Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 95

13, 1-2

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1 Cuando Efraín hablaba, había terror; era exaltado en Israel. Pero pecó por causa de Baal, y murió. 2 Ahora han continuado pecando y con su plata han hecho, conforme a su entendimiento, ídolos e imágenes de fundición, toda obra de escultores. Ellos dicen: ¡Ofrecedles sacrificios! Y los hombres besan a los becerros.

13, 1. Para mostrar la profundidad de la apostasía de Israel, el profeta insiste en la gran honra y elevación de la que antes gozaba la tribu de Efraín entre las tribus de Israel. Las dos frases de Os 13, 1 no pueden conectarse entre sí como si נשׂא debiera tomarse como una continuación del infinitivo דּבּר, pues el carácter enfático de הוּא resulta irreconciliable con eso.

Hemos de tomar más bien a רתת (ἁπ. λεγ., que en arameo equivale a רטט, Jer 49, 24, terror, temblor) como la apódosis de ‘~yIr:’p.a, rBEÜd:K, kedabbēr 'Ephraim (cuando Efraín hablaba), como שׂאת en Gen 4, 7 : “cuando Efraín hablaba había terror”, es decir, los hombres escuchaban con temor y temblor (cf. Job 29, 21). נשׂא se utiliza de un modo intransitivo, como en Nahún 1, 5 y en el Sal 89, 10. Efraín, es decir, la tribu de Efraín “era exaltada en Israel”; eso significa no solo que se distinguía entre sus hermanos (Hitzig), sino que se elevaba y ejercía el gobierno.

El profeta tiene aquí en mente los intentos que hizo Efraín para alcanzar el gobierno entre las tribus, lo que llevó eventualmente a la secesión de las diez tribus respecto de la familia real de David, de forma que se estableció el reino de Israel al lado del reino de Judá. Cuando Efraín había conseguido eso, alcanzando el objeto de sus deseos, ofendió a Dios a través de Baal, es decir, no solo introduciendo la adoración de Baal, en el tiempo de Ajab (1 Rey 16, 31), sino también con el establecimiento de la adoración de los becerros de oro bajo Jeroboán (1 Rey 12, 28), por lo que Yahvé se transformó en Baal (dejó de ser para los israelitas un Dios protector, de libertad). ויּמת, como palabra que se aplica al estado o reino, equivale a “fue llevado a la destrucción” (Am 2, 2). La muerte comienza con la introducción de un tipo de adoración que es contraria a la ley (1 Rey 12, 30).

13, 2. Pues bien, Efraín (es decir, el reino de las diez tribus) no cesó de cometer este pecado. Ellos continuaban cometiéndolo en el tempos de Oseas, de manera que construían muchas imágenes fundidas, en contra de la prohibición estricta de Lev 19, 4 (cf. también Ex 20, 4). Estas palabras no han de entenderse meramente como significando que ellos ponían otras imágenes idolátricas en lugares como Gilgal o Berseba a los becerros de oro (cf. Am 8, 14), sino que ellos se obstinaban manteniendo la adoración a los becerros que habían sido introducidos por Jeroboán (cf. 2 Rey 17, 16).

בּתבוּדם de תּבוּנה, con la terminación femenina apocopada (cf. Ewald, 257, d; aunque en nota el mismo Ewald entiende esta formación como cuestionable, y duda de la corrección del texto): “conforme a su entendimiento”, es decir, “conforme a su capacidad artística”.

El sentido del segundo hemistiquio, que es muy difícil de traducir, depende básicamente de la forma en que se entienda ~d"êa' yxeäb.zO, sea que traduzcamos estas palabras como “aquellos que sacrifican hombres” (como han hecho los LXX y muchos Padres de la Iglesia, con rabinos y comentaristas cristianos); o como “los sacrificadores de entre los hombres”, como han hecho Kimchi, Bochart, Ewald y otros, en la línea de אביוני אדם de Is 29, 19. De todas formas, además de esto, ~d"êa' yxeäb.zO, zōbhechē 'âdâm, no puede tomarse posiblemente como una sentencia independiente, en la línea de “ellos sacrifican hombres” o “ellos son sacrificadores de hombres”, a no ser que, como hacen los LXX, cambiemos arbitrariamente el participio זבחי en perfecto זבחוּ.

Tal como las palabras aparecen en el texto, ellas no pueden ser conectadas con lo que sigue, ni con lo que precede. Si las conectamos con lo que sigue no podemos obtener ningún pensamiento aceptable, sea que traduzcamos “los sacrificadores de hombres besan a los becerros” o “aquellos que sacrifican entre los hombres besan becerros”. La primera traducción va en contra del hecho de que los sacrificios humanos no se ofrecían a los becerros (es decir, a Yahvé, en forma de becerro), sino solo a Moloc, y que los adoradores de Moloc no besaban becerros.

La segunda traducción (hombres que ofrecen sacrificios besan a los becerros) podría entenderse en el sentido de: “es una gran locura adorar animales…”, pero esto no concuerda con los versos anteriores, הם אמרים, y es imposible entender en qué sentido se empleaban esas palabras. Según eso, no hay más solución que conectar ~d"êa' yxeäb.zO, con lo que precede, pero no en el sentido que proponía Ewald, sino tomando zōbhechē 'âdâm como una aposición explicativa a ~heä: Ellos dice a los ‘ătsabbīm, es decir, a los hombres que ofrecen sacrificios, que adoren (besen) becerros.

De esa manera, tomando zōbhechē 'âdâm como aposición a los ‘ătsabbīm, y teniendo en cuenta que el objeto de ‘ăgâlīm se coloca primero (en inmediato contraste con 'âdâm), se pone de relieve la absurdidad de besar a los becerros, es decir, de adorarles con besos sagrados (cf. Comentario a 1 Rey 19, 18), destacando así su carácter totalmente opuesto al de Yahvé. Los que así actúan preparan para sí mismos una rápida destrucción.

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