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5.4. Las observaciones en los salones de clase

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Con los aportes de la etnografía nos valemos de la observación como otra herramienta valiosa para el acercamiento a los fenómenos que nos interesan indagar. Así, con las observaciones, y los registros etnográficos derivados de ellas, pretendemos producir una serie de datos que nos permita la reconstrucción de los contextos culturales, actividades y creencias (Goetz y LeCompte, 1984) que se ponen en juego en las situaciones de prácticas de los estudiantes de profesorado. De este modo, el sentido de observar las prácticas dentro del contexto en que tienen lugar regularmente, apunta a poder acceder, mediante el análisis, a las tramas de significado en que se insertan y orientan a dichas prácticas.

Nuestro interés por reconstruir estos contextos se vincula con nuestra preocupación por entender el modo en que unas condiciones objetivas se hacen subjetividad y orientan un modo de actuar cuando se “inviste” el rol docente. Creemos que cualquier intento por aportar un conocimiento significativo al campo de la formación docente pasa por comprender cómo los fenómenos o situaciones que se dan en el marco de la formación operan en la subjetividad y luego sobre sus múltiples expresiones en la dinámica grupal, organizacional, comunitaria (Fernández L., 1996).

El material que podemos producir a partir de la observación es de una naturaleza totalmente distinta a la que resulte de las entrevistas y del trabajo grupal. En este sentido, no pensamos que las observaciones dan cuenta de un material “más fiel” que aquel arrojado por las entrevistas; ni tampoco que el material producido por estas últimas pueda ser distorsionante e inexacto, en su comparación con los registros de observación. Así, creemos propicio dejar sentado, que de ninguna manera se trata de una herramienta que apunte a “verificar” la experiencia relatada por los sujetos (esto, evidentemente no está en la línea de los supuestos que sustentan nuestras decisiones metodológicas). Por el contrario, siendo dos vías en sí mismas válidas y valiosas de acercamiento a lo social, creemos que la complementariedad de los materiales que cada una de estas herramientas produzca, enriquecerá enormemente nuestra posibilidad de análisis.

El principal fundamento por el que optamos por el uso de esta herramienta se deriva del supuesto central que estructura nuestro trabajo, a saber: que las prácticas de los practicantes pueden constituirse en analizador de los elementos constitutivos de una identidad profesional y de los procesos que se ponen en juego en esta construcción. Sostenemos que estas instancias permitirían develar aquellos elementos “invisibles” hasta el momento de la práctica, construidos en la experiencia de formación del sujeto: nos referimos aquí a las representaciones, concepciones, conocimientos tácitos, ideales, valores, deseos, fantasmas, propósitos que ha ido construyendo en relación a la educación, la escuela y la docencia. Elementos que, sostenemos se entrecruzan en la conformación de una identidad profesional, y desde donde hace suyos los diferentes discursos acerca de lo educativo. Mismos que ayudan a sostener una propuesta de enseñanza peculiar en esta primera instancia de práctica profesional. Creemos, que la observación en esta instancia de la formación puede constituirse en una herramienta para el develamiento de tales elementos, que ahora sostienen una forma de funcionamiento, y que conforman el no-saber de los miembros respecto a la institución escolar.

Estamos diciendo, entonces, que observar la práctica permite la reconstrucción de los esquemas que los practicantes usan para la acción e intentar tener acceso a los sentidos (socialmente elaborados), significaciones, saberes y no-saberes, que se constituyen en la “materia prima con que opera el pensamiento práctico” (Andreozzi, 1996), y que son difícilmente verbalizables (Dicker y Terigi, 1997). Así, apuntamos a tener acceso a esa “magma de significados” que sostienen la práctica:

 Postulados de carácter preteórico (sobre cómo son y cómo se hacen las cosas).

 Afirmaciones teóricas en estado rudimentario (máximas, refranes, recetas, operando como esquemas pragmáticos vinculados a acciones concretas).

 Postulados teóricos de mayor nivel de formalización y abstracción (organizados en cuerpos especializados de conocimiento). (Andreozzi, 1996: 21)

Entonces, la observación de la práctica, al igual que [y en combinación] con las otras herramientas ya presentadas, también se constituyen en un medio para explorar la relación entre los órdenes de lo social y lo individual: en efecto, mirar una práctica (complementada con el material arrojado por las otras herramientas) es mirar cómo lo social (los discursos que social, política y académicamente se construyen en torno a la docencia) se inscribe en la subjetividad del practicante e informa el “pensamiento práctico” que orienta su actuación docente.

La técnica de registro fue etnográfica, procurando describir lo más detalladamente posible los aconteceres sucedidos en el aula, poniendo en primer plano la actuación del practicante durante el transcurso de la clase (lo cual de ningún modo excluye los comportamientos de alumnos, docentes tutores y de otras personas que puedan estar en el salón durante la clase). Si bien, los registros fueron primordialmente descriptivos, también se incluyeron en los márgenes o entre corchetes, las impresiones personal y subjetiva de la observadora (respecto a lo sucedido y respecto a sí misma). Sin embargo estas impresiones fueron desarrolladas en el diario de campo, procurando vincularlas con primeras hipótesis que se construyen como derivación de las mismas (en un primer intento de explicitar la implicación).

Futuros maestros: búsqueda y construcción de una identidad profesional

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