Читать книгу Volt - Alan Heathcock - Страница 17

9

Оглавление

Ham anunció en el bar de Barney que daría al mejor postor la oportunidad de golpear a Winslow en la tripa bajo la promesa de doblar la apuesta si era capaz de tumbar a su salvaje. Winslow escuchaba desde la puerta trasera, Bently estaba con él, en la escalera, fumando su pipa.

–¿Estás de acuerdo con todo esto, Red? –preguntó el agente.

Winslow se encogió de hombros.

–A Ham se le ocurren malas ideas a la hora del desayuno, a la hora del almuerzo y a la hora de la cena. Si quieres, hago que pare.

Winslow escribió en su cuaderno: NO ME IMPORTA.

Pasada la medianoche, Winslow se acodó en la larga barra de roble y un hombre con la nariz colorada y una gorra de béisbol de veteranos de guerra le sacudió en el estómago. Winslow ni se inmutó, ni siquiera pestañeó. El pequeño grupo se echó a reír y a chillar y Ham le gritó a Winslow al oído: «Sesenta pavos, en un santiamén».

Las pujas nocturnas atrajeron caras nuevas: un obrero de la fundición al que le faltaba una oreja; una anciana encorvada que murmuraba el nombre de su difunto esposo; un hombre con una camisa de cuello blanco y el puño envuelto en un pañuelo de gabardina; una profesora de primaria que se disculpó antes de atizarle y luego se puso a insultarle con los ojos desorbitados.

La multitud fue en aumento y Ham instaló un escenario en un rincón con tela de gallinero y lámparas portátiles. Winslow se colocaba con el pecho desnudo bajo la luz cruda. Ham, con un traje mal cortado y un sombrero de fieltro adornado con plumas de pavo, hacía sonar una campana y exclamaba: «Nuestro mundo se ha vuelto excesivamente respetuoso, hay quien diría que demasiado delicado. Todos sabemos cómo eran las cosas antes, hombres que arrancaban árboles con sus propias manos y los cargaban sobre sus espaldas, mujeres que se enfrentaban a panteras armadas con horquillas y su coraje de madres. Esos días pasaron a mejor vida, amigos míos», en ese momento hacía una pausa para mirarlos a todos. «Aunque seguís conservando esa furia en vuestro interior, ¿no es así? ¿No es así? Bueno, por eso estáis aquí. ¿Quién va a abrir las apuestas con cien pavos?».

Winslow observaba los rostros que pujaban a voz en grito. El ganador cruzó al otro lado de la tela de alambre, llevaba unas gafas con montura de carey y el pelo largo recogido por detrás de sus orejas perforadas. Winslow se vio reflejado en las lentes de aquel joven: un bárbaro de pelo salvaje, frío como un témpano. Preparó su cuerpo. El puñetazo llegó. Winslow cogió aire. Siempre cogía aire.

Volt

Подняться наверх