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5.3. El trabajo en grupos

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Partimos de la premisa de que en los espacios grupales se hace evidente la vinculación entre lo social y lo individual (Bauleo, 1977; Vilar Peyri, 1990), siendo un campo privilegiado para el análisis de la articulación de los procesos subjetivos y los procesos sociales (Baz, 1996, 1999). Este es el fundamento central que está detrás de nuestra opción por el trabajo con grupos. Ahora bien, resulta pertinente no sólo argumentar esta premisa, sino también aclarar por qué el dispositivo que proponemos es el de grupo de reflexión y qué significa que éste funciona bajo una modalidad operativa.

El grupo de reflexión nace como dispositivo y concepto en el marco de un proyecto de formación: fue una experiencia llevada a cabo con médicos residentes (es decir en proceso de formación en la práctica) de un hospital psiquiátrico, hacia finales de la década del 60 (Dellarossa, 1979). La tarea central de esta modalidad de trabajo grupal, en el marco de la formación de los médicos, era la de elaborar las tensiones que generaba tanto la tarea específica para la que se estaban formando, como las diferentes actividades con docentes y coordinadores de las institución en donde hacían la referencia (Dellarossa, 1979). Con esta reflexión en torno a la problemática de la formación que estaban llevando a cabo y de la inserción en la institución donde realizaban sus prácticas, se apuntaba a la elaboración de tensiones y favorecer una concientización (Dellarossa, 1979; Ulloa, 1973). Años más tarde este dispositivo comienza a ser utilizado en el marco de otros proyectos de formación, como por ejemplo en los cursos de formación de coordinadores de grupo de la AAPPG (Dellarossa, 1979).

Esta brevísima referencia histórica en torno a la noción de “grupo de reflexión”, no pretende tener un fin ilustrativo o instructivo, sino que apunta a señalar algunos puntos de convergencia y divergencia con el dispositivo grupal que hemos propuesto para nuestro trabajo. Se habrá advertido, en el relato que acabamos de hacer, dos coincidencias fundamentales entre uno y otro: los sujetos del grupo (“residentes” y “practicantes” en un proceso de formación institucionalizado) y la tarea central que los convoca (pensar en torno a la problemática de la formación en la práctica).

Desde nuestra perspectiva, el trabajo con grupos de reflexión se convertirían en la vía óptima para acceder a las significaciones desde donde los sujetos construyen su rol profesional y su identificación con el mismo, en el marco de una situación formativa. Pero además creemos que el dispositivo encierra el potencial de fungir de espacio para el despliegue de figuras dramáticas con las que el grupo tiende a “reproducir conductas conflictivas” en relación con su proyecto de formación (Ulloa, 1973).

Respecto a las divergencias que separan al dispositivo pensado en el marco de nuestra investigación del dispositivo “original”, podemos mencionar principalmente tres: las características del encuadre (en lo que respecta al tiempo de trabajo); el tipo de proyecto que orienta el sentido del dispositivo (proyecto de investigación, en un caso, y proyecto de formación, en otro); la finalidad que orienta el trabajo (en efecto, la posibilidad de elucidación a la que apunta el dispositivo original es inalcanzable en los tiempos en que nosotros llevamos a cabo los grupos de reflexión; en este sentido se apuntó a establecer las condiciones para “ayudar a pensar”). Pese a estas divergencias, que responden no a una discrepancia teórica, sino a las condiciones reales de realización del trabajo de investigación, orientamos todo nuestro trabajo con los grupos desde el sustento teórico del dispositivo de grupo de reflexión.

En este sentido, la adjetivación “con modalidad operativa” puede resultar redundante dado que los grupos de reflexión, en la vertiente antes descripta, son en sí mismos definidos como una modalidad especial de grupo operativo (Ulloa, 1973). Sin embargo (asumiendo ese riesgo), creemos conveniente la aclaración en tanto permite especificar el marco teórico desde donde se lo está pensando, diferenciándolo así de otros dispositivos, como por ejemplo, los grupos analíticos de reflexión. De este modo, la “modalidad operativa” no refiere solo a los aspectos técnicos que encuadran el trabajo con los grupos, sino que también, y básicamente, refiere a una concepción de lo grupal (la cual, finalmente deriva en una modalidad de trabajo).

Como nos recuerda Baz, las metodologías operativas son definidas como tal en tanto intervienen activamente en el campo de observación. Respecto al uso de estas metodologías en el marco de una investigación, la autora nos plantea...


