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176 (IX 9) (Finca de Formias, 17 de marzo del 49)

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Cicerón saluda a Ático.

He recibido tres cartas tuyas el 16; habían sido remitidas el 12, 13 y 14. Responderé, pues, en primer lugar a la más antigua. Coincido contigo en que lo mejor es quedarse en la finca de Formias, y también en lo del Adriático; voy a ver, como ya te he escrito antes 82 , si encuentro un modo que me permita, con su consentimiento, no tomar parte alguna en los asuntos de estado. En cuanto a tu elogio por haber escrito que he olvidado los hechos y dichos pasados de nuestro amigo 83 , yo así lo hago, por cierto; es más, no recuerdo ni siquiera todas esas malas acciones suyas contra mi persona que tú me pones delante; tanta mayor fuerza tiene en mí el agradecimiento por un favor que el resentimiento por una injuria. Hagamos, pues, como recomiendas y quitémonos de enmedio. ‘Voy de sofista’, en efecto, tan pronto como bajo al campo y durante el camino no dejo de meditar en mis ‘tesis’ 84 . Pero algunas de ellas son muy difíciles de juzgar. Respecto a los optimates, sea en buena hora como quieres, pero conoces aquello de «‘Dionisio en Corinto’» 85 . El hijo de Titinio está con César. En cuanto a esa especie de temor que pareces tener a que tus consejos no me gusten, nada, te lo aseguro, me agrada excepto tu consejo y tus cartas. Por tanto, haz lo que anuncias: no dejes de escribirme cuanto te venga a la mente. Nada puede resultarme más agradable.

[2] Paso ahora a la segunda carta. Llevas razón al no creerte el número de sus soldados: Clodia lo multiplicó por dos 86 . También falso lo de las embarcaciones destruidas. En cuanto a tu elogio de los cónsules, yo también elogio su valentía, pero repruebo su decisión, pues con su retirada se ha disipado la acción de paz que yo proyectaba. Así, después de esto, te devuelvo el libro de Demetrio sobre la concordia 87 ; se lo he dado a Filótimo. Ciertamente no dudo de que amenaza una guerra destructiva, cuyo arranque partirá del hambre. ¡Y a pesar de todo me duele no participar en esta guerra! En la cual va a haber un impulso criminal tan grande que, siendo un sacrilegio no sustentar a los padres, nuestros hombres principales piensan que hay que matar de hambre a la más antigua y más venerable de las madres: la patria. Y no es un temor basado en una opinión, sino que he estado presente en las conversaciones. Toda esta flota procedente de Alejandría, Cólquide, Tiro, Sidón, Arado, Chipre, Panfilia, Licia, Rodas, Quíos, Bizancio, Lesbos, Esmirna, Mileto, Cos, está destinada a interceptar los aprovisionamientos de Italia y a ocupar las provincias productoras de trigo 88 . Y, ¡qué enojado va a venir!; especialmente con aquellos que deseaban por encima de todo su salvación, como si hubiese sido abandonado por aquellos a quienes abandonó. Así, cuando dudo sobre la conducta adecuada a seguir, tiene un gran peso mi buena disposición hacia él, al margen de la cual sería mejor morir en la patria que destruirla intentando salvarla. Lo del viento del norte 89 es exactamente así. Temo que resulte perjudicado Epiro, pero, ¿qué lugar de Grecia piensas tú que no quedará arrasado? Pues proclama en público y muestra a los soldados que él superará a éste 90 incluso en generosidad. Es muy acertado tu consejo de que cuando lo vea, no hable con demasiada indulgencia, sino más bien con autoridad. Desde luego es así como hay que hacerlo. Pienso ir a Arpino después de haberme reunido con él, no sea que no esté cuando venga o que corra de acá para allá por el peor de los caminos. He oído que Bíbulo, como escribes, llegó y volvió a irse el 14.

Esperabas, según dices en la tercera carta, a Filótimo. [3] Pero él me dejó el 15. Por eso te ha llegado más tarde mi contestación a la tuya, que escribí inmediatamente. Respecto a Domicio, en mi opinión es como tú escribes; que está en su finca de Cosa y se ignora su intención. Ese individuo 91 , el más indigno y sórdido de todos, que dice que las elecciones consulares pueden ser llevadas a cabo por un pretor, sigue siendo el mismo de siempre en su actuación política. No extraña, pues, que esto sea lo que César menciona en la carta cuya copia te mando: que quiere aprovechar mi «consejo» (vamos, ea, esto es un lugar común), «influencia» (ridículo, por cierto; pero creo que esto lo finge buscando algunos votos de senadores), «autoridad» (quizá en relación con una resolución consular); lo último es aquello de «la ayuda en todas las cosas». He empezado a sospechar a partir de tu carta que es precisamente esto o algo no muy distinto. Pues tiene un extraordinario interés en que la situación no llegue a un interregno; y eso se consigue si los cónsules son nombrados por medio de un pretor. Pero nosotros tenemos en nuestros libros 92 que no sólo no es legal el nombramiento de los cónsules por un pretor, sino ni siquiera el de los pretores, y que tal cosa no se ha hecho nunca: no es legal que lo sean los cónsules porque no es legal que a un magistrado superior lo proponga uno inferior; ni los pretores porque se les propondría como si fueran colegas de los cónsules, cuya magistratura es superior. No estará muy lejos de querer que yo sancione esto sin contentarse con Galba, Escévola, Casio, Antonio 93 .

‘… que entonces la vasta tierra me engulla ’ 94 .

Pero ves qué gran tempestad amenaza. [4]

Te escribiré qué senadores han cruzado el mar en cuanto lo sepa con certeza. Respecto a los aprovisionamientos es correcta tu apreciación: no hay forma alguna de organizarlos sin impuestos; y no sin motivo tienes miedo de quienes están en tomo a él exigiéndolo todo, y también de una guerra abominable. Aunque, como escribes, nuestro Trebacio está desesperado, me gustaría mucho verlo, a pesar de todo. Procura inducirlo a que se dé prisa: su visita me sería muy oportuna antes de que llegue César.

Respecto a la finca de Lanuvio, en cuanto me enteré de la muerte de Famea 95 , he deseado, si la república llegara a subsistir, que la compre alguno de los míos; no pensé, sin embargo, en ti, que eres el más mío de todos: sé, en efecto, cuánto sueles buscar por año y cuánto en tierras, y he visto, no sólo en Roma, sino incluso en Delos tu digamma 96 . Con todo, pese a ser bonita, yo la estimo de menos valor que la estimaba bajo el consulado de Marcelino 97 , cuando pensaba que esos jardincillos cerca de la casa que entonces tenía en Ancio me resultarían más agradables y de menor precio que si me ponía a reparar la finca tusculana. Mi deseo era quinientos mil sestercios. Actué a través de Precio 98 : él proporcionaría la cantidad cuando la pusiera en venta; no quiso. Pero ahora pienso que todo eso está por los suelos debido a la escasez de moneda. A mí por supuesto me vendría muy bien; o mejor a los dos, si tú la compras; pero no pases por alto la propiedad que ese mismo tiene en Ancio: es totalmente encantadora. Aunque a mí todo eso me parece ya condenado a la devastación.

He contestado a tus tres cartas, pero aguardo otras; hasta ahora son tus cartas las que me han sostenido.

Día de los Liberalia .

Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426)

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