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187 (IX 18) (Finca de Formias, 28 de marzo del 49)

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〈Cicerón saluda a Ático.〉

Ambas cosas según tu consejo: mis palabras fueron tales que conseguí su opinión favorable de mí antes que su agradecimiento, y persistí en lo de no ir a la Urbe. Pero algo nos engañó: el pensar que iba a ser manejable; nada he visto menos. Decía que se veía perjudicado por mi decisión, que si yo no iba los demás se harían más de rogar. Yo, que mi caso no es como el de ellos. Después de mucho, «ven, pues, y trata sobre la paz». «¿A mi manera?», le dije. «¿Acaso», contestó, «te lo voy a prescribir yo?». «Bien», dije, «trataré de que el senado no acepte tu marcha a Hispania ni el traslado del ejército a Grecia, y», añadí, «lamentaré muchas cosas en relación con Gneo». Entonces él: «yo, desde luego, no quiero que se digan esas cosas». «Lo suponía», contesté, «pero por eso yo no quiero estar presente: porque o tendría que hablar así o no ir… y mucho más: que de ninguna manera podría callarme si estuviese presente». El resultado fue que él, como buscando acabar, me pidió que lo pensara. No era cosa de negarse. Así nos separamos. Creo, pues, que no le agrado. Pero me agradé a mí mismo, cosa que no me sucedía hace ya tiempo.

Por lo demás, ¡oh dioses!, qué compañía, qué ‘cortejo [2] infernal’, como tú sueles decir, en el cual Céler era uno de los ‘héroes’. ¡Oh causa perdida!, ¡oh tropas desesperadas! ¿Cómo es que un hijo de Servio, que uno de Titinio estuvieron en el mismo campamento que sitiaba a Pompeyo? 138 . Seis legiones; está muy alerta, tiene audacia. No veo ningún final a este mal. Sin duda ahora has de sacar tus consejos. Esto ha sido el remate.

Con todo, su ‘toque final’ (casi se me olvida) es odioso: [3] que si no podía utilizar mis consejos, utilizaría los de quienes pudiera y descendería a cualquier cosa. Así pues, ¿has visto al hombre, como me escribiste? Sin duda has roto en sollozos. «Larga el resto»: ¿qué? Él se fue (a la finca de Alba), yo a Arpino; desde ahí espero por cierto a esa ‘parlera’ tuya 139 . «Preferiría», dirás, «que tú no hagas lo que ya has hecho. Incluso aquel mismo al que seguimos cometió muchos errores».

[4] Pero yo espero carta tuya. Pues ya de nada vale como antes «veamos por dónde sale esto». El final ha sido lo de nuestra entrevista, en la cual no me cabe duda de que lo he ofendido. Razón de más para actuar con rapidez. Por favor, una carta, y ‘política’. Ahora espero con impaciencia tus palabras.

Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426)

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