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IX

Gilgamesh se paseaba ante el cadáver de Eukidi sin saber qué hacer con el cuerpo. La muerte también altera el tiempo. Esos minutos inmediatos a la muerte de alguien a nuestro lado amenazan con alterar la linealidad del tiempo. O al menos hacen —como en ningún otro momento— que queramos alterar ese movimiento continuo y lineal del tiempo. Las dudas de Gilgamesh encontraron una respuesta cuando vio salir de la nariz del muerto una figura cilíndrica, anillada, horrible: un gusano. La duda, igualmente, no se fue de inmediato, tardó en irse el tiempo que les llevó a esos gusanos convertir todo aquel rostro —¿cuántas horas, cuántos días?— en una máscara que en nada se parecía a la cara de Eukidi.

Ese es el miedo ante el hecho objetivo de la deformación del cadáver, pero también puede que el miedo se centrara en algo menos ecuánime: en la incertidumbre del retorno. Si así se deformaba el rostro apenas muerto, ¿qué pasaría si el cuerpo volvía días, meses, un año después de haber muerto? Ese miedo, probablemente, evitó que Pedro Ara tuviera que decidir. Un llamado anónimo le dijo que ya no tenía que preocuparse, el cadáver momificado ya no estaba en su lugar, alguien se había llevado el cuerpo de Eva Perón.

Los preparados

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