Читать книгу Tiempos felices - Felipe Corrochano Figueira - Страница 15
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Оглавление—Oh, cariño —decía Katy Etxegarai mientras se vestía—, me has hecho disfrutar como nunca. Hoy he descubierto que soy multiorgásmica.
—Me alegro, bomboncito —dijo Lucy con ese tono afeminado que a Katy le parecía tan adorable—. Aunque lamento que no lo hayas descubierto antes. En realidad, creo que todas las mujeres sois multiorgásmicas. El problema es que los hombres suelen ser multitorpes.
Al decir esto las dos se echaron a reír. Antes de despedirse, Katy quiso apuntar el número de teléfono de aquella profesional. En el centro social para mayores había de todo y aquel día le apetecía probar las habilidades de la nueva contratación, una experiencia que sin duda volvería a repetir.
Cuando salió del centro con el ánimo renovado y se dirigió hasta su coche, vio algo que le llamó la atención. Era un Audi de color gris con los cristales traseros tintados, un coche muy parecido al que conducía su marido. Estaba aparcado al otro lado del parking y caminó hasta él con cierta curiosidad. Sabía que Sigfrido solía engañarla con otras mujeres, pero coincidir con él en el mismo lugar donde ella lo engañaba con otros hombres era una casualidad de lo más sorprendente. Y era evidente que aquel vehículo tenía toda la pinta de ser el suyo. Llevaba la misma banderita nacional anudada al retrovisor interior, los mismos asientos de cuero y creía recordar que hasta la misma matrícula. Katy miró a su alrededor. Así que el muy granuja se dedicaba a pasar parte de su tiempo como diputado frecuentando aquellos espacios de ocio en vez de hacer todo lo posible por no permitir que la reforma de la ley saliera adelante. Vaya, esa sí que era buena, pensó Katy mientras entraba en ebullición. Luego se apoyó en el coche y analizó la situación.
Al cabo de unos minutos una idea pasó por su cabeza. Sacó el móvil de su bolsillo y buscó el nombre de Lucy, decidida a contratar sus servicios para realizar otro trabajito especial.
—Soy yo, querida —dijo en un tono cordial—. ¿Estás ocupada? ¿De veras? Genial. Quisiera pedirte un favor. Un gran favor. Y te aseguro que te pagaré muy bien. ¿Puedo verte ahora? Sí, ya sé que te acabo de ver, pero se me ha ocurrido algo que creo que nos va a divertir mucho más… ¿En la sala cinco? De acuerdo. Voy para allá y te explico.
Katy volvió a entrar en el centro social para mayores y preguntó por la sala en la que se encontraba Sigfrido del Río y Villescas. Al principio la recepcionista se mostró un poco reacia a dar ese tipo de información confidencial, pero teniendo en cuenta que la clienta era la mujer de la persona por la que preguntaba, que ambos eran a su vez clientes habituales del centro y que, al parecer, pretendía darle una sorpresa para satisfacer alguna extraña perversión sexual de pareja, optó por decirle dónde se encontraba. Por lo visto, Sigfrido acababa de llegar y estaba esperando el servicio contratado en la sala dos.
—¿Puede pedirle a la chica que tiene asignada que le ate a la cama y abandone la habitación durante un par de minutos? —preguntó Katy a la recepcionista.
—Veré qué puedo hacer —dijo esta antes de hacer una llamada.
Segundos después Katy entraba por la puerta secreta de la capilla y se dirigía con paso decidido hasta la sala en la que estaba Lucy. Si para Sigfrido todo eso del aborto libre siempre había sido cosa de feministas aburridas o de mujeres obsesionadas con defender la vida de un feto cualquiera, desde aquel día trataría de demostrarle que debía tomarse ese asunto como algo prioritario. Aún recordaba la conversación mantenida con Sigfrido semanas atrás mientras desayunaban.
—No tengo ni la más remota idea de lo que Dios piensa al respecto de los fetos —decía con aire distraído, como si el tema no le importase lo más mínimo—, pero por lo que a mí respecta esa es una cuestión puramente religiosa, psicológica y teológica. Y yo solo soy un político, de modo que no entro a valorar ese tipo de cuestiones.
—Es decir, que eres un cobarde —le espetó Katy—. Sí, tu actitud es una actitud cobarde. Siempre lo he pensado.
—Puedes pensar lo que quieras —se defendió él—, pero creo que te equivocas. Mi actitud no es cobarde, es adaptativa. Y en mi familia es lo que mejor sabemos hacer, adaptarnos a las circunstancias. Si los tiempos cambian, o te adaptas a ellos o te llevan por delante.
—¿Eso quiere decir que no harás nada para evitar que esa maldita ley salga adelante?
Y entonces su marido la miró por encima del periódico que estaba leyendo y clavó en ella sus ojos claros.
—Votar en contra. ¿Te parece poco?
—Pues sí, muy poco —respondió Katy, cuyo enfado iba en aumento—. Deberías echarte encima de esa horda de comunistas antes de que revienten nuestra sociedad.
—Ahora se llaman socialdemócratas, querida —comentó Sigfrido antes de volver la mirada al periódico—. Igual que los franquistas se llaman liberales reformistas de centro. ¿Ves? Todo tiende a una sencilla adaptación de conceptos. Además, sería poco inteligente echarse encima de ellos como tú pretendes. Si la sociedad pide cambios hay que dárselos, siempre y cuando no vayan contra nuestros propios intereses, por supuesto. Nosotros solo podemos limitarnos a oponernos, pero no debemos emprender ninguna cruzada. De ese modo, tanto nuestros votantes más afines a las creencias de la Iglesia católica, apostólica y demás como los que no tienen su voto definido no podrán vernos de una manera antipática. En algunos casos, en política hay que hacer equilibrios sobre un cable para contentar al mayor número de personas posible. Es, digamos, un populismo aristocrático. Y esa es la posición que ha tomado el partido, te guste o no.
Pues bien, si para su marido era tan importante saber adaptarse a las circunstancias, tendría que adaptarse también a la que se le venía encima si conseguía llevar a cabo su idea. Si Sigfrido poseía algún genio de tipo político, y Katy debía reconocer que su marido era un político habilidoso cuando algo le interesaba, aquel sería el momento de averiguarlo.
—Pero niña, ¿qué haces aún vestida? —le dijo a Lucy en cuanto entró en la sala cinco—. Vamos, ve quitándote todo eso y ponte algo arrebatador. Vas a salir a escena.