facilitar la tarea en un encuadre correspondiente. Se apunta a:
I ) Aprendizaje del funcionamiento del instrumento grupal.
Los pacientes que integran un grupo de terapia se encuentran en razón del encuadre, con una experiencia insólita, diferente de las habituales de sus vidas. A fin de lidiar con esta última los miembros ensayan, desde un principio, un despliegue de los distintos modelos de funcionamiento social ya conocidos, como ser: relaciones de maestros o profesores y alumnos, de médico-paciente, reunión de directorio, una familia, etc. Dice Pichon Rivière: “La tarea que adquiere prioridad en un grupo es la elaboración de un esquema referencial común, condición básica para el establecimiento de la comunicación, la que se dará en la medida en que los mensajes puedan ser decodificados por una afinidad o coincidencia de los esquemas referenciales del emisor y el receptor. Esta construcción de un ECRO grupal constituye un objetivo cuya consecución implica un proceso de aprendizaje y obliga a los integrantes del grupo a un análisis semántico, semantístico y sistémico, partiendo siempre de la indagación de las fuentes vulgares (cotidianas) del esquema referencial”.
II) Conciencia de la utilidad del instrumento terapéutico y apropiación del mismo por parte de sus integrantes. Tomar conciencia de la utilidad del grupo significa llegar a comprender que la acción terapéutica de éste no emana del liderazgo del terapeuta o coordinador, sino de la constitución del grupo mismo como instrumento de la tarea correctora (Espiro, N., 1972). Asimismo, la existencia de este instrumento plantea el problema de su propiedad o titularidad. Así se postula la paulatina apropiación del mismo por parte de sus miembros, reconociendo que la aceptación de esta posición acarrea un cuestionamiento a nuestros sistemas de valores generalmente aceptados.
III) Paulatina devolución de los liderazgos en los miembros del grupo, que en las primeras etapas están delegadas en el equipo terapéutico, reafirmando de este modo la función coterapéutica de los miembros del grupo. Similar al punto anterior, esta afirmación requiere una amplia discusión y redefiniciones acerca del concepto de liderazgo, en el que tampoco están exentos diversos presupuestos ideológicos (Lippit, R. y White, R. K., 1957) (Siciliano, G., 1972). Desde la perspectiva de la tarea concreta, este punto se refiere a la habilidad del equipo terapéutico para extraer, y subrayar de las intervenciones de los miembros del grupo los aportes que los hacen líderes en los distintos momentos de la evolución del grupo.
IV) Promover la disolución de las estereotipias y rigideces de los papeles que debe materializarse en una “movilidad de los roles”, así como el aprendizaje de nuevas conductas, permitiendo ampliar y flexibilizar el espectro de éstas.
V) Insight de todos estos procesos, entendido como aprendizaje cognitivo y experiencial.
VI) Remover los escollos de la comunicación entre los miembros del grupo, favoreciendo una circulación fluida y creciente de la información. El afianzamiento de una buena red interpersonal, redunda en el mejoramiento de la red comunicativa intrapersonal, de manera que la operación correctora está expresando en el nivel psicodinámico personal una positiva reestructuración de las relaciones de intercambio entre el yo con sus objetos internos (grupo interno).
Se espera que esta apretada síntesis contribuya, en alguna medida, a darle una mayor autonomía a la psicoterapia grupal, en la seguridad de que pase a ocupar un lugar de primer orden en las indicaciones de terapias reconstructivas. Esto se conseguirá en la medida en que, a través de una mayor claridad conceptual, esta terapia revitalice sus valores intrínsecos acordes con los de un curso histórico progresivo.
1 Comunicación presentada en el VII Congreso Latinoamericano de Psiquiatría. Punta del Este, Uruguay, 1972. La presente versión está corregida y ligeramente modificada (2012). La versión original fue publicada por Acta psiquiátrica y psicológica de América latina, 1973, 19, 372.