Читать книгу Flores - Afonso Cruz - Страница 8

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ÚLTIMAMENTE, cuando siento que los labios de Clarisse tocan los míos, compruebo que no tienen historia, pues ya no evocan el primer beso que nos dimos. Creo que, en una relación, los besos siempre deben mantener la densidad del primero, la historia de una vida, todas las puestas de sol, todas las palabras susurradas en la oscuridad, toda la cer­teza del amor. Pero ya no es así. Ahora saben a las vacunas que le teníamos que poner a la perra (ya murió), a las conversaciones con el rector del colegio, a la loza sin lavar, a la bombilla que toca cambiar, a la humedad en el techo, a las asambleas de copropietarios. Toco con suavidad sus labios y me saben a rutina, a las finanzas, al ruido de la lavadora. Nos besamos como quien tiende la cama.

El clima afuera pegaba contra la ventana, hacía un calor gordo que parecía querer romper los vidrios con un puñe­tazo espeso para poder entrar. Me senté en el inodoro con la cabeza entre las piernas y pensé en la vida, en el inmenso tedio en que me hundía. Me debatía en medio de una falta de aire, una especie de choque anafiláctico, provocado por la repetición monótona de horas, minutos y segundos.

Qué es el amor, pensaba, sentado en el inodoro, entre las baldosas blancas de la pared que reflejaban con pobreza mi cara adolorida.

Me pasé la mano por la quijada, por los ojos, me sentí viejo y cansado, listo para desistir. El espejo me provoca un efecto extraño, algunas veces me da una cachetada violenta de realidad y otras me eleva a la dimensión del sueño, de la ficción, de una verdad esencial que se deposita aquí dentro y que, por timidez, evita salir salvo en momentos de cierta intimidad. Ese día, el espejo se limitó a mostrarme un hombre deprimido. Pero resistiré. No puedo resignarme a que me muestre cualquier reflejo. Resistiré.

Al pasar por el cuarto de huéspedes, noté que el sombrero seguía en la cama. Resolví no quitarlo, Clarisse tendría que darse cuenta de que había dejado el sombrero en la cama y, como sabe que me molesta, me trastorna, colgarlo en el perchero.

Flores

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