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EL FINAL DE LOS CUENTOS SE PUEDE CAMBIAR

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Una madre compartió en un taller una experiencia que disgustó mucho a su hija de ocho años debido a la cual estaba teniendo pesadillas: sus amigas del colegio le contaron una historia que trataba de un payaso que había raptado a un bebé de la cuna mientras su canguro dormía. Se lo comenté a mi marido y me dijo que tal vez lo habían sacado de una película de suspense en la que salía un payaso. Me puse en contacto con la madre para sugerirle que reescribiera la historia con un final positivo o feliz, pues me pareció que esto podría ayudarle a que desaparecieran las pesadillas; ¡yo misma tuve que inventarme un final para poder dormir bien esa noche!

Una semana después recibí el siguiente correo electrónico:

Gracias por tu idea de buscarle un final al cuento del payaso de mi hija Mali. Me inventé un final donde el payaso era tío del bebé y trabajaba como médico-payaso en el hospital de la zona. Al volver a casa, entró por la puerta trasera; cuando oyó a la niña llorar, la cogió para calmarla. Luego se quedaron los dos dormidos en la habitación contigua. Cuando los padres llegaron a casa, se aclaró lo que había ocurrido; fue un final muy feliz. Le dije a Mali que sus amigas solo le habían contado la mitad de la historia y que yo me había enterado del final. Me hizo algunas preguntas para probarme y se aseguró de que encajaba con lo que había oído ella, pero, en general, se quedó encantada con ese final. Definitivamente su mente se quedó tranquila y liberada del terror inicial.

¡Fue una experiencia tan interesante el hecho de reescribir el final de una historia de miedo!; no tiene nada que ver con lo que significa escribir un cuento partiendo de cero (más fácil incluso). Creo que podría ayudar a muchos padres.

Es necesario contextualizar el ejemplo anterior: en realidad, la niña de ocho años solo había escuchado a medias una historia basada en una película de suspense cuyo argumento era inadecuado para su edad. La madre le hizo a su hija un gran favor al cambiar el final.

Esa situación es muy diferente a cuando el niño escucha un cuento de hadas o un cuento sanador diseñado con un desarrollo sano y una resolución positiva; es muy probable que en el camino haya obstáculos (incluso pasajes de miedo), pero, al final, siempre se superan. Si se eliminaran por completo, al no tener que vencer ningún obstáculo, no habría un progreso positivo en el cuento.

Al investigar sobre los cuentos infantiles a lo largo de la historia y las diferentes culturas, en todos los cuentos clásicos encontramos que, o bien hay un simple problema que resolver, como el del vendedor ambulante que intenta que los monos le devuelvan sus gorras (“Las gorras del vendedor ambulante”, página 175), o bien hay una confrontación con el mal que puede adoptar muchas formas, como, por ejemplo, la hiena en la versión keniana de “Los cerditos y la hiena” (página 222) o la “bruja” del cuento tanzano “Los niños y la mariposa” (página 184).

En general, podríamos decir que cuanto más leve es el problema que se plantea, más adecuado es el cuento para niños más pequeños; cuanto más grandes son las dificultades o mayor es la “maldad”, más se adapta el cuento a niños más grandes. Sin embargo, en todos los cuentos hay cierto grado de tensión como parte integral e imprescindible en cualquier desarrollo, cuyos diferentes tipos de ambientación y desafíos ofrecen una especie de “entrenamiento del alma” necesario para el desarrollo de niños sanos. Los cuentos “tiernos” o sensibleros de hoy en día carecen de esta cualidad presente en el desafío. En un esfuerzo por proteger a nuestros hijos puede que sea tentador evitar cuentos más duros (en los que al final el bien triunfa sobre el mal), pero esto puede conllevar el riesgo de que no desarrollen las capacidades indispensables para, más adelante, superar el miedo y afrontar la realidad de la vida tal como se presenta.

La regla de oro es el “final feliz”. Estoy convencida de que tenemos la responsabilidad de encontrar (o escribir) cuentos para niños (sobre todo para los más pequeños) con desarrollos donde haya obstáculos que superar, pero siempre con un final positivo, justo y feliz.

101 cuentos sanadores

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