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Psicoterapia de grupo por medio de cuentos

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En el capítulo 2 de su libro O terapeuta e o lobo, Celso Gutfreind (2003) describe una investigación en París acerca de ateliers (talleres) terapéuticos mediados por cuentos, con niños que viven en hogares públicos separados de sus padres. La muestra total fue de 23 niños: 12 niños que vivían en estos hogares, divididos en dos grupos (grupo experimental), y 11 niños que cursaban en una escuela maternal de la ciudad de París, quienes vivían con sus padres, también divididos en dos grupos (grupo-control). Los grupos de los hogares estaban compuestos por niños de edades diversas entre los 5 y 11 años (6,4 años de media). El lugar de aplicación fueron los hogares públicos y la escuela, respectivamente. La duración de los talleres fue de un año lectivo, lo que se corresponde a unos 25 encuentros en el año, en promedio.

En cuanto a la estrategia de trabajo, Gutfreind (2003) afirma que el proyecto se tuvo que adaptar a las instituciones en donde se aplicó el dispositivo, por lo que explica que se trata de una coterapia, guiada por él como autor del proyecto, junto a un educador, tanto en los hogares como en las escuelas, según el lugar de aplicación. Uno de los dos terapeutas leía el cuento mientras el otro coterapeuta realizaba un trabajo que el autor define como de “guardián del encuadre” o “auxiliar de lectura o escucha”, cuya tarea era acompañar la escucha del cuento junto a los niños. En este sentido, los momentos del taller eran básicamente dos. Primero se leía el cuento, siendo elegidos tanto cuentos tradicionales como modernos. Luego, se abría un espacio para distintas actividades libres, como la representación dramática de lo contado, el dibujo, la discusión o el uso de plastilina, según las necesidades del grupo.

Para recabar información relevante en cuanto a los efectos del taller, se aplicaron una serie de instrumentos de investigación que se entendieron más apropiados. Estos fueron el test CAT (1988) y WPPSI-R (2006), la escala PSA, y un cuestionario y entrevista con educadores y profesores.

Los resultados fueron positivos en diversos aspectos. Se registra un enriquecimiento de la vida imaginaria de los niños; una creciente tendencia durante el proceso terapéutico a representar con palabras sin la necesidad de apoyarse en las ilustraciones de los cuentos; también se identifica que el trabajo con cuentos funcionó como una fuente de apertura de espacios potenciales, en el sentido que Winnicott (1971) lo trabaja.

Por otra parte, Gutfreind (2003) destaca que los cuentos tradicionales metaforizan o imaginarizan conflictos que el niño vive en su inconsciente, posibilitando la identificación con los personajes, de manera que “ayudan a transformar en fantasías representables el contenido del inconsciente, abriendo dimensiones imaginarias” (p. 27). De esta manera, la nocividad de las pulsiones se ve disminuida.

Además, el autor explica que el uso del cuento como mediador cumple una “doble capacidad: ofrecer representaciones del conflicto, y al mismo tiempo, la posibilidad de mantener una distancia en relación al mismo por intermedio de la metáfora” (Gutfreind, 2003, p. 28). En este sentido, Gutfreind afirma que la “atmósfera vaga” de los cuentos, y la distancia que el “Había una vez” marca, crea condiciones que permiten “proteger de las propias experiencias, conflictos y sentimientos” (Gutfreind, 2003, p. 29). Esta característica dual del cuento, que por un lado ofrece la posibilidad de enunciar y ofrecer simbólica y metafóricamente los conflictos no enunciables, pero por otro ofrece la suficiente distancia para aliviar el sufrimiento, es una característica que los distintos trabajos seleccionados destacan.

Mediaciones y mediadores terapéuticos para una clínica de fronteras

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