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DESARROLLOS DIFERENTES PARA EDADES DIFERENTES

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Los cuentos terapéuticos, al igual que los cuentos populares y los cuentos de hadas, se pueden dividir en “categorías según su complejidad”. En general, cuanto más delicado es el tema o desarrollo, más apropiado es el cuento para niños más pequeños; mientras que, para niños algo mayores, las dificultades o el desarrollo son más grandes o complejos.

En los cuentos dirigidos a niños de tres a cuatro años, la tensión en el desarrollo se consigue sencillamente mediante las repeticiones a lo largo del cuento: o bien de la misma experiencia, o bien de una canción o versos. En el cuento “El amigo Abrazos” (página 86), los niños “refunfuñones” aprenden unas palabras mágicas para deshacerse del hechizo de enfados que se repiten varias veces en el cuento para crear tensión, así como para animar a los interesados oyentes (los niños “refunfuñones”) a utilizar esas palabras y el movimiento de “pisotear con fuerza y darse la vuelta” en la vida real:

¡Tras, tras! ¡Plaf, plaf!

¡Pisotea con fuerza y date la vuelta!

¡Tras, tras! ¡Plaf, plaf!

En el caso de “La hormiga Siafu y su tambor” (página 273), la hormiga safari se cansa de formar parte del grupo:

Estoy harta de andar en fila,

es siempre lo mismo;

estoy harta de llevar el ritmo,

es siempre el mismo.

Lo único que quiero es sentarme al sol,

sentarme al sol y ¡tocar el tambor!

Intenta encontrar nuevos amigos, pero no encuentra ninguno que le parezca el indicado, de modo que su insatisfacción se repite una y otra vez mediante unos versos, que son los que crean la tensión del viaje:

Por favor, vete y déjame en paz.

¡Qué ESCANDALOSO! ¡Basta ya!

Después de escucharlo cuatro veces, los niños ya están desesperados para que haya una solución positiva y desean que la pequeña Siafu encuentre a los compañeros ideales con los que jugar que no sean ni ESCANDALOSOS ni LENTOS ni RÁPIDOS ni GRANDES. Al final, la pequeña Siafu se da cuenta de que quiere volver a estar entre sus amigas las hormigas y empieza a cantar una melodía diferente:

¡Ojalá estuviera en fila con mis hormigas!

¡Ojalá llevara el ritmo de mis amigas!

¡No, no quiero sentarme al sol!

¡Deseo andar con mis amigas queridas

y junto a ellas tocar el tambor!

Otra manera de lograr la tensión es combinando la repetición junto a una secuencia de personajes adicionales (lo que con frecuencia se llama “cuentos acumulativos”). La repetición se convierte, por lo tanto, en el mecanismo clave para la estructura del cuento al desarrollar la acción a través de una imagen sencilla, pero ampliable. El cuento “Panya el ratón” (página 158) sirve de ejemplo al respecto: un ratón encuentra un viejo sombrero que después transforma en su hogar; a continuación, llega Chura la rana, que se muda a vivir con él; uno a uno, van llegando los demás animales, que también se mudarán al viejo sombrero. Esta acumulación de personajes consigue que el final (la trampa que se le tiende a la hiena) tenga más fuerza e impacto; de hecho, hay diferentes versiones de este cuento en las diferentes culturas del mundo, por ejemplo, ¿Queda sitio para mí? y La manopla, entre otros. Sin embargo, si no se produjera esta acumulación de personajes, el cuento tan solo sería el relato de un hecho bastante insignificante: “Un ratón encontró un viejo sombrero y se mudó a vivir dentro de él”.

En los cuentos para niños algo más grandes, es necesario que el “desarrollo” sea más complejo, que por el camino haya una búsqueda de algún tipo y varios momentos cruciales, contratiempos o tareas que realizar. En “El caballo alado” (página 216), los giros y vueltas que se producen en el desarrollo sumergen al fascinado oyente en lo más profundo del tema del cuento. Si la anciana del bosque le hubiera concedido el deseo al niño en su primera visita, apenas habría habido desarrollo, es decir, el cuento habría terminado demasiado pronto, habría sido demasiado fácil, prácticamente no habría habido cuento (reflejo de algunas situaciones actuales en las que a los niños se les satisfacen los deseos casi al instante). En lugar de eso, la anciana le da al niño tres cosas: un cuchillo de metal afilado, una flauta de madera y un mechón de su larga cabellera de plata; con la ayuda de estos tres regalos el niño emprende su búsqueda y se las arregla para escalar los escarpados acantilados, domar al dragón y ponerle la brida al caballo alado para cabalgar con él por el cielo nocturno.

Actualmente, para formentar la resiliencia y fortalecer el carácter, los niños necesitan escuchar este tipo de narraciones con sus complicaciones (y viajar por ellas); de lo contrario, la vida les parecería demasiado fácil y se nutrirían muy poco del poder de la resistencia.

Se pueden encontrar ejemplos de viajes más complejos en muchos de los cuentos de hadas más célebres, como, por ejemplo, en “Cenicienta”, “Blancanieves”, “Blancanieve y Rojaflor”. En este libro se incluyen ejemplos de este tipo: “El árbol de las reverencias”, “Los caballos arcoíris” y “El camaleón inteligente”.

Generalmente, el viaje del cuento es la parte más difícil, pero si ya sabes cuál va a ser el argumento —“algo en desequilibrio recupera su equilibrio”— y se te han ocurrido algunas ideas para una o más metáforas, entonces tendrás, al menos, un punto de partida.

Para que puedas sentir lo que significa la tensión y el desarrollo en diferentes cuentos (simples y complicados), te recomiendo que leas muchos cuentos infantiles; intenta pedir prestado o comprar colecciones de cuentos populares de diferentes culturas; asimismo, en internet hay muchas páginas donde puedes encontrar una gama maravillosa de cuentos.

101 cuentos sanadores

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