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III. EL IMPRESCINDIBLE EQUILIBRIO ENTRE LOS OBJETIVOS DE LA POLÍTICA ENERGÉTICA: TRIÁNGULO Y TRILEMA

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El “triángulo de la energía” constituye una perspectiva comúnmente adoptada para evaluar los objetivos que debe perseguir la política energética. Las perspectivas de la ingeniería y de la economía industrial, que predominan en los análisis sobre la energía, ponen como sujeto de evaluación a los sistemas energéticos y definen los objetivos de la política energética en la seguridad del suministro, la suficiencia de inversión de capital y la competencia en el mercado, y más recientemente la sostenibilidad medioambiental. Sin embargo, adoptando la perspectiva del Derecho, que sitúa en el centro de análisis el servicio a las personas, nos parece más claro decir que los objetivos de la política energética deben ser: garantizar el suministro, que su coste resulte asequible para los consumidores y sus efectos sostenibles para el medio ambiente3. La imagen del triángulo resulta muy útil para proporcionar una perspectiva holística que permite contemplar, a la vez, el todo y las partes.


También es frecuente emplear las palabras “trilema energético” para expresar la complejidad de las decisiones y de las relaciones que la energía plantea a los gobiernos y reguladores, a los actores públicos y privados, así como los factores políticos, económicos y sociales que se ven comprometidos, su impacto sobre los recursos naturales, la importancia de las conductas individuales, etc.4.

La Real Academia define dilema como una situación en la que es necesario elegir entre dos opciones igualmente buenas o malas. En el caso de la política energética, nos encontramos con un trilema: una situación todavía más comprometida porque es necesario elegir entre tres opciones: garantizar que los suministros no fallen, la asequibilidad y competitividad de los costes y la sostenibilidad medioambiental. El problema estriba en que la política energética debe elegir, a la vez, las tres opciones porque ninguna de ellas es prescindible. No puede elegir una y olvidar las otras dos o elegir dos y olvidar una.

Cada opción entraña bienes esenciales, para los derechos individuales y para los intereses colectivos, de los que no podemos prescindir.

Garantizar el suministro de energía, asegurar su continuidad, resulta imprescindible para las personas, que necesitan protegerse contra el frío o el calor, cocinar, disponer de iluminación…; y para las empresas porque sin energía no pueden producir bienes y servicios.

La asequibilidad y competitividad de los costes de la energía tampoco es prescindible porque los recursos personales y empresariales son limitados y el coste del suministro puede determinar que no sea asequible para determinadas personas, dejándolas en una situación de pobreza energética; o que determinadas empresas se vean expulsadas del mercado, al no poder vender sus bienes y servicios porque sus costes de energía determinen que sus costes finales no sean competitivos.

La sostenibilidad medioambiental tampoco es prescindible porque no podemos perjudicar la salud y la misma vida de las personas, agotar recursos esenciales ni destruir los ecosistemas para las generaciones futuras.

En cada época, el desafío para la política energética es encontrar el mejor equilibrio entre los tres objetivos. El problema es tanto de medios como de fines: ninguno de los tres fines puede dejar de lograrse, ninguno de los medios empleados para conseguir un determinado fin puede impedir la consecución de los demás.

Tras un siglo de crecimiento económico exponencial, apoyado en el carbón y los combustibles fósiles, las previsiones sobre su eventual agotamiento y la creciente preocupación por la contaminación atmosférica y por el cambio climático están determinando una reformulación del trilema energético, para que aborde una transición hacia fuentes de energía renovables y hacía tecnologías y sistemas de contratación más seguras, asequibles y sostenibles; en definitiva, eficientes, porque la energía más segura, asequible y sostenible es la que no se consume.

Esta transición energética es un vector de la cuarta revolución industrial5 impulsado por innovaciones tecnológicas, económicas, sociales y políticas.

En una época de cambios como la que vivimos, si ni siquiera se ha discutido, ponderado y elaborado una política energética, los diferentes escenarios se afrontarán mediante improvisaciones6, que difícilmente facilitarán disponer de suministros de energía más seguros, asequibles y sostenibles. Por el contrario, las improvisaciones pueden presentar unos costes astronómicos …7.

El planteamiento del trilema energético solamente puede efectuarse desde la información, la transparencia, la participación y el debate público de todos los intereses afectados; y la decisión sobre los puntos de equilibrio corresponde a la decisión política.

Derecho de la energía y el clean energy package

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