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Algunas consideraciones históricas
ОглавлениеEs importante situar el tatuaje en la historia, ya que las particularidades que ha adquirido en la actualidad no son las mismas. El tatuaje no es algo nuevo, no es una práctica nueva, aparece en distintas culturas con diferentes usos. De hecho, los usos que se le ha dado a lo largo de la historia, tanto en Occidente como en Oriente, aparecen de modos diversos. Ya sean rituales, ornamentales o bélicos, los tatuajes han tenido diferentes funciones. Cuando digo «funciones» pienso funciones en el sentido de suponer un sujeto ahí. Habrá que ver en cada caso particular de qué se trata.
Hay otros tipos de tatuajes —dada su característica de ser imborrable o indeleble— que se han usado a lo largo de la historia para marcar a los esclavos, por ejemplo, o para marcar a los criminales; al ser una marca que no se borraba, quedaban estigmatizados de por vida y por ende no había forma de borrar su condición. En este sentido, hay un cuento de Kafka que menciono en el libro1 que es sumamente interesante. Si no lo leyeron, se los recomiendo, se llama «En la colonia penitenciaria» y es muy interesante para pensarlo desde el psicoanálisis. Se trata de un prisionero sometido a una especie de proceso —al estilo de Kafka— sin saber de qué se lo acusa ni cómo llegó hasta ahí. El relato gira en torno a delincuentes que son marcados por un aparato, un dispositivo que tatúa su delito y su pena en la piel. Uno de los personajes explica que, a pesar de saberse de qué trata todo ese asunto, el tatuado ya lo entenderá, ya lo podrá leer en su propio cuerpo. Esto que queda marcado en el cuerpo será entendido, podrá ser descifrado. No se los voy a «espoliar», pero el cuento de termina mal.
Retomando el comentario de Gustavo Dessal en el encuentro anterior, con esta idea del mal que él menciona, tan propio de lo que decía Jorge del malestar en la cultura y que atraviesa justamente al ser hablante, me parecía interesante pensar en un tipo de tatuaje particular y su connotación de malignidad. Es el tatuaje que se le efectuaba a los judíos en los campos de concentración donde los prisioneros quedaban reducidos a una cifra, a un número, perdiendo —entre otras cuestiones— su identidad, su nombre. Hay algunos textos de Primo Levi muy interesantes donde menciona justamente esa operación de reducir el sujeto a la condición de número, deshumanizarlo. En este punto anida la idea del mal. No solo por esa operación en sí misma, sino porque además para el pueblo judío está prohibido tatuarse, hacerse marcas en el cuerpo. En un pasaje del Levítico se hace mención a esta prohibición: «no haréis rasguños en el cuerpo a un muerto, ni imprimiréis en vosotros marca alguna». Marcar el cuerpo humano está prohibido por la Torá.
La palabra kahakah, en hebreo significa: «sacar de raíz». Es la palabra que se usa para decir tatuaje. Uno puede pensar que lo que se saca de raíz, con esta operación del tatuaje, es el cuerpo dado por Dios; al intervenirlo, al marcarlo, vemos cierta cuestión asociada al mal en ese punto, un mal con las características que Hannah Arendt proponía como concepto: la «banalidad del mal».
Entonces habría que comprender qué pasa hoy, qué pasa en nuestra época con el tatuaje. Una época que muchos autores caracterizan como una época donde lo imaginario está en un primer plano, donde se manifiesta cierta deflación de lo simbólico, donde se presenta un rechazo de la falta y un rechazo de la castración. Para mencionar a Bauman —también citado por Dessal— se trata de una época líquida, inconsistente, donde el cuerpo desnudo actual no es un cuerpo sin ropa, sino un cuerpo sin «trabajar». Y esto se ve claramente en el momento de tener que ponerse el traje de baño y mostrarse en la playa. Hay todo un trabajo previo para poder llegar a mostrar el cuerpo, porque un cuerpo sin intervenciones es un cuerpo vergonzante, desnudo —como decíamos—.
Estamos en una época que algunos autores caracterizan por la compulsión al consumo. Quizás el tatuaje entre en esa lógica, de ser algo más a consumir, como así también lo es el cuerpo. Considero importante señalar que, así como el cuerpo y el Otro están estrechamente vinculados, necesariamente las épocas van marcando diferentes cuerpos con sus ideales de belleza. No son los mismos los de la época greco-romana que los actuales o los del Renacimiento. Marcas que en su momento podrían ser, por ejemplo, de grupos ligados a algo marginal, hoy tienen otra connotación. Digamos que la época va dando distintas claves de lectura para esas marcas en el cuerpo.