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EL VALOR DE LOS ACCESORIOS

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Algunos cuentos sanadores ganan una fuerza adicional cuando se utilizan conjuntamente con el “accesorio” correspondiente o con un juguete. En algunas ocasiones, es el cuento terapéutico el que impone esta estrategia, pero no siempre es así, ya que, en la mayoría de los casos, el mensaje se transmite realmente a través del propio argumento. Sin embargo, algunos cuentos y situaciones “piden” claramente que se utilicen accesorios o muñecos en el relato; después de escuchar el cuento, según se considere, se les podría dejar a los niños para que los utilicen como juguete, vestimenta o joya.

Mi colega Silviah Njagi escribió “Los gnomos y las coronas doradas” (página 219) tras el robo que se produjo una mañana temprano en su colegio, en Nairobi. Lo escribió realmente para su clase con el objetivo de transmitir a las familias, a los niños y a los maestros el mensaje de las posibilidades del trabajo conjunto en la reconstrucción del jardín de infancia, proporcionándoles valor y confianza para enfrentarse al futuro, independientemente de los obstáculos que pudieran aparecer. A cada niño de la clase se le ofreció un accesorio evidente (extraído directamente del argumento del cuento): una sencilla corona dorada tejida con los dedos con hilo de lana amarillo dorado. El poder llevar estas coronas en el colegio y en casa (incluso dormir con ellas, en caso necesario) fue una idea perfecta para reforzar el cuento mediante un accesorio; asimismo, es muy posible que el hecho de haber ayudado a los niños a confeccionarlas haya sido terapéutico también para las familias y los maestros.

En el cuento “La familia wombat” (página 146), la madre que lo escribió decía que, para ayudar a su hijo de tres años y medio en el proceso de destete, primero le había contado el cuento y, posteriormente, utilizó pequeños peluches de wombat (un bebé y dos más grandes como si fueran el papá y la mamá) para representarlo. El niño siguió jugando con los wombats y la madre comentaba que en diferentes momentos el niño planteaba preguntas relacionadas con la historia, como, por ejemplo: “Cuando el bebé wombat crezca, no tomará más tetita, ¿verdad?”. El accesorio visual, por lo tanto, contribuyó a que “interiorizara” el cuento. De manera similar, también sería efectivo utilizar algunos accesorios visuales durante la narración del cuento “La trompa del elefante” (página 97) —tanto si se cuenta en casa como en el colegio— con el fin de enseñar cómo un elefante es capaz de levantar peso con su trompa; además, si mediante esta estrategia uno o varios niños logran captar el uso positivo de la fuerte trompa de la abuela elefanta para poner al elefantito a salvo, entonces se estará ayudando igualmente a la interiorización del cuento.

Por otro lado, después de haber contado “El pez cubierto de percebes” —concebido especialmente para un niño de seis años que con frecuencia se hacía caca en los pantalones—, se le sugirió a la familia que le hiciera al niño un pececito de fieltro, nuevo y limpio, igual que el pececito del cuento; de hecho, se le podría poner un cordón para colgárselo al cuello o trabarlo con un lazo para que lo lleve en el bolsillo de la chaqueta; un delicado recordatorio del pez limpio y feliz (libre de percebes).

Natalie, que contribuyó con el cuento “El eucalipto” (página 265), me envió un correo electrónico donde me describía cómo había prolongado el argumento del cuento al utilizar una casita de madera en un árbol de juguete y algunas bolitas de eucalipto. En cuanto a los efectos en su hijo de tres años, me comentó lo siguiente: “… le encantan estos juguetitos con los que jugamos. Ahora soy capaz de modelar cualquier cuento o comportamiento para él; ha sido mágico observar cómo libera sus miedos o inquietudes por medio de un sencillo cuento y los accesorios adicionales”.

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