Читать книгу 2048: El juego final - Guillermo A. González - Страница 17
Оглавление13. Viernes 7 de septiembre de 2046
El viernes siguiente a la confirmación del país sede, regresé a la capital a presentar mi plan de trabajo, lo cual era mera formalidad y protocolo. Nos reunimos por aproximadamente cuatro horas. Más que platicar sobre mi presentación, me mostraron un sin fin de inquietudes, las cuales requerían que se las aclarara, además, me solicitaron que les enviara un reporte semanal para revisar los avances.
Por otro lado, me plantearon la opción de viajar a realizar mis entrevistas y trabajo, en general, con acreditación de un periódico local, pero era únicamente el pretexto para estar dentro de una corporación y así no levantar sospechas. La federación tenía el suficiente poder sobre dicho periódico para que aceptaran incluirme dentro de su personal de prensa y representarlos, supuestamente, para cubrir las notas del torneo, por lo que acepté.
Me transfirieron de pulsera a pulsera una lista con contactos y corresponsales en diferentes países y gremios con los cuales el periódico interactuaba cuando existía alguna nota internacional de interés. Al finalizar la reunión, quedamos todos satisfechos y listos para iniciar con el trabajo.
Como no tenía tiempo que perder, ese mismo día investigué la ubicación de la señora Carolina Orendain. Me indicaron que estaba en Zúrich, y que ahí estaría un lapso prolongado de tiempo, por lo que intenté comunicarme a su oficina, pero recordé que era de madrugada en Suiza. Envié un mensaje solicitándole una reunión, argumentándole el deseo de tener más información acerca de tan grandioso torneo, ya que la gente de nuestro país estaba ávida de tenerla para poder participar, recordándole que, en todas las justas mundialistas, es reconocido México como uno de los principales países en el mundo en donde la gente viaja a la sede para poder presenciar los partidos, y aunque en este Torneo Mundial de Ligas de Futbol no era el caso, por la manera en la que se iban a transmitir los partidos, no quedaba duda que muchísima gente querría presenciarlos como en las Copas del Mundo y no querían quedarse fuera.
Ese mismo día, en mi habitación de hotel, solicité la cena en mi cuarto desde el centro de comando de la habitación, y recibí una videollamada de mi amigo David para preguntarme lo que había sucedido desde aquel domingo que nos vimos en mi casa.
—¿Cómo estás, Dany? Habla David —me saludó.
—Muy bien, David, ¿y tú?
—Bien, también. ¿Qué ha pasado con el asunto de investigación?
—Me encuentro en la capital, ya que vine a presentar una propuesta para mi investigación y me la aceptaron. Ya obtuve los recursos, y antes de iniciar mi travesía y estar fuera del país por algún tiempo, me gustaría reunirme contigo para conversar.
—Me encanta la idea. ¿Cuándo vuelves?
—Mañana mismo, ¿nos vemos para la cena?
—Claro, en cuanto llegues me llamas y afinamos detalles.
—De acuerdo, hasta mañana entonces.
—Buenas noches, Dany.
Después de la cena, me fui a la cama pensando que esta sería una de mis últimas oportunidades o, quizá, la última de tener una investigación de talla mundial. Tenía que hacer que sucediera. ¿A qué me refiero? A que tenía que obtener no nada más el trabajo que me habían conferido, sino que también, en paralelo, obtener información para resolver las otras preguntas que me planteaba hace tiempo relacionado con Asia, África, los intereses del nuevo torneo, etcétera.