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CAPÍTULO 18

LA FÓRMULA

La actividad comenzó muy temprano en el campamento masculino de la Peshmerga. Aisha y el grupo de científicos partieron hacia el depósito de alimentos, donde se había improvisado un laboratorio. Momentos antes, Estere y Belén se despidieron para continuar con su viaje rumbo a Turquía.

Aisha, con autorización de Samira, les proveyó de algunos víveres y pidió que un soldado las acompañara hasta la frontera. Más tarde, Belén continuaría sola con su viaje hasta reencontrarse con su familia.

La comandante, tuvo que hacer un gran esfuerzo esa mañana para concentrarse en la investigación. Las conversaciones con su ex suegra le habían hecho recordar demasiadas cosas que no quería enfrentar. No obstante, la actividad del grupo de científicos era impostergable y ese día se extrajeron las primeras muestras para enviar a distintos laboratorios del mundo.

El mayor problema era que no había mucho tiempo para desentrañar el asunto. Había que trabajar en forma rápida y efectiva y aprovechar cada momento para obtener respuestas definitivas. De otra forma, sería muy tarde para salvar a millones de personas en el planeta. Cada vez más alimentos adulterados se estaban dispersando por más países, sin comprender por qué algunos reaccionaban como armas químicas y otros eran inofensivos.

Aisha consideraba que era difícil encontrar indicios investigando directamente en la comida, algo le decía que la clave debía estar en otro lugar. Lo que buscaba era un reactivo, alguna sustancia que tal vez en contacto con otro elemento pudiera convertir a los alimentos en explosivos. La hipótesis no parecía descabellada, después de todo, no se producía ningún daño mientras los productos estaban en sus envases originales, sino cuando eran abiertos.

Pensó en plantear su hipótesis al equipo; pero luego decidió que lo consultaría con Samira primero. Debía explicarle lo que había podido comprender de la conversación con el grupo de científicos americanos esa mañana.

Finalizada la jornada, llegó exhausta al campamento femenino.

Llegada la noche, cuando estaba quitándose la ropa para descansar, del bolsillo de su pantalón asomó el curioso camafeo de Tarik. Había olvidado que lo había dejado allí. Lo tomó nuevamente entre sus manos y lo volvió a observar, esta vez con más atención. En el exterior tenía un extraño dibujo de una rosa, una paloma y una media luna, pero lo que más llamó su atención fue que aquel objeto tenía un peso un poco exagerado para su tamaño y composición. El camafeo, evidentemente guardaba algo en su interior.

Por fin lo abrió y para su sorpresa, observó que dentro se encontraba un pequeño objeto protegido entre algodones y sellado al vacío. Debajo del mismo, había un rollito de papel y lo que parecía un pequeñísimo dispositivo electrónico.

Aisha estaba absorta con aquel descubrimiento. Así que empezó por desenrollar el papel y, para su asombro, el mismo no contenía una declaración amorosa de su ex prometido, sino una fórmula química compleja con lo que parecían algunas anotaciones técnicas.

A primera vista, no entendía lo que esos números y símbolos pudieran indicar. Aunque estaba claro que esto era algo que debía descifrar.

En el objeto algodonado percibió que también había algo más dentro del envoltorio, así que con un bisturí que tenía para realizar intervenciones en la enfermería, abrió con extremada cautela aquella suerte de capullo. En el interior encontró un minúsculo tubo, también sellado al vacío.

Su curiosidad era enorme, pero intuía que ese objeto contenía algo peligroso de abrir bajo condiciones que no fueran las adecuadas, ya que estaba dentro de una cápsula aislada térmicamente.

Probablemente allí se encontraba la clave, pero aún no entendía exactamente qué habría querido transmitirle Tarik, ni qué relación podría tener él con todo eso.

Seguramente en el pendrive se encontrarían las indicaciones a seguir.

