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CUENTOS SANADORES PARA TODAS LAS EDADES ORUGAS, CONEJOS, GACELAS, DELFINES Y BALAS OCULTAS

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A los cuentos no les gusta que los encasillen por edades. A veces sucede que un cuento escrito para un niño determinado puede tener un efecto transformador en un adulto; por lo general, esto no se planifica de antemano y puede ser sutil en unos casos o más intenso, en otros.

Una vez escribí un cuento sencillo ambientado en la naturaleza sobre una pequeña cebra que, al igual que todas las crías de cebras, era marrón y blanca; pero esta cebra quería crecer muy rápido y ser blanca y negra como las mayores. La pequeña cebra intentó cambiar sus rayas marrones por negras de varias maneras (se revolcó por el barro negro; se restregó contra un tronco ennegrecido; incluso se quedó bajo la sombra de los árboles) y al final cejó en su empeño. Fue en ese momento cuando se reunió con sus amigas para jugar y comer con ellas por las llanuras verdes; empezó, sencillamente, a disfrutar con el mero hecho de ser una pequeña cebra. Publiqué este cuento en el boletín informativo electrónico del colegio de Nairobi donde trabajaba en aquel momento. Unos días después, una madre, de las que había asistido a mis charlas de formación para las familias, al verme en el aparcamiento del colegio, se me acercó corriendo y me dijo llena de emoción: “Me acabo de leer tu cuento ‘La Pequeña Cebra Marrón”, me dijo. “Ahora lo entiendo; nuestros hijos necesitan tener tiempo para disfrutar de su infancia”.

En el libro hay otros ejemplos cuyos efectos son bastante intensos y que se explican en las notas introductorias de algunos cuentos, entre los que se incluyen “Los tres cántaros” (página 156) y “Tan perfecta no era la casa” (página 116).

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