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174B (IX 7B) (Roma, 10 u 11 de marzo del 49)

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Balbo saluda al general Cicerón.

Espero que estés bien. Después de remitirte mi carta conjunta con Opio, he recibido una de César, cuya copia te mando; en ella podrás observar cuánto desea restaurar sus buenas relaciones con Pompeyo y cuán alejado está de toda crueldad. Me alegro mucho de que sean éstos sus sentimientos, como es mi deber. Respecto a ti y a tu lealtad y reconocimiento, siento, por Hércules, mi querido Cicerón, lo mismo que tú: que tu fama y tu deber no te permiten tomar las armas contra un hombre del que proclamas haber recibido un beneficio tan grande 76 .

Esto mismo lo aprobará César; lo tengo comprobado a [2] la vista de su singular calidad humana y estoy seguro de que lo satisfarás en muy gran medida con no tomar parte ninguna en la guerra contra él ni asociarte a sus adversarios. Y por esto no sólo estará satisfecho contigo, un hombre de tu valía y tu importancia, sino que incluso a mí me ha concedido por su propia iniciativa no estar en los campamentos que se levanten contra Léntulo o Pompeyo, con quienes tengo una deuda tan importante 77 , diciendo que le basta con que le preste como particular en la Urbe los mismos servicios que podría también prestarles a ellos si yo quisiera. Así es que ahora en Roma administro y sostengo todos los asuntos de Léntulo y pongo en ellos mi actividad, mi lealtad y mi agradecimiento. Pero, por Hércules, de nuevo pienso que no es desesperada del todo esta expectativa ya perdida de arreglo, puesto que César tiene la disposición de ánimo que debemos desear.

Así las cosas, yo soy partidario, si te parece bien, de que le escribas y le pidas protección, como se la pediste a Pompeyo, con mi aprobación por cierto, en los tiempos de Milón. Te puedo garantizar, si conozco bien a César, que tendrá en cuenta antes tu dignidad que su provecho.

[3] No sé hasta qué punto es prudente escribirte esto, pero estoy seguro de una cosa: cuanto te escribo lo escribo partiendo de mi singular aprecio y buena disposición, porque te tengo en tanta estima (¡así muera en vida de César!) que a pocos aprecio como a ti. Cuando hayas tomado alguna decisión sobre este asunto, me gustaría que me escribas. Pues no es poca mi preocupación por que puedas aportar a uno y otro, según tu deseo, esa buena voluntad que, por Hércules, confío en que aportarás. Cuídate.

Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426)

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