La joven decidió que lo mejor era volver a guardar la pequeña cápsula dentro del envoltorio y dejar todo como lo había encontrado. Al día siguiente junto con Samira, decidirían qué hacer con el hallazgo.

Aisha era consciente de que necesitaba la ayuda de los demás científicos si quería desentrañar la fórmula. Una corazonada le decía que quizás estuviera relacionada con lo que estaban buscando, pero enseguida descartó esa posibilidad. Después de todo, ¿qué podía saber Tarik y por qué iba a querer ayudar a países enemigos del Estado Islámico?

Esa noche le costó mucho conciliar el sueño. En varias ocasiones se despertó pensando en ataques terroristas, entreverados con recuerdos de su infancia, jugando con Tarik en el jardín. Sus sueños no tenían el menor sentido y los contenidos oníricos se tornaron en pesadillas, que la atormentaron hasta el amanecer.

Por fin la voz de Samira la despertó de sus ensoñaciones. Se vistió rápidamente, esta vez portando el extraño camafeo en torno al cuello. Quizás Tarik había pensado que esa era la forma más segura de transportar esa información, hasta que supiera exactamente qué debía hacer.

Al salir de la tienda, pidió a su coronel que la acompañara hasta un lugar apartado, necesitaba hablar de todo esto con su amiga. Samira accedió un poco extrañada. Sabía que Aisha debía ir sin más demora hasta el laboratorio donde desde temprano estaban trabajando los demás científicos. No obstante, Aisha insistió en hablar primero con ella.

Cuando estuvieron a solas, la comandante le contó lo que había descubierto en el camafeo y su pálpito descabellado acerca de lo que tal vez pudiera tratarse.

La coronel pensó que no había tiempo que perder y que era necesario revisar la información que contenía el pendrive.

Tomaron el primer vehículo que encontraron disponible y se dirigieron a la comandancia del campamento masculino. Allí había varios ordenadores portátiles, que todavía tenían conexión a internet, a pesar de los constantes bloqueos informáticos. Aisha revisaría allí el resto de la información y entre ambas evaluarían qué hacer al respecto.

Así lo hicieron y cuando la comandante kurda pudo ver el contenido del dispositivo, encontró que se trataba de algunos archivos técnicos y un video personal de Tarik grabado con un teléfono móvil. Esto era extraño de por sí, ya que muy pocas personas tenían en aquel momento acceso a ese tipo de tecnología.

La curiosidad la llevó a comenzar por escuchar en primer lugar el video. Mientras tanto, Samira se reuniría con los generales para transmitirles las últimas novedades y tomar alguna decisión de cómo seguir.

En su mensaje, Tarik explicaba que el envío de toda esa información lo hacía por el bien de ella, su familia y el pueblo kurdo; pues quería lo mejor para ellos, aunque él estaba pensando en quitarse la vida. Ya no soportaba más continuar formando parte de la milicia del Estado Islámico y su conciencia le pesaba demasiado para regresar con los suyos.

El que había sido su prometido, creía que de todas formas sería hombre muerto, si su jefe se enteraba de la divulgación de esta información. Para copiar la misma y obtener la muestra, había tenido que matar a dos científicos que mantenían conversaciones secretas con su superior. Sin embargo, él creía que había valido la pena, pues sabía que en esas fórmulas y en la cápsula, se escondía el secreto de las armas químicas que iban dentro de los alimentos adulterados.

Las últimas palabras de la grabación fueron para que Aisha las guardara en su corazón. Allí le contaba que el camafeo lo había tallado con el escudo de su familia. Por eso le pedía que una vez resuelto el dilema científico, llevara puesto ese collar como recordatorio de su amor.

Al terminar de escuchar la grabación, Aisha no pudo continuar analizando nada más. Rompió a llorar desconsoladamente, por unos sentimientos tan profundos como imposibles. Ese video era la última comunicación de la persona con quien desde niña había soñado compartir la vida.

Su único y gran amor.

Las rosas del apocalipsis

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