El utilizar dispositivos grupales para la investigación, significa, entre otras cosas, que los materiales de grupo van a ser producidos en condiciones controladas por un encuadre y que en esa producción de material interviene el investigador. Esta modalidad de trabajo en donde el investigador entra a formar parte activa del campo de observación es lo que le da al método [...] su carácter operativo. La intervención del investigador consiste en la coordinación de un proceso desde la idea de un dispositivo (entrevista grupal, grupo operativo y otras variantes) que establece para él un rol diferenciado de los integrantes. Pero además, el elemento crítico de intervención consiste en el establecimiento de la tarea a proponer al grupo, misma que deriva del diseño de investigación y que es el elemento clave del encuadre, ya que el proceso grupal se constituye a partir de la producción de un grupo que trabaja alrededor de una tarea. (Baz, 1996: 62-63)

Ahora bien, además de esta metodología de trabajo (cuyos elementos principales aparecen mencionados en la cita anterior), la concepción operativa de grupo implica un modo de abordar e interpretar el material producido a partir del proceso grupal. En primera instancia, pensamos “en el grupo como una estructura: relación de relaciones específicas, que hacen que el grupo sea precisamente lo que es. Así, [...] el grupo como tal produce un discurso. Conforme a este enfoque, la comunicación que se genera en el grupo no debe “escucharse” como producto individual, sino como resultado de un proceso grupal, que a su vez produce efectos en el proceso mismo del grupo, que se moviliza y reconstruye como colectivo. El discurso se hace en grupo, y a su vez, hace al grupo” (Araujo y Fernández, 1996: 248).

Así, dos nociones adquieren una especial relevancia a la hora de leer la producción grupal: una de ellas es la de proceso. Para leer el proceso se toma como eje de observación a la tarea grupal (la finalidad que convoca al grupo): ¿qué hace el grupo con la tarea y qué hace con los obstáculos que surgen en su intento de abordarla? (Baz, 1996).

La otra noción de suma importancia es la de estructura. Según Bauleo (1983) la estructura grupal se constituye por el movimiento de la doble línea de elementos que podemos registrar en un grupo cuando opera sobre un tema, a saber: los que pertenecen a la historia de los sujetos y los que provienen del ámbito sociocultural. El autor explica el concepto acudiendo a las nociones de vínculo e imaginario: la instancia que el grupo construye es un espacio estructurado por el imaginario; según el autor, en esta estructura (que responde a una ideología determinada) quedan depositadas aspiraciones y proyecciones que le otorgan una fuerza especial. La estructura se caracteriza, entonces, por su latencia, misma que en gran parte está ocupada por la relación grupo interno– grupo externo.

En este sentido, el planteo de Baz resulta, una vez más, esclarecedor...

El análisis del material de grupo viene a ser una lectura procesual (los momentos del grupo a partir de los conocidos vectores pichonianos), estructural (organización latente: formas que adopta el grupo en los diversos momentos del proceso y que depende de las nociones de rol, posiciones o lugares desde los que se configuran escenas que revelan la fantasmática del grupo) y de emergentes. Al grupo se le concibe como un proceso que en su inicio es meramente una agrupación y que en su acción (abordando la tarea) se va creando a sí mismo. (Baz, 1996: 83, el resaltado es nuestro)

Para finalizar, creemos pertinente recordar que el acceso a los procesos en estudio fue el discurso grupo, tomado, para su análisis como un texto, ligado, por supuesto, a su contexto de producción. Un texto que esconde bajo su contenido manifiesto, uno latente. Latencia que da cuenta de la participación del inconsciente en la producción grupal y que está siempre vinculada al sistema institucional (Baz, 1996).

Identificar la recurrencia de algunos emergentes estructurantes de las producciones discursivas, nos sirvió para indagar, en una etapa posterior, una latencia grupal, que, a partir del discurso manifiesto, daría cuenta de la posición subjetiva de los futuros maestros y de las significaciones de las que se valen para construir una identidad profesional que les permite (o permitirá) percibirse y posicionarse como maestros.

Como estrategia de lectura de este material de campo, además de intentar captar aquello que estructura el discurso, y preguntarnos por la trama de significaciones a las que puede estar aludiendo, hicimos un rastreo de los significantes que aparecieron asignados a la formación y a la labor docente, a las que se refiere todo el tiempo, dada la naturaleza de la tarea propuesta. Con esto, pretendimos indagar algunas concepciones y modelos que los grupos sostienen y en función de los cuales interpretan lo que sucede y les sucede en las prácticas.

Futuros maestros: búsqueda y construcción de una identidad profesional

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