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174 (IX 7) (Finca de Formias, 13 de marzo del 49)

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Cicerón saluda a Ático.

Te había escrito una carta con intención de mandarla el 12 69 , pero ese día no salió la persona a quien quería entregársela. Por otra parte, ese mismo día llegó el «corredor veloz» que había mencionado Salvio 70 . Trajo una carta tuya muy enjundiosa, que me instiló, por así decirlo, un poquito de vida, pues no puedo afirmar que haya resucitado. Con todo, conseguiste ‘lo esencial’. En efecto, yo ya no actúo, créeme, en busca de resultados felices, pues veo que ni con estos dos vivos, ni con uno solo, tendremos nunca república. Así, no me cabe ya esperanza ninguna sobre mi tranquilidad y estoy dispuesto a asumir cualquier amargura. Sólo me aterraba una cosa: hacer (o digo mejor, haber hecho) algo con deshonor.

Así pues, ten por cierto que me has mandado unas cartas [2] llenas de salud, y no sólo ésta más larga, insuperable en su claridad y su plenitud, sino también la otra más breve, en la que encontré la gran alegría de ver mi plan y mi actuación aprobados por Sexto 71 ; muchísimas gracias: sé que él me aprecia y entiende lo que es recto. Volviendo a tu carta más larga, no sólo a mí sino a todos los míos nos alivió de la pena. Así pues seguiré tu consejo y estaré en la finca de Formias a fin de que no se advierta mi ‘marcha a su encuentro’ hacia la Urbe, o no piense él, si no lo veo ni aquí ni allí, que lo evito.

En cuanto a tu sugerencia de pedirle que me conceda [3] dar a Pompeyo el mismo trato que a él, comprenderás que llevo ya tiempo haciéndolo por las cartas de Balbo y Opio cuya copia te mando; te mando también una de César a ellos, escrita con cordura, dentro de lo que cabe en medio de tanta demencia. Pero si César no me permite esto, te veo partidario de que yo emprenda una ‘acción política’ sobre la paz; en ello no me asusta el peligro (pues cuando son tantas las amenazas, ¿por qué no voy a querer arriesgarme a lo más honorable?), pero temo echar alguna carga sobre Pompeyo y que dispare

‘contra mí la cabeza de Górgona, monstruo terrible ’ 72 .

De forma sorprendente, en efecto, nuestro Gneo ha ansiado imitar la tiranía de Sula 73 . ‘Te hablo sabiendo lo que digo’: nunca llevó él nada con menos secreto. «¿Con éste, pues,», dirás, «quieres estar?». Me mueve la gratitud, créeme, no la causa, como en Milón, como en… 74 , pero basta.

[4] «Entonces, ¿la causa no es buena?». Incluso excelente, pero se llevará, recuerda lo que te digo, de la forma más impresentable. El primer plan es estrangular la Urbe e Italia por hambre; después arrasar los campos, quemarlos, no respetar las fortunas de los ricos. Pero como temo lo mismo de esta otra parte, si mi gratitud no estuviera de aquel lado, consideraría lo mejor soportar en casa lo que fuera. No obstante, pienso, es tanto lo que le debo que no me atrevo a soportar la acusación de ‘ingratitud’, aun cuando tú has llevado a cabo una justa defensa también de esto.

[5] Respecto al triunfo estoy de acuerdo contigo: renunciaré a él por completo, sin dificultad y con gusto. Apruebo de manera especial lo de que mientras estemos en tratos llegará insensiblemente «‘la época de embarcar’» 75 . «Con tal sólo de que», dices, «él se mantenga suficientemente firme». Se mantiene incluso más firme de lo que pensábamos; de ese lado puedes tener buenas esperanzas. Te prometo que, si no le abandonan las fuerzas, no dejará una sola teja en Italia. «¿Y contigo, pues, de aliado?». Contra mi juicio, por Hércules, y contra la autoridad de todos los antiguos; y estoy deseando alejarme no tanto por ayudar en las cosas de allí como por no ver las de aquí. No pienses que las locuras de éstos serán soportables, ni de una sola clase. Aun cuando, ¿qué se te escapa de esta situación: que una vez eliminadas las leyes, los tribunales, el senado, ni las fortunas privadas ni el estado podrán soportar los caprichos, las audacias, los dispendios, las necesidades de tantos individuos sumamente necesitados? Ausentémonos, pues, de ahí por cualquier camino navegable; aunque esto se haga de acuerdo con tu opinión, ausentémonos, con todo; pues pronto sabremos lo que tú estás esperando: lo ocurrido en Brundisio.

En cuanto a tu afirmación de que las gentes de bien [6] aprueban cuanto he hecho hasta ahora y de que saben que me he quedado no sin motivo, me alegra sobremanera, si es que todavía hay lugar para alegrarse. Respecto a Léntulo, investigaré con mayor ciudado; se lo he encargado a Filótimo, hombre enérgico y superoptimate.

El último punto es que quizá ya no tienes materia para [7] escribirme; pues no es posible escribir nada sobre otro asunto, y sobre éste, ¿qué más se puede ya encontrar? Pero, puesto que tu talento, y también tu afecto, te suministran (lo digo, por Hércules, como lo siento) la forma de estimular mi imaginación, sigue como hasta ahora y escribe todo lo posible.

En cuanto a lo de no invitarme (compañero nada molesto) a Epiro, me tiene algo enfadado. Pero adiós; lo mismo que tú tienes que pasear, que recibir masaje, yo tengo que dormir. En efecto, tu carta me ha traído el sueño.

Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426)

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