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Cabras

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El tren a Águilas atraviesa montes pelados, túneles de roca blancuzca, desiertos. Manadas de cabras se descuelgan de las laderas. Son del color de la tierra, barro, arcilla, hojarasca. El rebaño es un solo ser, pero de sus orillas saltan ejemplares rebeldes. Díscolos. Pegan brincos como delfines, se alejan unos metros. Perros pastores les cierran el paso.

Federica duerme. Yo estudio un folleto que nos dieron sobre Águilas en la oficina de turismo de Murcia. Hay mucho azul, dibujos de gambas y, en pequeñito, la foto de una playa con cuevas amarillas. Se llama «Paraje Cuatro Calas», apunto en mi libreta: «Término municipal de Calabardina».

Quiero un hueco en la roca, una casita de piedra, un fuego en la arena, un hornillo de gas y el mar. Atrapar peces. Con un kilo de arroz se puede vivir mucho tiempo. Cogeremos frutas y hortalizas de los huertos, cangrejos en las rocas, después será verano y llegarán los turistas. Si hay cabras en los circos es porque lograron zafarse de los perros. Yo puedo cantar.

Águilas

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